lunes, 21 de diciembre de 2015

CUENTO DE NAVIDAD

  LAS VIRTUDES HUMANAS ESTÁN, CASI TODAS, RELACIONADAS CON LOS LIBROS. TANTO ES ASÍ QUE, CUANDO EL PRIMER HOMBRE CON VOCACIÓN DE TRANSCENDENCIA APRENDIÓ A PINTAR GARABATOS, ENSEGUIDA ESTABLECIÓ QUE AQUELLO SERÍA UN LIBRO ANDANDO EL TIEMPO Y CON EL DESARROLLO DE LA TECNOLOGÍA PERTINENTE.
  LA VIDA METIDA EN UN LIBRO. UN LIBRO PARA COMPARTIR LA VIDA CON LOS COETÁNEOS Y, SOBRE TODO, LOS QUE VENDRÁN EN EL FUTURO A TRAVÉS DE LOS SIGLOS, DE LOS MILENIOS.
  UN LIBRO ES UNA FRACCIÓN DE VIDA CARGADA DE VIRTUDES POR DESCUBRIR Y PRACTICAR.
  Escribo lo anterior porque todos los días, de buena mañana, viajo al trabajo cinco kilómetros en pequeño automóvil escuchando la radio a ser posible. Lo hago así porque vivimos fuera de la ciudad los últimos quince años de nuestra ya dilatada vida. La idea fue de mi mujer, catedrática de Física y Química, muchos años explicando también matemáticas y tres lustros dirigiendo un centro docente a satisfacción de casi todo la comunidad escolar. Gran lectora por otra parte, intelectual en gran medida, si que muy madraza y ama de casa en el mejor sentido de la expresión.
  Durante muchos años suspiró por una casa comme il faut. Pero, generosa y preocupada por los más jóvenes y otras empresas familiares, fue dejando transcurrir los años a la espera de que las finanzas permitieran "su capricho" ancestral de proporcionarse un habitáculo adecuado y no necesario. Ya su padre le solía decir que, si las finanzas le fueran hasta ese punto favorables, lo primero que haría sería comprarle un piso por todo lo alto, a su plena satisfacción.
  Formamos una familia, tenemos tres hijos y cinco nietos, una felicidad difícilmente superable. Mientras los hijos fueron niños y adolescentes, vivimos en el centro de la ciudad, vivienda pequeña, compartida por los cinco de la familia, la chica que trabajó con nosotros durante cuarenta años y un perro, pastor alemán, ganador de todos los concursos posibles y educado en extremo.
  Así las cosas, un buen día los hijos se independizaron, las finanzas se tornaron favorables y habíamos alcanzado el medio siglo de fructífera vida. Aproveché la ocasión para decir que que había llegado el momento, que proyectara la casa de sus deseos y adelante con el proyecto y la realidad. La pensó y desarrolló justo a su medida. Hasta tal punto, que en nada participé. Siempre que me consultaba algo (mujer a la postre, aunque muy leída e independiente) obtenía idéntica respuesta: "Hazlo como te guste". Así sucedió y, en confianza, debo decir que algunas cosas no salieron a mi entera satisfacción, pequeños detalles. Cuando la inauguramos, la vivienda era su sueño y proyección, hasta el más pequeño detalle, incluída la ubicación, cerca pero fuera de la ciudad. De ahí mis viajes diarios.
  tras este exordio, vuelvo a la radio. esta mañana escuchaba la presentación de un libro en charla con el autor. Más de novecientas páginas en torno a la vida, obra y milagros de Rainer María Rilke, poeta de mi devoción al que me encantaba explicar cuando los programas escorares así lo permitían, dentro de la literatura universal como marco fecundo en el que instalar la española.
  No llego a enfadar ya, porque la edad me va proveyendo de madurez y templanza comprensiva creciente, pero aún me producen aspereza espiritual estos acontecimientos. ¿Cuánto tiempo necesitará un lector medio para leer el libro en cuestión y aprender, por ejemplo, que a Rilke le gustaba pasear por los riscos y entusiasmarse con el balcón de Ronda sobre el vacío?  ¿Y no sería mejor que ese tiempo lo dedicara a leer los hermosos textos de Rilke, alemán o cualquier buena traducción, en lugar de perder el tiempo con aproximaciones mediatizadoras? He ahí un gran problema de la literatura y la crítica en estos tiempos, en los que casi todo el mundo consume prólogos y excentricidades eruditas, y casi nadie ha sido enseñado a leer con entusiasmo y pasión a los grandes que nos hacen grandes leyéndolos como corresponde).
  Por eso he titulado así. "Cuento de Navidad", en recuerdo y homenaje al gran libro de Dickens, tan emocionante, tan solidario, tan bien escrito. Recomiendo su lectura en estas fechas de dolos ajeno, tristeza compartida y, finalmente, alegría profunda por lo que significa la Vida naciendo, así como la premonición positiva de lo que nos habrá de llagar con el tiempo humano impregnado de lo divino. y ya que me pongo, no me restrinjo a un sólo libro. Añado otros dos, "La pequeña Dorrit" y "Grandes esperanzas". Dickens no defrauda nunca, mucho menos en estas fechas de villancicos y mazapán, también.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Enseñar Literatura

    Una vez más, la polémica que algunos creíamos superada y resuelto el problema y la dicotomía falsa: enseñar/aprender  o no Literatura.
  Hubo un tiempo, durante la transición política española, en que la libertad, afortunadamente, se instaló en todas partes. Lo necesitábamos para la salud física y mental de los españoles, en plan individual y colectivo. Pero siempre acontece cuando las aguas desbordan el cauce tradicional, hay peligro de inundación destructiva. Sucedió. En las aulas de la universidad todo se discutía. Y eso era bueno. Lo malo estaba en la falta de preparación para el diálogo. Y se instaló un peligro evidente: hablar de cualquier cosa con escaso conocimiento, aduciendo que cualquier opinión es tan válida como otra. Aquellos vientos trajeron estas tempestades. Basta conectar diez minutos la televisión y parar mientes en cualquier programa, sobre todo los políticos y los rosa: todos pontifican a gritos, desde la más supina ignorancia y, además, cobran por hacerlo.
  Otro dato importante, la enseñanza y la educación. Aquel genio de libertad dió en promover que la enseñanza debía ser divertida y que los profesores (incluídos los universitarios) debían motivar a los alumnos. Pues bien, salimos de la dictadura con dificultad en la lectura comprensiva, para desembocar ahora en la carencia de lectura: una tablet lo resuelve todo, como dicen los herederos de aquellas leyes docentes de infeliz recordación.
  Las Facultades de Letras dispersaron saberes, redujeron conocimientos y se vino a confundir información con sabiduría. Hubo que improvisar profesores a gran ritmo. Y fueron bien considerados los que, después de unas notas tomadas de manual,decían ante un cuadro del Bosco "!Mucha belleza ¿verdad?". O después de leer un texto de Rubén Darío exclamaban "!Qué bonito!"
  Así nos luce ahora el cabello undoso, por no decir que así nos brilla el pelillo de la dehesa. 
  Digo todo esto porque haces unos días participé en un coloquio sobre literatura moderna, amablemente invitado por un antiguo alumno que ahora dirige un taller de creación literaria. Escuché con atención y,cuando me correspondió hablar, dije que la literatura se puede enseñar, como cualquier otra parcela del conocimiento humano, laboriosamente acumulado a lo largo de la historia. Los ponentes anteriores coincidían, casi todos, en que el arte (la literatura, por tanto) no se puede enseñar, es cuestión de cada uno, de su intuición y sensibilidad,  y otras zarandajas por el estilo. Y lo triste es que lo afirman sin rubor, ignorando su propia ignorancia, una especie de pleonasmo psicológico de difícil superación aclaratoria. Siempre se ha estudiado poco en el mundo de las humanidades. Ahora menos. Basta con observar programas y hablar con los licenciados medios, que brotan de la universidades como abundantes frutos fuera de temporada.
  Como los ví afectados, si que vanidosos en sus creencias, les recomendé que leyeran el prólogo que coloqué al frente de "Literatura hispanoamericana. Textos para el comentario", dedicado a mis estudiantes de los primeros cursos de Literatura en la universidad. Incorporo dos párrafos:
  "Enseñar Literatura no es otra cosa, en síntesis, que enseñar a leer con toda la hondura y capacidad de discernimiento posibles. Sucede que para desarrollar esta labor se precisan tres elementos y un caldo de cultivo: el profesor, el alumno y el texto, que reunidos en MESTER común  --ahí el citado y casi biológico caldo de cultivo-- realizan el comentario y, por ende, la enseñanza necesaria y posible como transmisión de vivencia de lo literario.
  La necesidad del comentario se revela incuestionable, ya desde los niveles de la sugestión, por lo que resulta ocioso un razonamiento ad hoc. En tanto que profesor, estoy convencido de que es el único método  --en todo caso, el más válido-- para una eficaz labor pedagógica donde se descubre,además, el corpus histórico y, por encima de él, la entraña última del fenómeno literario. Lázaro Carreter lo ha notado certeramente. Sucede, sin embargo, que los métodos de comentar no han tenido demasiada aceptación en nuestros pagos. Entre nosotros (universidad, profesores, alumnos inseguros) ha sido prestigiosísima la clase-conferencia-magistral, cuanto más documentada y apabullante, mejor. Y continúa siéndolo para graciosa desesperación de los que discrepamos. Por otra parte, la legislación siempre ha dado pié a la teoría profusa, al contemplar la clase práctica como simple complemento de la obligada teoría, expositiva, histórica, monologal y excluyente de la posible voz de los alumnos, acostumbrados al cómodo silencio receptivo".
  Recuerdo a los lectores, que ésto lo escribía por los años ochenta del siglo pasado, en prólogo orientador que se extiende hasta las cincuenta páginas, por si os pica la curiosidad histórica.

martes, 1 de diciembre de 2015

"VERONICA Y EL HOMBRE BELLO"

    Estupenda narración esta de Angela Reyes, excelente amiga y escritora que nos ofrece ciento setenta páginas de buena prosa, tersa,bien modulada, flexible y acogedora para que la lectura resulte no sólo interesante, sino atractiva y compensadora.
   Reconozco que, al principio, el título me desorientó un tanto, máxime contemplando la ilustración de portada, pero me bastó leer "el mes de la mostaza" para que todo me quedase claro, incitador y sonriente, aunque aún seguía sorprendiéndome la iniciación con el mes de mayo, perfectamente asimilada la estructura y organización tempo-espacial a medida que pasaban las páginas, que culminan con el claroscuro final, cuando la niña ya no lo parece tanto, quizá porque ha madurado y el dolor suele ser síntoma de adultez, no importan los años cumplidos. "Entro en una calle de casas pobres y niños descalzos que corren tras un gato y me detengo para echar la última mirada al monte. En la cima ya han crucificado a los ladrones. Sus dolorosos gritos y sus maldiciones ruedan ladera abajo. Al Maestro le falta muy poco para llegar a la cima. Le veo subir lentamente, cojeando". Aquí ya el humor se ha transmutado en tragedia, como estaba previsto por la profecía bíblica. Aunque una páginas antes, pregunta: "Dónde vas?". "Al Monte de los Olivos, a pasear un rato y estirar las piernas".  "¿Tan de noche? -!Por toda la arena del desierto! Con treinta y tres años y no sabe mentir".
  Jesús de Nazaret humanizado, traído al mundo de hoy, y de siempre, por una niña de diez años que lo ve como uno más de los que se acercaron cuando el Maestro sugirió: "!Dejad que los niños se acerquen a Mí".
  Una hermosa historia llena de matices, vista a través de los claros e inocentes ojos de una niña sin prejuicios, libre de los pervertidos principios de los mayores maleados por la historia, la sociedad y la propia vida. Con otros dos personajes importantes, la mujer pública y un perro, pues que los animales forman parte natural de la vida infantil, para que todo resulte más creíble y cercano.
  Un acierto formal y temático ya desde las palabras del título, la imagen del "hombre bello" ( "Sólo era un hombre que decía cosas bellas"). Y el nombre directo de Verónica, que vale por miles de imágenes posibles, tanto si se sabe quién era este personaje, cuanto si se ignora. Imagen y palabra que sirven para iniciar, y concluir, la historia más extraordinaria de nuestro mundo. Libro estupendo. Recomendar su lectura no es sólo un acto intelectual de buena crítica, sino la obligación inevitable de un orden moral previamente vivido. 

lunes, 30 de noviembre de 2015

" A LA SOMBRA DE LA CATEDRAL"

   Buen título para un artículo religioso, para un ensayo doctrinal, para un libro de poesía, cual es el caso que nos ocupa. Con ello se cumple uno de los requisitos de la escritura: intentar que los títulos sean un anticipo sintético y estimulante de los contenidos del libro. En esta ocasión se cumple por completo. Máxime, si le añadimos el subtítulo, "Poemas viejos y nuevos", que incluye el concepto, y también la praxis adecuada, del tiempo, uno de los grandes temas y problemas que han acuciado al hombre desde su aparición en la tierra, como ser vivo que piensa y razona.
  El autor se llama Manuel López López y es persona culta, plurititulada y catedrático de latín durante muchos años. Todo ello hace que, desde la perspectiva formal, el libro y pos poemas respondan a la más estricta y adecuada teoría literaria, de modo que versos, estrofas, rimas posible, imágenes y música siempre, están troquelados como cabía esperar. Nada que decir en tal sentido.
  Ello no obstante, estimo que el libro se salva mucho más por los elementos emocionales, desde el hondón del alma del poeta, hasta las más delicadas fibras receptivas de los lectores, que siempre será legión en proteico abanico de caracteres y capacidades receptivas.
  El prólogo de Juan Antonio López Delgado, antiguo y brillante alumno mío, compañero del autor en la docencia, revela y clarifica las claves de la poesía encerrada en este libro. A él os remito, aunque tengo dudas acerca del momento en que el lector debe abordar, antes de leer los poemas o después de haberlos leído.
  La cuestión la vengo arrastrando décadas. Siempre he predicado a los alumnos que los grandes libros, en la Facultad, deben leerse de manera virginal, sin mediatizadores trastornantes e inhibidores del propio pensamiento y la personal sensibilidad: ni prólogos, ni notas a pie de página ni nada parecido, para lo cual tiempo habrá después de la primera impresión lectora, que la erudición nunca debiera sustituir al conocimiento limpio y previo, sino complementarlo a posteriori.
  En todo caso, estas cuatrocientas cincuenta páginas de poesía en verso constituyen "un florilegio poético de recuerdos entrañables, un ramillete de perfumes, melodía de canciones dedicadas a Murcia, a sus fiestas populares, a sus monumentos y a sus gentes", como rezan las palabras que las introducen. Totalmente de acuerdo.
  El libro lo vamos a presentar mañana, lo que me congratula. Lo celebro por cuanto es un hermoso libro de poesía viva plena de homeneje. Y también, porque el autor haya tenido la deferencia de convidarme a la presentación, delicadeza que le agradezco. Allí nos veremos para hablar de poesía y de lo divino y lo humano, a la sombra de la Catedral, buena sombra para que se cumpla el vaticinio de Hölderlin, el poeta loco a fuer de cuerdo: "Pleno de méritos, pero es poéticamente como el hombre habita esta tierra". 

viernes, 27 de noviembre de 2015

DOS LIBROS, CUATRO AMIGOS


        Son dos libros de reciente aparición, que han llegado esta mañana a mis manos. El primero me ha sido entregado en la escalinata de la Facultad de Letras, cuando yo salía de mi despacho para el café matutino. El segundo, me lo ha entregado el autor justo cuando me disponía, ya en el velador de la terraza otoñal, a los primeros sorbos del humeante café sin azúcar, bien cargado según tradición inveterada en mí, que debería cambiar a tenor de la edad que voy atesorando y pese a la genética excelente que me vino en herencia. Pero, ya se sabe, "video meliora, provoque, peiora sequor".  Los romanos ya eran así de prevenidos y meditadores.
   Las matemáticas no fallan en el título. Un libro puede ser un amigo o un réprobo para el resto. Pero también pueden ser dos amigos, si el autor hizo méritos humanos amén de profesionales: el propio libro y sus bondades, más el autor cristalizado en buena persona, que lo cortés nunca estuvo reñido con lo valiente.
   Esta mañana son dos libros y cuatro amigos, con el rizo añadido de la amistad previa a la escritura, por lo que la aritmética emocional se transmuta en matemáticas fractales sin mayores averiguaciones intelectuales.
  Carmen Pérez Ballesteros es autora del primer libro, "Esperanza", palabra-título que anticipa bien y sintetiza el mensaje múltiple acogido y expresado en todos y cada uno de sus poemas. La dedicatoria y los agradecimiento ya constituyen todo un programa de vida y poesía. El prólogo de Juan Tomás de Frutos capta el meollo de la cuestión con palabras adecuadas: "Carmen versifica como pocos y nos atiende con pretensiones que nos invitan a ver el mar y el cielo con sellos de pura garantía de felicidad... Nos habla, como sólo ella es capaz, de golondrinas, de su abuelo, de la sociedad toda, de los sueños, del alma, de la extensa y genuína Fe y de la luz que alumbra donde debe".
  Todo lo comparto y ratifico después de leer tan sentidos versos. Y sólo me resta invitaros a su lectura, que no os defraudará.

          "EL  HOMBRE  Y  SU  DESEO"
 El otro libro responde al título que acabo de incorporar. Su autor es un maestro de larga trayectoria profesional, muy prestigiado en su mundo, que siempre anduvo interesado por la cultura, por las letras, escritor vocacional y gran lector. Lo conozco muchos años y venimos desarrollando una amistad bien fundamentada.
  De entrada, dos cosas hay que decir del libro: la "fermosa cobertura" (Marqués de Santillana dixit) de la edición material, desde el diseño hasta la calidad del papel y la cartulina, mate, de las portadas; rasgo muy de agradecer en estos tiempos un tanto ramplones a la hora de conformar un libro. La otra viene dada por la cantidad y, sobre todo, por la calidad de los poemas incorporados, al extremo que bien pudiera decirse que se trata de una obra completa, pues abarca largo tiempo vivido y escrito.
   Como entrada, incorpora unas paginas autobiográficas, esclarecedoras de lo que sea la escritura, la lectura y, sobre todo, la elucidación que el autor hace de su propia esencia y vivencia, de manera que nos quede claro a los lectores el conocimiento que de sí mismo tiene el poeta y cómo lo transmite a los demás, con una única y fuerte ambición, de modo que el final pueda ser el previsto y deseado: "El conocimiento de nosotros mismos, de nuestro yo más desconocido, auténtico y humano, de nuestro Espíritu. Por eso me he permitido escribir estas líneas a modo de reflexión previa. Ahora sóis vosotros quienes tenéis que juzgar. Si lo he conseguido será un acierto, si no un rotundo fracaso".
  Nada de fracaso. Todo un acierto el empeño de explicarse. 
  Después viene lo decisivo, los poemas. Abarcan toda una vida, desde los grandes temas de siempre  -amor, muerte, esperanza, transcendencia, etc.-- hasta los, en apariencia, más insignificantes o domésticos, convencido el autor de que no importan tanto los temas como el tratamiento poético que se les da. A través de las citas y dedicatorias, queda claro el alto acompañamiento elegido.
  El título es ambicioso; y los logros, adecuados. Aquí hay clara inapiración, conocimiento de los resortes que atañen a los versos y la poesía, convicción de que las vivencia y observaciones deben ser transformadas, atendiendo a los deseos de Mallarmé, cuando decía que los poemas se hacen con palabras, no con sentimientos ni con ideas. Pero Francisco Martínez Merino sabe que ideas y sentimientos constituyen la base de la buena poesía. Aquí está, también, la música de las esferas pitagóricas, que es tanto como decir la música del universo, que es tanto como afirmar que la música, condensada y bien temperada es la que informa toda la poesía que se precie, que ya lo decía Fray Luis de León:"Salinas, cuando suena / la música acordada,/ por vuestra sabia mano gobernada". Música que siempre termina en las palabras que forman los versos, para que la poesía logre las alturas a las que está destinada.
  Es un muy buen libo "El hombre y su deseo", que responde a la idea del clásico: "Homo sum, humani nihil a me alienum puto". A nuestro autor nada de lo humano se le escapa, bien porque lo ha vivido directamente, bien porque ha sido capaz de asimilarlo a través de la observación profunda de las circunstancias vitales, que le fueron llegando con los trabajos y los días.
  Libro excelente, cuya lectura recomiendo, para que los lectores reciban los mensajes compensadores que yo he recibido leyéndolo. Una experiencia gratificante y placentera.

lunes, 26 de octubre de 2015

Complicada historia de un libro

   Un libro que, por fín, se publica, pues está en pleno fragor de máquinas y tinta, según me comunica la persona responsable de la edición. Albricias y las mejores esperanzas compensadas, mucho más de valorar en estos tiempos felices en que lo virtual y las pantallas parecen arrasarlo todo: es un triunfo que las palabras lleguen al papel de buen gramaje con el peculiar olor de la tinta todavía fresca.
  La historia comienza en octubre de 2011, al atardecer, cuando celebrábamos la clausura del Congreso dedicado a la vida y la obra de Mario Vargas Llosa, el brillante Premio Nobel de Literatura, viajero impenitente a nuestra ciudad durante muchos años, para entregar el Premio de Novela que lleva su nombre, de tan feliz trayectoria. El acto resultó eminente, por el fecundo coloquio mantenido entre el autor de "La ciudad y los perros" y el profesor Javier Polo Alba, profundo conocedor de su obra.
  Allí se acordó publicar las conferencias, excelentes trabajos de los participantes, por parte del Rector de la Universidad y el presidente de la Fundación Mediterráneo, institución patrocinadora del evento. Un mes después, el libro estaba dispuesto para entrar en máquinas y ver la luz de la publicación.
  Pero los manes de las crisis y otras circunstancias, dieron al traste con los buenos propósitos. Y los trabajos y los día dieron la conformidad a Hesiodo, mucho más por el transcurso de los días sin amanecer, que por la bondad de los muchos trabajos que componen la peculiar historia.
  Corramos un tupido velo sobre la formidable y espantosa máquina de lo administrativo y burocrático, incluída la universidad, bastante adormecida y anquilosada como institución, que poco valora las humanidades en este mundo tecnificado por la informática que, algunos bobos influyentes, consideran panacea universal sólo por el hecho de existir, desconociendo que es un gran invento sometido a la voluntad humana, como ha sucedido con todos a lo largo de la historia.
  En todo caso, entonemos el gaudeamus adecuado, pues hace unos días la joven responsable de la edición, como digo, me ha comunicado el final feliz de esta historia sorprendente. Espero, con ansiedad de joven profesor, tener el libro entre mis manos. Y en cuanto se produzca el milagro largo tiempo esperado, será un placer ponerlo en vuestro conocimiento.

domingo, 11 de octubre de 2015

Libros que llegan a la mesa

   A la mesa de trabajo, naturalmente, pues costumbre inveterada es que los editores hagan llegar sus publicaciones a los despachos de quienes damos clase a elevado número de alumnos. Diz que por generosidad y para ayudar a los asendereados profesores, cuyas universidades, de siempre, han dispuesto de pírricos dineros para tal menester, la compra de libros y otros elementos que pudieren sustentar un trabajo digno, considerando a los estudiantes y sus necesidades como elemento central de su atención y largas miras. Nunca lo dudé, pero también algo habrá de sutil implicación fenicia en el menester (nunca mejor dicho), por otra parte muy respetable y, si me apuráis, necesaria para el buen gobierno de la república o reinado de las ciencias y las artes.
   También los escritores de toda laya y condición suelen hacerlo. En general, con amables dedicatorias, no exentas de cierto halago,, más o menos elegantes y sutiles, dependiendo de la calidad de los libros que alcanzaron a redactar y componer.
   En todo caso, bienvenido sea este trabajo, tráfago y movimiento de libros por calles y plazas, por despachos, estudios y aulas. Que el buen paño ya no en el arca se vende, como parece que aconteción en pasadas épocas, según dicen los que no renuncian a la Arcadia feliz.
  Durante la última semana me han llegado una docena larga. ¿Tanto se publica en este país? No me extraña que los bosques anden temblorosos y preocupados por la supervivencia nemorosa. Y también los ecologistas, que alguno debe haber generoso de su tiempo y su trabajo, ajenos al doblón en bolsa, como suele ser corriente y habitual en estos tiempos que nos toca vivir.
  En esta ocasión, y aprovechando el día de la Hispanidad, he dejado a la puerta de mi descho medio centenar de acumulados libros, no todos buenos, aunque algunos excelentes, para el mejor fín que para ellos imagino: que los recojan los esudiantes y los llevan a sus estanterías, quiz.a no muy repletas.

sábado, 3 de octubre de 2015

Inesperada biblioteca

He pasado unas cortas vacaciones en Extremadura. Mi mujer era la única región española que no conocía y le ha gustado mucho la tierra, el austero paisaje de media montaña y dilatadas llanuras para las espigas de cereales, así como verdes dehesas para la cría de cerdos pata negra, toda la piel oscura y peculiar configuración de cabeza y hocico prognato. Las gentes, muy amables, picando en lo servicial digno.
  Hemos habitado una casa de planta baja, muy antigua, pero especialmente preparada para el menester , restauración moderna y funcional. Lo hemos pasado bien, relajados y gozando de silencio y tranquilidad.
  Pero lo más sorprendente ha sido la biblioteca que hallamos en una leja del salón, veinticinco libros variados, entre los que cabe destacar media docena de calidad, no asequibles para lectores medios o simplemente aficionados a la lectura discreta.
  Debo decir que la dueña del mesón es persona culta, retirada del mundanal ruído de las grandes ciudades y que, hace años, decidió emplear su patrimonio en media docena de estas casas, restaurándolas adecuadamente para un turismo elevado, exigente, que no solo busca sol y mar. El acierto ha sido pleno, pues recibe solicitudes de numerosos países, incluídos Japón, Canadá y Australia.
  De ahí los libros y, también, otra buena colección de discos con música clásica y popular bien elegida.
  A estos niveles, la región ofrece paisaje austero, gentes acogedoras, profundas raíces de historia y arte, amén de gastronomía notable, no en vano este año Cáceres ostenta la capitaidad ineternacional de la buena mesa.
  Y ya que cito esta ciudad, su centro histórico es una maravilla que aúna iglesias y palacios excelentes, una vez que los castillos han pasado a segundo plano por razones obvias.
  Una pequeña anécdota significativa. Hemos visitado varios restaurantes, como es obvio. Y en el más frecuentado por sus buenas viandas, dos camareros, chico y chica, nos sorprendieron por el buen conocimiento que tienen de Gabriel y Galán. Habían leído "Los santos inocentes" de Miguel Delibes, que merecía ser extremeño, según dijeron, por lo bien que retrataba esta tierra. Incluso, ya en confianza, nos recitaron "El embargo". No está mal.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Dictado, cálculo, lectura en voz alta

   Ahora resulta que, los recalcitrantes y obsoletos renovadores de siempre, dicen que retrocedemos en lo bueno para incidir en lo malo y superado. Lo ha hecho Francia, el país de Villon, Descartes o Victor Hugo, por citar tres de los posibles trescientos ejemplos que pudieran espigarse dentro del fecundo campo intelectual y educativo del país vecino, cuya Enciclopedia sigue siendo referencia indiscutible, aunque algunos "revolucionarios" de pacotilla crean que se trata de un libro para la educación general básica.
   Los gobernantes franceses han observado una bajada impresionante: el nivel de preparación de sus niños. Piensan poco, hablan mal,  escriben peor y apenas se manejan con el cálculo mental. Todo previsible desde hace años. Algunos, pocos, lo venimos diciendo, prédica en el desierto frente a la legión de "pedagogos " y "psicólogos" improvisados que, ignorando a Luis Vives o Herbart, decidieron que la libertad infantil, muy democrática, para elegir el qué y el cómo en su educación, estaba por encima de cualquier "obligación", por coercitiva y devastadora.
   En consecuencia, han decidido volver al dictado diario, el cálculo matemático y la lectura en voz alta. Gravámenes ominosos para un ciudadano de ocho años, que ya tiene madurez suficiente pra prescindir de tales prácticas antediluvianas. Triste vida la que aguarda a los enfants franceses.
  Por el contrario, quizá porque éramos más tontos, yo viví con fruición esas tres prácticas viejas. Me gustaba la hora del dictado: textos estupendos, muy bien seleccionados por el excelente y trabajador maestro. Historias preciosas, conocimientos directos y subliminales que llegaban al cerebro y el corazón, corrección de faltas gramaticales intercambiando cuadernos con los otros niños, etc. Un gozo, a todas luces.
   El cálculo reducía el número de felices, por abstracto y menos visible. Pero se realizaba por justo, bueno y necesario. A la mayoría nos fué muy bien a lo largo de la vida, aunque los estudios superiores, en muchos casos, estuvieran alejados de  ingenierías y ciencias de laboratorio.
   La lectura en voz alta, nuestro gran placer. Aguardábamos con esperanza el jueves por la tarde. Los niños, libro en las manos, ordenados en semicírculo y de pié frente al maestro, pendientes de sus indicaciones aleatorias para el turno de lectura personal. No había nada mejor en las tareas escolares.
   Bienvenida la obsolescencia de escribir bien, calcular con precisión y leer  con entonación adecuada historias instructivas y maravillosas.
 N.B.- Si todavía fuere necesario explicar las bondades y beneficios de semejantes prácticas, es que la degradación intelectual, sensible y de amor a la infancia, es mucho más grave de lo que algunos optimistas pensamos.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Una Cátedra que aglutinaba

  La Cátedra de Literatura Hispanoamericana, de la Universidad de Murcia, este pequeño rincón del Mediterráneo, como elde Cela en "Pabellón de reposo", ese texto lírico a fuer de narrativo y emocionante, del que ahora me place recordar: "Me duele el pensamiento, de no volverte a ver, viejo rincón", magnífico alejandrino clausurado con un elongado pentasílabo adónico.
  Me acaban de hacer una pequeña entrevista para periódico de allende los mares, expresión troquelada con éxito por Menéndez y Pelayo, cuando citaba los poetas líricos en castellano como de aquende y allende los mares, todos uno y lo mismo, proyectados por la lengua común. Pues bien, el periodista, joven y culto, me ha planteado, por enésima vez, la pregunta: ¿Por que Hispanoamericana y no Latinoamericana. Y por enésima vez, también, he respondido que por coherencia con la historia, la geografía y, sobre todo, la lengua. Nos referimos alámbito hispanoahablante (no latinohablante, iberohablante, etc.) con el castellano como idioma compartido, muy lejos ya de aquella boutade de Clarín: "Los españoles somos los amos de la lengua". Primerro, porque nadie es amo de ninguna lengua; pero si los hubiere, Rosemblat contestó muy bien en su momento.
  Así que, la tierras americanas al sur de Río Grande, donde se habla y escribe castellao, son hispanas en este sentido. Y por consiguiente, Literatura Hispanoamericana, al menos hasta que se produce la independencia y aparecen los nuevos países. Y aún así, hay literaturas nacionales de veinte repúblicas, todas escritas en castellano (ahora sí, español), de manera que todas aglutinadas siguen constituyendo la gran Literatura Hispanoamericana. Sin complejos, antes al contrario, hermosamente orgullosos de compartir tan esplendorosa lengua.
  Porque todo criterio básico que no surja de la lengua, estará viciado siempre por la coyuntura política y otras coyunturas todavía más perversas y perecederas. Pues que al fín y la postre, la literatura es el cultivo estético de una lengua. Nada más, pero también nada menos.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Alumnos, profesores, seleccion inteligente

   Ya sin vinculación directa con la enseñanza, ello no obsta para que permanezca mi preocupación por sus vericuetos y entresijos, aun convencido de que predico en el desierto, porque ni padres, ni gobernantes, ni asociaciones varias tienen un interés cierto y generoso en modificar, perfeccionándolo, el sistema.
  Casi todo parte de la ignorancia cazurra, cuando no culpable. Postura generalizada de padres: que no toquen a mi niño, que no presionen con excesivo trabajo, que obtenga buenas calificaciones, que se divierta y lo motiven. y buenas vacaciones.
   Postura de políticos: ellos trabajan desde la mentira, la  ocultación y la inmediatez, con halagos extraños para lograr votos hasta las próximas elecciones. En caso contrario, no serian políticos. También trabajan desde la ignorancia, eso sí, rodeados de "expertos" bien pagados. Nunca les importó una buena educación, porque ciudadanos cultos que piensan, ciudadanos peligrosos para el poder, para todos los poderes.
  ¿Y las asociaciones? En general, más parecen sindicatos reivindicativos de no se sabe qué, con intento añadido de organizar el centro a su medida.
   Y mientras tanto, libros blancos, discursos hueros, parches a lo ya parcheado y, ahora mismo, los emergentes traen su apresurada refor ma enésima. Tampoco muy de fiar, porque se han convertido en partidos políticos. Y donde el prior juega a las cartas ¿qué hará la comunidad, aunque algunos miembros sean neófitos recién llegados con buenas intenciones?
    Debo pedir disculpas: mucho tiempo con estas páginas abandonadas. Muchas cosas han sucedido desde que escribí el párrafo anterior, celosamente guardado para continuar. Y aquí estamos de nuevo, que es lo importante, por si continuáis con el deseo de seguir leyendo. Enlacemos.
   Todo esto es muy conocido y aburre un poco. Vamos a dejarlo para centrarnos en las tres palabras, hoy tan abandonadas.
  Alumnos. Bien, un alumno es un matriculado con deseos de aprender algo, una carrera por ejemplo, que viene a las aulas con capacidad, ansias de aprender y abierto a los profesores, convencido de que el peor siempre podrá enseñarle algo. Debiera mostrarse inquieto, pero no revoltoso; aceptar la doctrina y discutirla desde la razón y el respeto; capaz de aportar algo al conjunto de la clase; convencido de una misión social, puesto que él es un privilegiado frente a miles de desheredados de la fortuna y el saber. En definitiva, buen estudiante. Sin ínfulas de cambiar el mundo desde su propia ignorancia tontamente audaz. Tarea ingrata, pero compensadora.
   Profesores. Palabra comprometida y espinosa. Hay unos que consideran la explicación de su asignatura como el desideratum ideal. Hay otros que, alguna vez, descienden a conversar con los alumnos. Hay los demagogos que, ignorantes incluso de su propia asignatura, pretenden que "vamos a aprender juntos: hagamos un debate sobre las matemáticas, el derecho consuetudinario o las preposiciones", por poner ejemplos "a la paàge" de la modernidad y el cambio.`Pero hay los vocacionales, sacrificados, buenos conocedores del saber que han de transmitir y grabar en los alumnos; que dedican mucho más tiempo que el oficial a la tarea; que siempre están dispuestos a resolver dudas; que incitan al trabajo compartido; que no engañan con actitudes (a veces también aptitudes) inentendibles y egoístas; que fueron bien seleccionados, con exigencia necesaria, donde quedaran bien contrastadas las virtudes físicas, intelectuales y morales del candidato. Que para esta tarea, cuasi misional, muchísimos son los hetero y autopostulados, y muy pocos debieran ser los elegidos.
  Selección inteligente. Vaya sintagma. Los selecciondores, primero, tienen que ser inteligentes: virtud demasiada escasa, sobre todo en los despachos oficiales, donde suelen ejercer "funcionarios" (en el peor sentido de la palabra) al servicio de sus jefes  (políticos coyunturales y efímeros) que deciden. Si la inteligencia escasea, la selección siempre será mala. Y así nos luce la cabellera undosa. y así cotinúa brotando el pelillo de la dehesa.
  Pese a todo, estimo que si hay alumnos adecuados y profesores idóneos, todo lo demás estará resuelto por añadidura evangélica. tengo gran confianza en ello, pese a mi edad ya en franca despedida. Parafraseo a Garcilaso: "No me podrán quitar el comprometido / sentir, si ya del todo / primero no me quitan el sentido".  Y añado el poema de Brecht "Hay hombres que luchan un día...".
  Me preguntaréis qué tiene que ver todo esto con los libros y la virtud. Meditadlo un poco y veréis que tiene todo el sentido del mundo, ciertamente.

viernes, 31 de julio de 2015

Teatro de texto, teatro en plazas y atrios, titiriteros

  Lo escucho y no dejo de sorprenderme. ¿Teatro de texto? Pero ¿es que puede haber, a estas alturas, un teatro que no lo sea? Decía el interlocutor que "es muy difícil, porque hay que aprenderse los textos de memoria".  Claro, y declamarlos después para que lleguen al público como conviene. ¿Se imaginan un tenor quejándose porque ha de aprender letra y música de las arias?. Pues así andamos, en estos tiempos difíciles para la lírica, que suele ser confundida con vagidos emocionales a flor de piel doméstica; pero mucho más para el teatro, que apenas trasciende los musicales, los monólogos ingeniosos, y los titiriteros de toda la vida, éstos muy necesarios como caldo de cultivo y expresión popular para la diversión y el entretenimiento.
  Pero el teatro debiera ser otra cosa, si de niveles culturales, intelectuales y de profundas emociones compartidas hablamos.Las tragedias griegas, algunas de las romanas, las comedias y dramas del mundo antiguo (Esquilo, Sófocles, Eurípides, Plauto, Terencio), el teatro medieval de iglesias, castillos y plazas, las obras de Shakespeare, nuestro teatro clásico... Todo esto debiera ser conocido y representado antes de las "innovaciones" e "inventos" que pululan por doquier. Que más vale lo bueno conocido que lo otro por conocer, pues que si seguimos considerando el teatro como simple divertimento para distraer a un público, en general, ignorante, flaco favor social y cultural estamos haciendo, a no ser que tomemos en serio la ironía demoledora de Lope de Vega: "El vulgo es necio y, pues lo paga, es justo /  hablarle en necio para darle gusto".
  Claro que el teatro, como la lectura que merece la pena, nace con la niñez  y a partir de ella debe desarrollarse. Grandes obras adaptadas como conviene a cada edad y condición. Buenos maestros conocedores que orienten a los niños en las representaciones de esas obras (antiguas y modernas, que el talento creador no es privativo de ninguna edad, por más de oro que unas alcancen a ser más que otras), teatritos y escenografías trabajadas en común, sin concesiones acomodaticias. Que los niños son pequeños, pero no son tontos. Y una vez establecida la plataforma, el desarrollo personal y colectivo se dará por evangélica añadidura, siempre fundamentado en la libertad culta que sabe distinguir el trigo de la paja.
  Cuando muy joven, en bachiller, una profesora y un profesor dignos de todo encomio, nos hicieron representar "La verdad sospechosa". Ya imagináis la pobreza de medios, carestía de casi toso, salvo la imaginación, el esfuerzo estimulado y el bien hacer final. Cuando les propusimos para el trimestre siguiente "El condenado por desconfiado", con buen criterio no nos hicieron caso. En su lugar, representamos "Tres sombreros de copa". En ambos casos nos divertimos mucho, aunque ignorábamos por entonces que estábamos poniendo en práctica la conocida fórmula horaciana, quizá extraída de la "Epístola ad Pisones".

Coda del texto anterior, con fotografía


EL TIEMPO PASA, LA ESENCIA PERMANECE

miércoles, 29 de julio de 2015

Dos condiscipulos de la Escuela Primaria, alla en Castilla

  Dos buenos amigos, los dos vivimos en Castilla la niñez y primera juventud. Y alla por la historia, siendo adolescentes, emprendimos viaje por caminos distintos.
   Todo comienza el año 1948, en el pueblo que toma nombre de rio porque se ubica junto al nacimiento del Duero, al pie del padre Urbion. El se llama Roman Martin Simon y  mi nombre ya lo conoceis. Compartimos pupitre y con eso esta dicho casi todo.
Prolegomenos para entender la historia. Duruelo de la Sierra pertenece a varios municipios, la Tierra de Pinares, de Soria y Burgos, con una peculiaridad: la propiedad de montes comunales.
   Durante mucho tiempo, la comunidad de propietarios podía vivir sin trabajar, tal era la cantidad de dinero que recibían por la suerte de pinos: unas 80.000 pts. por matrimonio ("Suerte" completa, media suerte cuando eran solteros).  Por aquel entonces, un maestro nacional ingresaba unas 10.000pts. anuales brutas. Vivían tan bien, que las mujeres solían ir dos veces diarias a la carnicería. Abundaba de todo, incluído el pan blanco sin limitación. Será difícil que las nuevas generaciones comprendan que ese era, y en gran medida es, nuestro país, al que había que sacar de dos postguerras. Aquello era una crisis. Pasemos página.
   El caso es que éramos dos amigos inicialmente, Mariano y yo. Después,  Román y yo. Curioso, ambos llegaron a ser alcaldes. De Mariano escribiré otro día, por el momento baste saber que estudió en el colegio del Pilar, Madrid, y llegó a ser un buen ebanista.
   Con Román hice la escuela primaria casi completa. Compañeros de pupitre, como he dicho, el último año de mi permanencia en el pueblo me correspondía ser el primero de la clase por curriculum. Cuando empezamos el curso, yo permanecí el segundo. Como no lo entendía, pregunté a mi padre. Como de costumbre, sacó la petaca, lió un cigarrilo y me respondió:"Dentro de unos años lo entenderás todo". Y se acabó el diálogo que no interfirió en el partido de pelota vasca de la tarde, ni en las partidas de ping.pong y ajedrez por la noche, en el Hogar Rural Juvenil que mi padre  también dirigía, por aquello del Frente de Juventudas y otras lindezas de la Falange.
   Lo que nos permitía unos ingresos extra. Confeccionábamos un periódico mural, Aire Libre, equipo de clase: media docena de alumnos entre dibujantes,  escritores y maquetadores. A los mejores murales de la provincia, la jefatura de la capital concedía un premio de 250 pts. al trimestre. Lo ganábamos siempre, hasta que el jefe provincial envió un oficio a mi  padre ( que conservo) sobre la conveniencia de hacerlo mal alguna vez para que pudieran ganar otras escuelas. Así funcionó durante dos años. Así vivíamos y así éramos felices, porque contra las zarandajas de behaviorismos y otras tonterías psicológicas basadas en la ignorancia, la niñez es la etapa más dura y fuerte de la vida, porque hay que sobrevivir aprendiéndolo todo y no queda tiempo para la desgracia: unos buenos padres, una alimentación discreta y equilibrada, mucho juego al aire libre y regular disciplina en la escuela camino de la vida. El resto lo pone cada niño mientras va independizándose progresivamente.
  Pues bien, el año de mi frustración por el puesto en clase, se produjo el milagro. Se me ofreció la posibilidad de estudiar bachiller. El mes de septiembre realicé el examen de ingreso en el instituto y hasta el momento no he dejado de estudiar.
  Dos anécdotas aleccionadoras.  Primera, las fotografias de carnet. Como en Duruelo no había fotógrafo, me las hizo el barbero de Covaleda, que tenía una cámara. Para recogerlas, tuve que hacer 20 kilómetros corriendo, entre la salida y entrada en aclase, antes de comer( tres horas en total). Segunda, en la estación de ferrocarril de Soria, despedida para iniciar los estudios. Mi padre me despide, con su sempiterno cigarrillo, me toca un poco la frente y me dice: "Ahí tienes  una gran finca por explotar. De tu trabajo y organización dependerá el fruto". El señor que me acompañaba y yo subimos al tren. Como última imagen, recuerdo la figura de mi padre entre el humo y vapor de la máquina, con el puntito rojo del cigarrillo perdiéndose en la lejanía. Desde entonces, estuve tres largos años  sin verlos: tres hermanos, madre y padre. Cuando se produjo el reencuentro, había terminado el bachiller elemental,  reválida incuída.
   Pasaron los años. Perdí contacto con los amigos de Duruelo, Román y Mariano incluídos. Y por fín regresé quince años después, como el conde de Montecristo o el vizconde de Bragelone ( un poco de humor relaja).
   Y vi el pueblo como detenido en el tiempo. La riqueza comunal había casi desapaecido. Tenían que trabajar para sobrevivir, como cualquier hijo de vecino. Lo hacían todos los días de la semana, mañana del sábado incluída. Y presumían de tener  agua corriente y water en todas las casas, no creas.
   La primera merienda en las Peñitas, reunidos los ammigos de la escuela, fue contundente y reveladora. A la sazón, yo regresaba con dos oposiciones aprobadas: Maestro nacional y Catedrático de Instituto. No se lo creían. Y cuando ya el cierzo se dejaba notar al anochecer, con fuego de troncón bien avivado, el más arevido se lanzó a senteniar:"!Qué suerte has tenido! En cambio, aquí nosotros, tirando de tablón por no habernos ido".  Castilla... ayer dominadora.
   Recuperé algunos de los amigos, otros no tanto. Con Román volví a sintonizar muy bien. Incluso  me concedió, como alcalde, el título de Hijo Adoptivo, que  me honra. Luego les vino el falso desarrollo, seguido de la tremenda crisis, de la que saldrán con dificultad, que tal es el país, la tierra y el  tiempo que tenemos. En todo caso, el resto no será silencio (Shakespeare), sino miríadas de palabras que han de llenar el correspondiente capítulo de mis pobladas memorias.

martes, 14 de julio de 2015

Una fotografía reveladora sin salir de la universidad


  He participado en un coloquio sobre la enseñanza y la educación en la Universidad, con el resultado de cierta ´aspereza espiritual´, que diría Balmes. Difícil afrontar el problema cuando las soluciones suelen ser mecanicistas, endogámicas y con el dinero y la productividad material como único horizonte. Inversión y rentabilidad económica.
   Gentes que confunden el valor con el precio, la información con el saber. Y afirman, sin rubor, que nos hallamos en la era del saber porque disponemos de mayor información que nunca, y podemos compartirla a velocidad de vértigo.
   Cuando intenté ofrecer una visión humanista, me miraron con silencio respetuoso, pero no anuente. Les recordé la etimología de universidad, su dimensión católica por universal, incluso global, el hecho de que un buen profesor pueda explicar en cualquier universidad del mundo sin mayores trabas burocrática. Y como estaba en tierra levantina, les ofrecí un ejemplo: Luis Vives lo mismo explicaba en Salamanca, en París o Lovaina con naturalidad y fluidez, arrastrando a sus alumnos.
  Hay que recuperar palabras como maestro y discípulo, precisamente para que vuelvan a surgir los discípulos y los maestros, base de toda universidad que se precie.
   Porque hay algo apodíctico: el prestigio de una universidad radica en sus maestros, sin los cuales todo lo demás resulta vicario y adventicio.
   Razón por la cual incorporo esta fotografía: una muy joven profesora, un profesor de mediana edad. Y un gran escritor-maestro, Arturo Uslar-Pietri. Los tres en el paraninfo de la universidad.

domingo, 12 de julio de 2015

Foto para la historia personal, profesional y amistosa.



  Una profesora muy joven, responsable central de la organización de la Cátedra de Literatura hispanoamericana, universidad de Murcia, así como la jefa del equipo (más de treinta personas, entre profesores y estudiantes) que por entonces ya funcionaba a pleno rendimiento, a satisfacción plena, doctora Rosario Hernández.  Profesor de mediana edad, muchos años explicando Literatura Española, a la sazón Catedrático de Literatura Hispanoamericana, doctor Victorino Polo.  Y un prócer en todo el amplio sentido de la palabra, político eminente y extraordinario escritor, Arturo Uslar  Pietri, que tuvo a bien presidir e inaugurar el magno Congreso literario  "Literatura de Dos Mundos. El Encuentro", celebrado el año 1992, con asistencia de ciento sesenta escritores, profesores y críticos, de aquende y allende los mares (Menéndez Pelayo dixit).  Una experiencia magnífica y un imborrable recuerdo.

sábado, 4 de julio de 2015

Profesores, alumnos, libros y oposiciones

  Vivimos tiempos de exámenes, junio-julio, con la expectativa de la cucurbita pepo y cucurbita melo en crecimiento, como decíamos antiguamente, cuando éramos menos los estudiantes y el horizonte se manifestaba lejano y problemático.
  También vivimos tiempo de oposiciones, esa rareza española considerada la segunda fiesta nacional (la primera son los toros, que también tiene su enjundia), con el movimiento migratorio de miles de españoles intentando lograr una plaza de profesor de enseñanza media. Buena cosa, que diría el cazurro miope. Tengo docenas de antiguos alumnos en el trance. Me han llamado antes y me siguen llamando después de la cosecha. La mayor parte, suspendidos. Pues qué bien. Y las autoridades académicas, es un decir, tan ufanas y contentas. Recomendación encarecida para todos los profesores (presidentes y vocales) que participáis: recuperad la dignidad de maestros y sacudid el polvo de funcionario probo administrativo. Que ya está bien de tomaduras de pelo y desprecio por la enseñanza.
  Breve aclaración para los no entendidos. Veréis, un buen día se convocan oposiciones: pocas plazas y miles de opositores a la caza en dispersión geográfica. Primer ejercicio: un tema del cuestionario oficial y un comentario de texto. Todo escrito. Los aprobados, realizan otro ejercicio variopinto, legislación incluída. Los que tengan la suerte de aprobar, ya son profesores a plenitud. El autor francés de las "Cartas persas" o el español de "Cartas marruecas" tendrían m ucho que decir, sarcasmo incluído, pero los opositores, también los aprobados, suelen ignorar ambos nombres.
   Vamos a ver de nuevo. ¿Dónde están los alumnos y las explicaciones ante ellos y las exposiciones científicas y pedagógicas y la selección de libros que "maestros e escolares" han de leer a lo largo de los cursos?
  Cualquiera tiempo pasado fue mejor, a veces sí. Recuerdo los tiempos ominosos de la dictadura: casi nada teníamos y mucho lo ignorábamos, pero las oposiciones eran mucho más abarcadoras, todas de ámbito nacional por la igualdad de oportunidades, con tribunal único en Madrid. Mis cátedras de Instituto: cinco ejercicios, escritos y orales con diversos niveles, amén de una Memoria sobre concepto y metodología de la enseñanza. En mi caso, incluí una Biblioteca Escolar para estudiantes entre los 10 y los l7 años (Bachiller).
  No estaba bien, pero era infinitamente mejor que la pacata corruptela actual, que parte del analfabetismo funcional y a la ignorancia permanente se orienta. Otro vendrá que bueno me hará,reza la sabiduría popular, aunque sabido es que nunca el pueblo(?) tuvo sabiduría ni fue "vox dei": todo se lo indujeron y asimilaron con intención mostrenca. Y así durante siglos, trabajando el tópico y el halago gratuito, cuando no humillante por despreciativo.
  Por bobo, malintencionado y nefasto para la educación, nunca me gustó el sistema de oposiciones. Mis diatribas habladas y escritas son notorias y múltiples. Pero mi padre, gran irónico además de Maestro extraordinario, solía decirme mientras sacaba la petaca para fumar: "Hijo, un éxito tu actitud en este campo. Te has pasado la vida despotricando y, con mayor o menor fortuna, has aprobado  las siguientes oposiciones: Maestro Nacional, Prof. Adjunto de Instituto, Catedrático de Insituto, Catedrático de Escuela Universitaria, Prof. Adjunto de Universidad, Prof. Agregado de Universidad y Catedrático de Universidad. Deberías enviar un post al Guiness".   ¿Qué seríamos sin el humor? Me pregunto.

miércoles, 24 de junio de 2015

Siempre os invito a leer, nuevo curso de lectura

  Quiza un poco pesado, demasiado extenso el texto que os acabo de ofrecer, resultado de una larga conferencia hace poco impatida. Me lo disculpáis con magnanimidad.
  Este será breve, por justa compensación. Tan solo para invitaros a participar en el próximo Curso de Lectura, que comenzaremos en septiembre. Los interesados , enviadme un correo y seguiremos hablando. Me gusta planificar con antelación, que toda repentización es mala. Mi correo  vicpolo@um.es    Título del curso, " Los libros y la felicidad " .  Basta con vuestro nombre. Feliz madrugada.

Literatura entre siglos y generaciones literarias

    A la hora de organizar los materiales literarios que ofrece la historia, para establecer un mínimo de orden cronológico, temático y de géneros, las dificultades se revelan notables y de no fácil salvamento.
   Los métodos histórico-documentales son más asequibles. En principìo, basta seguir el camino histórico y detectar autores y tendencias a través de los siglos, de manera que los documentos encontrados fundamenten la urdiembre del tejido. Lanson y Larroumet lo dejaron establecido, exigiendo la total ausencia de juicios críticos para evitar la confusión. Pusieron de relive lo que décadas después dirá Rousseau el crítico, al establecer como principio que basta con mostrar lo que se desea transmitir, afirmando:"Esto es un cardo; esto es una rosa". La objetividad mayor posible.
  A su vez, los métodos formalistas optan por, casi, todo lo contrario. Desde la estilística , el campo se rotura de manera muy diferente. Los aportes de Karl Vossler y Leo Spitzer todavía son tenidos en cuenta en la investigación. El formalismo ruso desplegó teorías múltiples que todo el mundo aceptó, de manera especial en las aulas universitarias, vía Facultades de Letras. Y desde  esos orígenes, la dualidad quedó troquelada: métodos historicistas y métodos formalistas como las dos columna que sostienen el edificio de la crítica literaria, de la explicación que los libros necesitan para llegar adecuadamente a los lectores, teniendo en cuenta los diversos niveles de recepción.
  Quizá, por otra parte, conviniera distinguir entre los medios empleados para la explicación práctica de lectura y aquellos otros más propios de la investigación académica, aunque todos tendentes a desbrozar los caminos de los textos creativos, unos más asequibles, otros con notables dificultades a la hora de la exégesis, para que el cuadro resultante quedara bien matizado y visual.
   Así podríamos llegar al paradigma de las Generaciones Artísticas como forma de acceso a las obras de arte. Me refiero a todas las artes, porque conviene recordar que la explicación literaria, en numereosas ocasiones, corre un poco a estímulos de otras artes. Bastaría recordar el método de Francesco Flora, que relaciona la literatura con las demás artes, para entender que las tradicionales cinco, repartidas entre plásticas y del tiempo, constituyen un todo, sólo parcelado a efectos pedagógicos y de comprensión asimilada.
  Tambien es oportuno aludir, como prenotando, a Hegel y Wölfflin en tanto que propedeutas. El primero incorpora la filosofía, muy oportunamente pues que los lenguajes poético-filosóficos arrancan del mismo origen y se bifurcan para complementarse. Cuando establece la dialéctica tesis-antítesis-síntesis aporta un camino que también puede predicarse del mundo literario. Bastaría, para ejemplificar, con recurrir a los movimientos clásicos, románticos y realistas para definir el parangón. Y así saltaríamos del pensamiento filosófico completamente abstracto al del arte variado, en este caso con los libros como base de sustentación y meta final del desarrollo. Las tríadas hegelianas han contribuído grandemente a los estudios literarios y su modernidad.
   El arquitecto suizo Wölfflin establece las parejas conceptuales como método adecuado para organizar las artes plásticas. Y a su estímulo, los avisados estudiosos y críticos literarios (no hay que olvidar que los profesores lo son en gran medida) las adoptan sin mayores dificultades. Valga un ejemplo revelador, ancestral y permanente mientras un libro siga siendo lo que es y por lo que nació: la pareja apolíneo-dionisiaco, equilibrio, proporción y medida, frente a irracionalidad, desmesura y falta de límites o fronteras. La fiesta de los placeres físicos será siempre la segunda. La fiesta de los placeres intelectuales, siempre la primera. Apolo y Diónisos, ya desde la lejana y permanente mitología griega para nosotros. 
   Con ello, sucintamente, abocamos al discutido término de las Generaciones en Arte, ahora literarias, que tanto dieron que hablar y escribir a partir de los años cincuenta del siglo pasado, fenómeno importante para agrupar una serie de escritores de parecida edad, gusto por la escritura y ciertos asuntos que les atraían y aglutinaban en alguna medida.
   Cuando Julius Petersen acuña la expresión, todo el mundo se acerca para observar y comprender que se ha dado un paso adelante. Por nuestra parte, será Julián Marías, docto y preparado, pensador que sigue muy de cerca a Ortega y Gasset de quien se declaró discípulo, el que organice un libro a tal menester dedicado, de manera que al poco tiempo -al menos, en los territorios académicos- el concepto y su desarrollo alcanzarán carta de naturaleza. Ytodo el mundo aceptará que las generaciones existen y constituyen un buen método para organizar, de modo mucho más moderno, la materia literaria.
  No lo veo tan claro. De muy atrás, vengo teniendo dudas en cuanto a la oportunidad de tal método en exclusiva. Quizá en algún caso pudiere ser de mayor eficacia y claridad, sin duda, pero no siempre y para todas las épocas y tendencias. Establecido quedaba el siglo como punto de refeencia y acotación. Aceptadas quedaban las tendencias y modas literarias. Siglos sucesivos a partir de la Edad Media. Tendencias desde la misma época. Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo, Romanticismo, Realismo, Naturalismo, Modernismo... Hasta que llegaron las primeras décadas del siglo XX con la gran floración proteica del arte, también de la literatura. Incluso nuestro Siglo de Oro abarcaba siglo y medio, a caballo entre el XVI y XVII. En fín, una tal complejidad resulta difícil de encasillar bajo un marbete limitado, por más abarcador que se quiera pretender.
   Nosotros observamos la Generación del 98 y todo parecía claro. Los escritores que la constituyen se agrupan bien y, desde libros como el de Laín Entralgo, nadie dudaba: Unamuno, Machado, Azorín, etc. pertenecían a ella y no había más que discutir.
   Ello no obstante y desde los postulados fundacionales, la generación debía tener, entre otras características y realidades, un jefe, unos asuntos (pocos) comunes a todos y, de manera especial, una estética común.Pues bien, basta leerlos y observarlos con  atención para concluir que no se cumplen las condiciones de salida y definición. Y esto por dos razones, entre otras muchs que podríamos discutir. Una, el reduccionismo acotado que siempre limita la materia, porque la vasija resulta rígida y con demasiadas fronteras. Dos, el maniqueísmo más o menos encubierto que suele caracterizar al crítico, profesor o exégeta. Tal actitud no es aceptable, porque siempre solemos caer en idéntica tentación: organizar la materia artística como hacen los científicos con su campo, mimetizando por nuestra parte sus métodos. Pareciera que si no somos ciencia, somos muy poco. Y se olvida que el arte es libertad imposible de observar y analizar en una probeta. Si alguien dice hache dos o, todo el mundo que escucha entiende que se está aludiendo al agua; pero si ese mismo alguien afirma la metáfora del viento en el poema "Presencias", será muy difícil la uniformidad de entendimiento. Que la ciencia es un sistema de verdades relacionadas entre sí, mientras que el arte es una serie de relaciones potenciales en busca de la verdad revelada en cada caso.
   De todos modos hay que hablar de lo que pudiere unir a la generación (claro queda que prefiero la palabra grupo como más adecuada y representativa) dentro de ella misma, a la vez que rastrear algunos eslabones de enlace entra las "generaciones" que se van sucediendo en el tiempo.
   Desde la caída de las últimas colonias del imperio español y su depresión (individual y colectiva) subsiguiente, tres generaciones han sido detectadas y estudiadas: la del 98, la del 27 y la de los años 50. Dos observaciones. Una, seguiré llamando generación al grupo. Dos, sigue siendo el tiempo, el año, la década, la fecha de celebración o recuerdo, lo que mueve al estudio y clasificación.
  La verdad es que las tres generaciones tienen más disimilitudes que parecidos, como no podía ser de otro modo, aunque también es cierto que, dadas las características generales del siglo y sus avatares, las tres coinciden en ser notarios de su tiempo. Dijo Amiel que la felicidad no tiene .Y resulta mucho más fácil dedicarse al arte y sus derivaciones cuando la humanidad se encuentra en periodos más tranquilos, para confirmar lo que Oscar Wilde preconizaba para la literatura, descargándola de compromisos socioeconómicos y de tragedia.
  Los del 98 apuntan directamente a la diana. Unamuno hablaba del dolor de España, que les afectaba directa y profundamente, de manera que el año de la pérdida de la últimas colonias del desmedido imperio español les hace afrontar los hechos sin subterfugios. El país se halla deprimido, los intelectuales agobiados y los escritores no alcanzan a ser una excepción. Apuntan a España y sus problemas y, en mayor o menor medida, están condicionados por la tragedia colectiva. Vuelven la mirada a su interior y la intrahistoria se revelará como determinante de su quehacer. Todos sus componentes reflejan la situación en sus libros, bien como directa expresión en los textos creativos, bien como ensayos que intentan explicar lo difícil, sobrevenido y sorprendente. Unamuno lo hace, también Baroja y Azorín, incluso el propio Machado.
  Pero además de los temas y motivos, cuando se trata de configurar su propia poética, los principios y caminos por los que pretenden que su literatura discurra, las diferencias son notables y, bien mirado, mejor que así sucediera, porque se manifiestan complementarias. La narativa de Baroja y Azorín, pocos puntos formales tienen en común. Las trilogías del primero, los libros sosegados, lentos de tiempo y tempo del segundo, contrastan notablemente. Repito que eso ha sido bueno para nuestra historia literaria.
   Los del 50 insisten en lo mismo. Ellos no lo saben, pero los historiadores los consideran fruto de su tiempo comprometido. La dictadura no permite muchas alegrías, pero los escritores siempre encuentran vicecaminos y meandros para distraer la excesiva presión, prohibiciones y agobios personales y colectivos. Novelas coml "El Jarama", de Sánchez Ferlosis, realismo de la mayor objetividad y monotonía posibles, permiten a los estudiosos afirmar que los tiempos han venido para la denuncia, los asuntos sociales, la represión y el deseo de salir de atmósfera tan cargada y paralizadora. Así coinciden con los padres del 98.
  Y como era previsible, la narrativa sobreabunda con respecto a la poesía, todo un síntoma de los nuevos tiempos. Los poetas son menos y de menor entidad, reducidos en caso extremo a los cerrados círculos de amigos y grupos minoritarios. En este sentido, cierran el vallado del 98, que sí anota en sus filas la elevada cumbre poética de Machado, cuyos "Campos de Castilla" bastarían para llenar los anaqueles de un siglo poético.
  Claro que en el interim hallamos a los del 27, generación poética por antonomasia. Aquí hay una fecha, 1927, pero el acontecimiento resulta estrictamente literario: es el centenario de Góngora y su celebración pública por una serie de poetas que desean abrir fronteras, renunciar a realismos chatos y naturalismos ramplones, así como a formas de gay trinar grandilocuentes y un tanto vacías, según ellos. Eso está bien, matar a los padres literarios para afianzar su personalidad propia, más joven, fresca y prometedora. Con el tiempo se darán cuenta de que no descubren nada nuevo, sino que repiten, para bien, los corsi-ricorsi tradicionales, gracias a los cuales la humanidad avanza, incluso y sobre todo en el arte de la palabra. Valga una pequeña  ironía no tan dulce: con el tiempo don Benito "el garbancero" sigue siendo leído por necesidad y deseo, mientras que algunos devotos de Góngora duermen en el fondo de los anaqueles. Esto de las revoluciones excluyentes siempre termina igual. Lo bueno, permanece; lo coyuntural y de poco valor, periclita. No es necesario llegar al extremo inmóvil:"En literatura, lo que no es tradición, es plagio". Pero tampoco al contrario. A lo mejor fuera bueno recordar:"Vámonos poco a poco, amigo Sancho, que en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño."
   El caso es que los del 27 son, casi todos, poetas, muy pcos prosistas y no demasiado brillantes. El tiempo histórico así lo exigía y no estaban las otras circunstancias para que aparecieran florecientes narradores. De tal modo, al menos, lo parecía. Nombres como Jorge Guillén, Luis Cernuda, Rafael Alberti o García Lorca siempre habrán de figurar en toda nómina o antología. Sin preterir a ningún otro, constituyen el meollo de aquella poesía y se complementan a la perfección, de manera que son mutuamente necesarios.
   Y con ello, llegamos casi al final. Me pregunto cómo agrupar a los que vinieron, y están viniendo, después, desde los novísimos que ya son abuelos, a los más jóvenes, que empiezan a despuntar un tanto desorientados, pues ignoro si acaban de entender que la literatura no es empresa económica, ni publicidad para incultos y pacatos, ni modas pasajeras, ni solipsismo encastillado. Ni feria ni torre de marfil.
  En todo caso, generaciones, grupos, tendencias, orientaciones, sociedades más o menos secretas ¿qué importa el nombre? Será necesario renovar los métodos investigadores y de propedéutica explicativa, para incorporar un poco de orden y concierto en la selva de los libros que aparecen cada hora. Y que se produzca como en la metáfora de Machado:"El rayo de un camino en la montaña".

martes, 23 de junio de 2015

Un claustro renacentista y un pozo, todos los días

  Un buen amigo, profesor de Derecho, me invita a café. Hablamos y, en un momento dado, me indica el privilegio que gozamos, entre otros, los que vivimos esta universidad: contemplar y pasear a diario un claustro renacentista, entre cuyas columnas y arcos damos clase, investigamos, hablamos con los alumnos (que siempre merecen la pena, dentro y fuera de las aulas), meditamos en ocasiones, incluso reímos a tenor de la juventud que nos rodea.
  Cierto que los niveles universitarios apenas pueden descender más, que la desidia generalizada frente a la enseñanza (solicitar educación sería pedir gollerías), el desamor a los libros y otras muchas sinrazones, pueden producir una cierta "aspereza espiritual", como decía Balmes. Pero los viejos del lugar universitario hemos aprendido que las pequeñas grandes cosas constituyen la felicidad, si que no el contento material de los tontos. 
  Por eso valoramos el claustro que nos acoge. Y en su centro, el pozo de piedra y la cobertura (cuasi fermosa, en palabras del marqués de Santillana) de hierrro forjado. No dejo de mirarlo todas las mañanas, rodeado de cesped y abetos, otrora poblado de rosas. Y siempre me emociona, entre otras razones porque junto a él, y sobre él, nos hicimos las primeras fotos de cuando entonces, en aquellos asendereados y felices tiempos de nuestros estudios de letras, justo al terminar la licenciatura deseada.
  Sigue siendo un privilegio y un placer diario. Lo atravieso todas las mañanas camino de mi despacho, donde continúo trabajando y organizando el formidable archivo que donaré a la universidad. El tiempo pasa, pero la voluntad permanece. Y esto que termino de escribir, bien pudiera ser la respuesta a esos compañeros que se sorprenden de verme aún por los claustros, por el despacho, por las aulas impartiendo cursos gratuitos y voluntarios en torno a los escritores y los libros. Si recuerdan a Garcilaso:"No me podrán quitar..." Pues eso, sin dolorido, incluso con él. Que la naturaleza humana es la mejor fuente de sorpresa y maravilla.

sábado, 20 de junio de 2015

Don Manuel Muñoz Cortés, un siglo de vida

  Hace unos día vivimos una hermosa tarde de la primavera mediterránea. Lleno el Hemiciclo de la Facultad de Letras, un profesor que organizaba moderando y cuatro profesoras estrechamente vinculadas al homenajeado: su nieta y biógrafa, la profesora que lo heredó en la cátedra de lengua y otras dos a quienes dirigió su tesis doctoral. Los cinco en el estrado, mesa presidencial. El resto de asistentes, casi todos alumnos suyos a través del tiempo, sin con predominio de los más históricos, casi todos dedicados a la enseñanza y algunos ya jubilados. Que así sucedió y así ha quedado escrito.

María Martínez del Portal, en el recuerdo

  La muerte forma parte esencial de la vida, imposible comprender la una sin la presencia de la otra. Así estamos hechos. ¿Vivir para morir? No, vivir para vivir mejor, considerando la lejana muerte como un estímulo para no perder el tiempo en razonamientos vanos, en vanas e infecundas emociones. Vivir a plenitud. Y cuando la muerte llama, recordar al clásco:"Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas regumque turris". Igualados al nacer, al morir igualados. Esa es nuestra miseria y, al propio tiempo, grandeza en tanto que hombres.
  Hace unos días ha muerto María Martínez del Portal, sobrina nieta de José Martínez Ruiz, Azorín para los amigos lectores. Todo el mundo de su entorno ha reconocido, por escrito y en imágenes, la importancia de su magisterio y la calidad de su escritura. No insistiré.
  Me interesa destacar que la conocí hace muchos años, cuando todo era más difícil, sin quejas inanes, y la literatura empezaba a formar parte de nuestra vida no solo profesional. Primeros años sesenta !qué tiempos!
   Universidad de provincias en población todavía bastante provinciana. El joven estudiante ha terminado los dos cursos comunes de Filosofía y Letras y comienza, tercer curso, la especialidad de Filología Románica (francés, italiano, rumano, catalán y gallego como ejes vertebradores). Pequeña Facultad, único seminario en la tercera planta del edificio renacentista, claustro verde con pozo que permanece. Desde la ventana contemplamos el gran ficus y las catorce palmeras. Armarios de madera llenos de libros. Estufa de serrín y, sobre los aros desmontables, una gan lata de melocotón en almíbar con agua hirviendo para humidificar el ambiente. Dos modestos despachos de los profesores Valbuena Prat y Baquero Goyanes, reorganizados con la llegada del profesor Muñoz Cortés. Todo muy familiar y doméstico.
   Tres estudiantes, chico y dos chicas, acuden casi todas las tardes para estudiar. Y allí encuentran a dos Licenciadas treintañeras muy centradas, diz que preparando las oposiciones de Cátedras de Instituto, María una de ellas. 
   El respeto cuasi revenrencial de las primeras semanas se va tornando más cercano. María es de caracter abierto, proclive a la conversación, y no tarda en establecer corriente de ósmosis con los tres jóvenes. Hablan de lo divino y lo humano, de cine, de teatro, de la huerta, del sol, el mar y la montaña. El estudiante toma café algunas veces con ella. Buena corriente de simpatía y ayuda,por su parte, con vistas a la mejor orientación del alevín universitario.  Se desarrolla buena amistad, que perduraría en el tiempo con encuentros más o menos espaciados, pero siempre agradables.
   Un buen día regresó gozosa, casi exultante: había aprobado las dichosas oposiciones. Felicitaciones, celebración y comienzo de una larga y fructífera ocupación docente, investigadora y de creación literaria. Hoy ha desaparecido de esta vida nada miserable. Pero le que quedan las otras dos cantadas por Jorge Manrique. Quizá en ellas nos encontremos, es un amistoso deseo.

martes, 16 de junio de 2015

Cursos de verano, experiencia formidable en El Escorial

   Sabido es que los cursos de verano nacieron como extensión natural universitaria, una vez terminado el curso académico normal y aprovechando la época estival para no cerrar del todo los edificios clásicos y, con ello, aprovechar para satisfacer el deseo de conocimiento de los más interesados y avanzados estudiantes, acompañados de sus profesores y otros invitados como excepción positiva. Todo, en ambiente y contexto más relajado, armonizando una vez más la fórmula horaciana de mezclar lo dulde con lo útil.


     ¿Y en qué han venido a terminar? Prefiero no emitir juicios de valor, pero en estos tiempos difíciles (también para la lírica) cualquier universidad de pacotilla, de las docenas que pueblan el país, completamente innecesariaas y, en ocasiones, francamente perjudiciales pues no alcanzan los mínimos axigibles a tan prestigiosa y pretigiable institución, se siente en la obligación de programar un campamento de verano con cursos que harían reir si no fueran para llorar. Eso sí, los publicitan a bombo y platillo, afreciendo toda clase de prebendas y maravillas, entre otras los asendereados "créditos" para rellenar curriculum.
   Por nuestra parte, vivimos época dorada en El Escorial, vía universidad complutense. Dirigí un curso anual durante una década, con un equipo ya baqueteado en duras y brillantes lides: me siento muy orgulloso de las gentes que conmigo colaboraban, convencido entonces, y ahora de su labor discreta entre tanto artista de la palabra, cuyos egos, a veces, no resultaban fáciles de modular.
   Allí llevamos a cuantos escritores tenían algo que decir interesante. Hispanoamericanos y españoles con preferencia, aunque también arribaron de otras latitudes y lenguas. Vivencias extraordinarias y resultados magníficos. El esquema era muy sencillo: conferencias por la mañana, coloquios y lecturas por la tarde, conversaciones inacabables por la noche hasta el amanecer.
      Disponíamos de dos estupendas sedes, la Residencia Infantes y el hotel Felipe II. La primera, modernizada y junto al Monaasterio, en el pueblo. El segundo, allá en lo alto, entre pinos y retamas, rodeado de   granito montaraz emanador de efluvios misteriosos. Su terraza impresionante no tenía parangón. Desde sus veladores, igual podías padecer (es un decir) un sol de justicia que contemplar la luna de agosta casi como si estuviéramos en una casa de te occidental. Todo hermoso, natural y atractivo. Si añadimos los cafetines, las heladerías y  algunos otros lugares de diversión, el conjunto resulta dificilmente superable. Se trabajaba bien, se aprendía mucho y la equilibrada relajación no faltaba.
   Venian de todas las latidues y la mayoria con altas capacidades y especialidad, importantes en su trayectoria profesional. Ciencias y letras estaban siempre bien representadas. Y desde discretos profesores hasta premios Nobel, es lo cierto que cada verano se concitaban personalidades relevantes que mucho tenian para enseñar.
   Por lo que a nuestro mundo se refiere, todo parabienes
y satisfacciones. Repito que dirigimos y organizamos una decena de cursos literarios, con sus correspondientes coloquios, mesas redondas y lectura de textos comentados por los propios autores. Medio centenar de grandes escritores, profesores y criticos pasaron por aquellas aulas privilegiadas. Quienes vivimos tan elevadas experiencias, experimentamos cierta capacidad de orgullo sano, incluso en el recuerdo.

jueves, 4 de junio de 2015

Mujeres universitarias en mi vida

      Andamos celebrando el centenario de la universidad de Murcia, con toda pompa y circunstancia, como hace y conviene al caso, que ya el buen paño no se vende en el arca.
     Miro hacia atrás, no sólo sin ira, sino con el afecto sereno y sonriente que van decantando los trabajos y los días, con mucho amor, pues no en vano llevo más de medio siglo en estos lares. Profesor desde mis veinticinco años, estudiante y estudioso siempre, con el valor añadido de propiciar corrientes de ósmosis, centrrífugas y centrípetas, que deben estar en la base de todo lo universitario, católico por naturaleza, es decir, universal sin limitación de fronteras, no importa si es el mar o la montaña quien sale al encuentro.
      Abrir todas las puertas posibles, para que el aire y el buen viento establezcan corrientes creativas de la misma dirección y sentido contrario. Que lo de la universidad se proyecte a calles y plazas. Y lo extrauniversitario penetre hasta el fondo y techo en las aulas. Ya voy siendo mayor, pero mi fervor por todo esto no disminuye, antes al contrario, me reconozco pecador impenitente de permanencia que vive: paseo los claustros, predico en las aulas, hablo con quien lo solicita, escribo para quienes deseen leer. Y no me canso de mirar el impresionante jacarandá, el descomunal ficus, los rojos geranios de los parterres. Y todo a través de las tres ventanas que me siguen correspondiendo en suerte. Con el añadido de la sempiterna maceta que me alegra desde el alféizar más cercano, en mi despacho.
     Soy así, me gusta serlo y el empeño permanecerá mientras Dios, la naturaleza y otras circunstancias adventicias lo permitan, pues resulta inútil luchar a contracorriente. Y desventurados aquellos que disponen de tiempo para aburrirse cuando llega la edad hermosa de la senectud.
        Pero volvamos al centenario y a las mujeres que marcaron mi vida académica en mayor o menor medida. Huelga decir que he tenido docenas de compañeras de pupitre, muchas compañeras profesoras y varios centenares de alumnas, entre las que se cuentan bastantes discípulas eminentes. Pero no hablo de ellas.


  
   Ahora importan las tres profesoras que marcaron, en cierta medida, mi etapa de alumno en la Facultad de Letras, Filología Románicaque tal era la especialidad en aquellas calendas, con dos años de cursos comunes previos.
  La primera se llamaba Herminia Perales, a la sazón Catedrática de francés en el instituto Alfonso X el Sabio, mujer preparada, buena docente, meticulosa y exigente. Intensificó mi devoción por la cultura francesa, cuyo idioma había estudiado en bachiller con las carencias propias del tiempo, pues no disponíamos de profesores nativos y la fonética venía ilustrada con letras y otros símbolos. Sus clases resultaron un descubrimiento y nunca le agradecré bastante la rigurosa y elegante pronunciación, el rigor del trabajo intelectual y la gran cantidad de libros que me propició leer. Estuvo unos años sustituyendo al profesor Muñoz Cortés y desapareció de la Facultad por razones administrativas. Ignoro si todavía vive, pero mi recuerdo agradecido y su impronta personal y profesional permanecen.
   La segunda llegó al año siguiente para explicar Latín vulgar.  Se llamaba Teresa Soubriet, Tere para los amigos como ella decía, incluyendo a un grupo de estudiantes a los que seleccionaba. Las clases fueron muy bien con resultados óptimos. De siempre me gustó el latín y su visión acertada de la dimensión popular, de la calle, me vino como anillo al dedo. Pero lo que más y mejor recuerdo se refiere a la manera de tratar a los alumnos, lejos del encasillamiento y cierta distancia propios de la época. Siempre se mostro muy cercana, conversaba con nosotros por los pasillos, nos invitaba a tomar café y chatos de vino en cafetería y bares de la ciudad, nos abría su casa y siempre repetía que le gustaban los buenos alumnos que podrían devenir amigos fuera de las aulas. Un soplo de aire fresco en aquellos claustros un tanto densos y bastante encorsetados. Mi buen recuerdo también para ella.
   La tercera, sin duda la de mayor influencia, se llamaba y se llama Margarita Zielinsky, también profesora de francés. La tuve dos cursos como estudiante. Y después, muchos años como compañera de claustro. A medida que se alejaba la profesora, iba creciendo la compañera y amiga. Coincidía que era esposa del Profesor Muñoz Cortés y madre de tres hijos que fueron alumnos míos, lo que contribuyó grandemente a la cercanía y la amistad, que permanece creciendo con los años. Ahora pasa de los noventa, con la cabeza lúcida y la memoria más que feliz. Hace unos días la encontre cruzando un semáforo, ella en su sillita de ruedas y sus hijos acompañándola. Me detuvo y pasamos un buen rato recordando tiempos antiguos y modernos. Se acordaba de todo y todo lo comentaba como si el ayer estuviera perfectamente impreso en el presente. Como anécdota con humor, aún recordaba cuando me hizo repetir un examen con vistas a la matrícula de honor. Cuando ya jubilada, la encontraba  en las aulas de cultura, siempre que traíamos alguno de los muchos grandes escritores, sobre todo hispanoamericanos. Ejemplo claro de la relación maestra-discípulo, cuyas formas de trato van atemperándose con la edad. Cada vez que la encuentro es una ocasión de gozo para mí.
   Tres mujeres excelentes, tres magníficas profesoras que me ofrecieron y dejaron su huella. Ahora que celebramos el centenario de la institución las recuerdo con emoción y agradecimiento.
   NOTA BENE.- Os preguntaréis por qué incorporo fotos de Ana María Matute. Si bien lo pensáis, encontraréis razones y emociones suficientes para una  explicación plausible. VALE.