lunes, 29 de febrero de 2016

Otra vez "El pergamino de Shamat"

  Buen escritor Pedro Diego Gil, buen narrador y, al cabo, buen novelista. Que no todo está en aportar historias entretenidas, argumentos con movimiento permanente ni galería de personajes múltiple y variada. Todo eso está muy bien y resulta necesario para que una narración vaya tomando cuerpo y desarrollando su trama mejor o peor urdida.
  pero cuando alguien afronta el reto de una novela debe hacer como los buenos arquitectos, que acopian los materiales, disponen los planos de la obra y establecen el orden de actuación. Pero lo fundamental para distinguir al artista del artesano, por otra parte necesario en toda historia del arte que se precie, es determinar el tipo de obra que se pretende. El arquitecto tiene que saber si persigue una catedral, un castillo, un edificio de pisos por plantas o una chabola, por poner ejemplos gráficos y entendibles.
  Igual sucede con quien escribe. El final y el principio coinciden. Si quiere escribir una novela, previamente debe ser novelista, y no al revés. esto me recuerda la historia de un joven profesor que llegó a mi seminario del instituto. Comentando las carencia metodológicas que lo adornaban, me dijo con cierta solemnidad y algo de insolencia: "A dar clase se aprende corrigiendo todos los días los errores cometidos". Difícil convencerlo de que era al revés. Por lo que le pregunté: "¿Qué culpa tienen los alumnos de tu falta de preparación inicial, por qué han de ser considerados como conejillos de Indias?".
   Pues bien, a lo lardo de casi ochocientas páginas Pedro Diego Gil demuestra ser un novelista de alta calidad, buen medidor del tiempo y los tempos, calibrador exacto de los ingredientes necesarios para una buena novela y, sobre la base de profundo conocimiento crítico, establecer las coordenadas precisas para el tipo de narración que se persigue.
   Aquí hay de todo, reinos, religiones, grupos humanos, individualidades significativas, argumento general, tramas bien entrelazadas, galería de personajes que van creciendo a medida que avanza la lectura, y algunos etcéteras más.  Gran abundancia de materiales que debió exigir al autor un largo trabajo previo de consulta y organización. Pero una vez dibujados los planos, y planes, el pulso firme de narrador que lo caracteriza fue levantando el edificio con creciente reconocimiento. Está bien la breve presentación y guía de la contraportada, orienta y predispone antes de comenzar la lectura. y se me ocurre un punto de partida elemental y complementario: el ajedrez y la sabiduría constituyen los polos de atracción para enfrascarnos en una historia subyugante
que aumenta el conocimiento múltiple y satisface con creciente complejidad el mundo de las emociones, a partir de lo pretérito proyectado al futuro de entonces, que puede llegar tranquilamente a nuestro mundo actual, de ahí la capacidad transmutadora que la buena literatura siempre ofrece.
  Antiguamente se hablaba de fondo y forma como las dos entidades complementarias para reconocer una obra literaria. Hoy sabemos que el fondo es función de la forma y a la inversa. La novela de Pedro Diego Gil satisface plenamente, también y sobre todo, por la que el Marqués de Santillana denominó "fermosa cobertura". El avisado lector aquí la encontrara para su exigente satisfacción personal. por mi parte, solo añadir una invitación como en los tiempos de esta novela aún se decía: "Amigo, tolle et lege".

miércoles, 24 de febrero de 2016

Harper Lee, Umberto Eco, controversia

   Quizá no se produce solo por la literatura, sus testimonios y sus calidades estética, lo que sería más que suficiente, pues tal que sea el hontanar de donde mana el agua, así será degustada por quienes se acerquen a beberla. ¿Cuántos métodos, historicistas o no, lingüísticos o no, estetizantes o no (quizá estéticos sería demasiado decir) existen por el ancho mundo para su elección por los lectores más o menos preparados, mejor o peor informados, cuyos gustas abarcan una panoplia extensa y variada. Sería cuestión de establecer un baremo válido para todos, tras un exhaustivo análisis de categorías y valencias. De modo que, al leer un libro, pusiéramos aplicar la sencilla fórmula del Rouseaux el crítico: "Esto es un cardo, esto es una rora". Y supiéramos todos discernir lo suficiente común coma para elegir bien y siempre decir: "Esto es una rosa. Y por eso mismo he leido el libro, aspirando el perfume que nunca tendrá el cardo".
  Pero es lo cierto que la inmensa mayoría elige el cardo, porque su psicosoma no da para más, no importan las circunstancias de la vida, las personales carencias de nacimiento, la educación pervertida, escasa o quizá inexistente. Y por sabido se calla, que la ignorancia es atrevida y emite juicios desnortados con aplomo digno de mejor causa, de manera especial cuando esa ignorancia (o desajuste intelecto-sensible) viene revestida de abultada erudición no bien asimilada.
  El caso es que han muerto estos dos escritores, norteamericana ella, europeo él. Muy leídos ambos en determinados momentos dela historia personal y colectiva. Y los dos más conocidos de sus libros respectivos, llevados al cine con éxito notable y acierto en la elección de actores y puesta en escena del texto, en los dos casos convertidos en buenos guiones.

  Las relaciones de la literatura con las demás artes las estudió muy bien Francesco Flora y dejó abierto un buen camino para la buena lectura y comentario, aunque muchos han exagerado pretendiendo un lenguaje común que no existe. La pintura, el cine, la escultura...tienen sus propios lenguajes intransferibles. Cuando se relacionas debe ser para incrementar el de cada una, nunca para sustituirlos o aplastar directamente el de alguna.
Las dos películas son estupendas: buen guión, buena "mise", buenos actores, incluídos los secundarios o característicos. Es difícil imaginar un abogado mejor que Gregory Peck, un fraile mejor que Sean Connery. Arquetípicos en tanto que cine. Y si el cine conduce a la lectura, miel sobre hojuelas. Y si el cine satisface después de haber leído, mejor que mejor.

  Llegados aquí, será preciso eliminar dos ataúdes: el de la ramplonería ignara y el de la erudición rijosa. Y entonces, el presunto muerto literario continuará paseando terne a la espera de nuevos lectores receptivos. 

martes, 23 de febrero de 2016

Las viudas jóvenes de los artistas viejos Baroja y su novela póstuma.



   En este caso, de los escritores que, aunque los miles de textos que debemos soportar publicados en los últimos tiempos pudieren indicar lo contrario, también son artistas: el arte literario es uno de los primeros en aparecer desde que el hombre adquiere la postura vertical para moverse, pensando, sobre la tierra y sus alrededores..
   Pues bien, reza la sabiduría popular solapada en los refranes: "Al viejo y al bancal, lo que se le pueda sacar". Duro, pero cierto. Y cuando el viejo muere, todos son a repartir la herencia procurando desbancar a los otros. Y aquí las viudas tienen un papel protagonista. La mayor parte de ella apenas entiende nada de literatura, pero mucho de negocios y beneficios, de ahí que publiquen hasta el último de los papeles que el finado dejó. Y suelen hacer honor al couplet famoso, con la viuda erótico-cantarina: "Adminístreme usted, lo que el pobrecito dejó". Con anfibología y sin ella, con ironía y sin ella, que al cabo, lo erótico y lo crematístico suman papeles a lomos de la juventud triunfante y la vejez caduca.

  !Si yo les contara los ejemplos conocidos de primera mano, pues fueron legión los escritores que por mis aulas pasaron! De momento, corramos un tupido velo, porque van quedando pocas viudas y las que permanecen suelen ubicarse donde el tiempo, sabio y feroz a la vez, las va colocando, como se merecen.
  Ahora resulta que publican la novela póstuma de Baroja, y esta ya no es cuestión de viudas más o menos harpías.  Se trata de los herederos, alguno de los cuales conoce poco de literatura y de su antepasado, de larga y gran obra como para no necesitar de estas adendas que poco añaden y confunden bastante. Para los eruditos está su casa solariega, su fundación y sus escritos bien ordenados.
  El profesor Mainer, buen erudito, ha escrito unas notas necesarias para la mínima comprensión. El editor (al que desconozco, lo lamento) escribe otra nota comprensiva.  ¿Notas explicativas para las novelas de los grandes narradores? Algo raro está sucediendo aquí. Añadamos erudición: "Algo huele a podrido en Dinamarca". 

sábado, 20 de febrero de 2016

¿Don Quijote habrá de terminar en Alonso Quijano?

-- !Ay!, respondió Sancho llorando: no se me muera vuesa merced, señor, sino tome mi consejo y viva muchos años... Quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea...Cuanto más que vuesa merced habrá visto en los libros de caballería ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros a otros, y el que es vencido hoy será vencedor mañana.


-- Así es, dijo Sansón, y el buen Sancho Panza está muy en la verdad destos casos.


--Señores, dijo don Quijote, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño.

Don Quijoóe, con y sin prólogo, final ahora

Los niños participarán de la fantasía que los conforma. Para los jóvenes vienen reservadas las aventuras del cinético vivir. La vida y sus claroscuros la reflejarán los maduros lectores bien pertrechados. Y el sol invernal de los ancianos encontrará reflejos en la templanza todavía en vigente. Humor, ironía, sonrisa dulce, carcajada franca para las múltiples lecciones aprendidas y por aprender, que la vida es como la fuente que mana y corre sin descanso. Desde el niño deslumbrado ante los fuegos de Clavileño, hasta el anciano que, leyendo el testamento de don Quijote, recuerda y dice ven y verás al alto fin que aspiro, mientras el tiempo muere en nuestras manos.
  Con frecuencia repito que las tres virtudes teologales y las cuatro cardinales, tan humanas y deseables todas, tienen su asiento natural en el Quijote, desde la fe capaz de mover montañas, hasta la templanza que organiza el mundo para la felicidad comprensiva.
   Pero vámonos poco a poco, amigo lector, que como prólogo ya va siendo suficiente. No venga yo  dar en lo inoportuno del cansancio y propicie como cierto que en los nidos explicadores de antaño no hay pájaros cantores hogaño.
   Es la verdad que una buena mañana de primavera, cabe la cueva de Montesinos, se me ocurrió la idea de organizar un Encuentro para celebrar con mesura e cuarto centenario. Lo consulté con quienes convenía, tuvimos diálogos del conocimiento y todo terminó en las ponderadas y sabias páginas que componen este libro. Nada diré de sus autores, pues vas a leerlas con fruición y provecho. Tan sólo un apunte de reconocimiento agradecido. pudieron ser más los estudiosos participantes, pero nunca mejor su calidad. Que así se escriba y así se cumpla con la liberal y enjundiosa lectura que tienes por delante.  Dichosa edad y tiempos dichosos.

 

jueves, 18 de febrero de 2016

CENTENARIO, CERVANTES

Esto de los aniversarios y centenario culturales siempre me pareció burla y cinismo políticos de la peor estofa. Ocasiones para fotografías de gerifaltes de antaño y hogaño. Ahora le toca, una vez más, a Cervantes, el escasamente leído y sobreabundado de ditirambos, la mayor parte de los cuales leídos por gentes que jamás pensaron leer el Quijote, ni siquiera las Novelas Ejemplares.
  A los buenos escritores hay que leerlos y dejarse de garambainas. Pero ¿cuándo el poder en todas sus manifestaciones anduvo interesado en las masas dejaran de serlo para, leyendo bien, acceder al pensamiento crítica que acabaría con todos los poderes ejercidos?

  En todo caso, en el año de gracia 2015 la Cátedra de Literatura Hispanoamericana, en pleno rendimiento de muchas cosas que iré desgranando, decide unos Encuentros Literarios en torno al Quijote. Unas doscientas solicitudes de participación. Elegimos las más preclaras, por obvias limitaciones. Y al final publicamos un hermoso libro con todas ellas: 313 páginas de sabiduría escrita previamente hablada. Pergeñé un prólogo que os voy a ofrecer en dos o tres trancos, para no cansar. No sin antes destacar la buena edición, el diseño, las calidades de papel y el cuadro de Pedro Flores que invade la portada. Si solicitáreis alguna sugerencia o aclaración, a vuestra disposición estoy.
  Y empieza diciendo el prólogo...

  "Clausurados, felizmente, los fastos del inevitable centenario, este libro recoge con medida y serenidad las intervenciones de un memorable Encuentro, celebrado en los claustros de la Universidad de Murcia, con los auspicios inteligentes y generosos de la Obra cultural CAM.  Es de notar que la simbiosis de ambas instituciones, en lo que se refiere a los trabajos y los días de la Cátedra de literatura Hispanoamericana, ha dado lugar a numerosos y brillantes frutos, bajo la égida y en torno a la palabra creadora, en ocasiones oral, y escrita siempre que resultó posible y deseada, pues no en vano el conocido adagio latino permanece pleno de virtualidades: "Verba volant, scripta manent".

miércoles, 10 de febrero de 2016

"El pergamino de Shamat", una novela extensa

El autor es un buen antiguo alumno, ahora contertulio en la página face donde me ocupo de libros y, en general, de cosas culturales, por contrarrestar un poco estos tiempos apresurados y bastante ramplones que nos toca vivir, tan desnortados que unos titiriteros (antiguos cómicos de la legua) han sido encarcelados y pueden caerles ocho años de prisión, mientras presuntos corruptos(?) robadores de cientos de millones pasean por la calle como si tal cosa. El sistema legal de este país debe ir al psiquiatra y algunos jueces y fiscales deben hacérselo mirar. !Qué disparate! Cuando creíamos que sólo eran tiempos difíciles para la lírica.
  Pero volvamos a lo que importa. Esta novela se extiendo a lo largo de setecientas cincuenta páginas bien pobladas de letra impresa, que abarcan treinta y ocho capítulos bien definidos, desde "Mi origen, el ajedrez", hasta "La consecución", pasando por "La vieja Daifa",  "El adios a Granada" o "La magia y el vino de Málaga".
  La voy a leer con la atención que se merece.  Pero antes se me ocurren don o tres puntos de reflexión, que no serán ociosos, espero, para los lectores que pueblan plazas y bibliotecas, así como para los escritores en agraz o a medio camino de su carrera.
  Primero, la extensión. Sin duda, el autor ha sopesado el impacto que producirá su obra en el posible lector, además de comprador. Y aquí un elogio sin dudarlo: ha podido más su concepto y praxis de la literatura, que traduce fuerza moral y convicciones, a propósito de la obra de arte y sus exigencias.
  Por otra parte, ha sorteado bien la singladura entre Scilla y Caribdis, sin dejarse tentar por los sibilinos cantos de sirena cerca de las necesidades editoriales, problemas de financiación, cansancio de los  lectores acostumbrados a cosas más ligeras, etc. Y eso dice mucho en su favor.
  Finalmente, el tiempo dedicado a su escritura. Hay que tener una vocación acendrada y a prueba de presiones, para arrostrar los peligros que semejante empresa entraña. Es claro, la obra de arte exige mucho y no permite concesiones coyunturales, para diferenciarse de los miles de libros que se publican, algunos éxitos de ventas, que no pasan de la comunicación correctamente escrita o de la simple distracción para unas horas en blanco.
  El autor se llama Pedro Diego Gil López y ha buceado en el reino Nazarí con implicaciones en el reino de Murcia, viaje iniciático mediante. Lo felicito por el planteamiento y logro. Y prometo una opinión cuando termine la lectura.