miércoles, 30 de septiembre de 2015

Dictado, cálculo, lectura en voz alta

   Ahora resulta que, los recalcitrantes y obsoletos renovadores de siempre, dicen que retrocedemos en lo bueno para incidir en lo malo y superado. Lo ha hecho Francia, el país de Villon, Descartes o Victor Hugo, por citar tres de los posibles trescientos ejemplos que pudieran espigarse dentro del fecundo campo intelectual y educativo del país vecino, cuya Enciclopedia sigue siendo referencia indiscutible, aunque algunos "revolucionarios" de pacotilla crean que se trata de un libro para la educación general básica.
   Los gobernantes franceses han observado una bajada impresionante: el nivel de preparación de sus niños. Piensan poco, hablan mal,  escriben peor y apenas se manejan con el cálculo mental. Todo previsible desde hace años. Algunos, pocos, lo venimos diciendo, prédica en el desierto frente a la legión de "pedagogos " y "psicólogos" improvisados que, ignorando a Luis Vives o Herbart, decidieron que la libertad infantil, muy democrática, para elegir el qué y el cómo en su educación, estaba por encima de cualquier "obligación", por coercitiva y devastadora.
   En consecuencia, han decidido volver al dictado diario, el cálculo matemático y la lectura en voz alta. Gravámenes ominosos para un ciudadano de ocho años, que ya tiene madurez suficiente pra prescindir de tales prácticas antediluvianas. Triste vida la que aguarda a los enfants franceses.
  Por el contrario, quizá porque éramos más tontos, yo viví con fruición esas tres prácticas viejas. Me gustaba la hora del dictado: textos estupendos, muy bien seleccionados por el excelente y trabajador maestro. Historias preciosas, conocimientos directos y subliminales que llegaban al cerebro y el corazón, corrección de faltas gramaticales intercambiando cuadernos con los otros niños, etc. Un gozo, a todas luces.
   El cálculo reducía el número de felices, por abstracto y menos visible. Pero se realizaba por justo, bueno y necesario. A la mayoría nos fué muy bien a lo largo de la vida, aunque los estudios superiores, en muchos casos, estuvieran alejados de  ingenierías y ciencias de laboratorio.
   La lectura en voz alta, nuestro gran placer. Aguardábamos con esperanza el jueves por la tarde. Los niños, libro en las manos, ordenados en semicírculo y de pié frente al maestro, pendientes de sus indicaciones aleatorias para el turno de lectura personal. No había nada mejor en las tareas escolares.
   Bienvenida la obsolescencia de escribir bien, calcular con precisión y leer  con entonación adecuada historias instructivas y maravillosas.
 N.B.- Si todavía fuere necesario explicar las bondades y beneficios de semejantes prácticas, es que la degradación intelectual, sensible y de amor a la infancia, es mucho más grave de lo que algunos optimistas pensamos.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Una Cátedra que aglutinaba

  La Cátedra de Literatura Hispanoamericana, de la Universidad de Murcia, este pequeño rincón del Mediterráneo, como elde Cela en "Pabellón de reposo", ese texto lírico a fuer de narrativo y emocionante, del que ahora me place recordar: "Me duele el pensamiento, de no volverte a ver, viejo rincón", magnífico alejandrino clausurado con un elongado pentasílabo adónico.
  Me acaban de hacer una pequeña entrevista para periódico de allende los mares, expresión troquelada con éxito por Menéndez y Pelayo, cuando citaba los poetas líricos en castellano como de aquende y allende los mares, todos uno y lo mismo, proyectados por la lengua común. Pues bien, el periodista, joven y culto, me ha planteado, por enésima vez, la pregunta: ¿Por que Hispanoamericana y no Latinoamericana. Y por enésima vez, también, he respondido que por coherencia con la historia, la geografía y, sobre todo, la lengua. Nos referimos alámbito hispanoahablante (no latinohablante, iberohablante, etc.) con el castellano como idioma compartido, muy lejos ya de aquella boutade de Clarín: "Los españoles somos los amos de la lengua". Primerro, porque nadie es amo de ninguna lengua; pero si los hubiere, Rosemblat contestó muy bien en su momento.
  Así que, la tierras americanas al sur de Río Grande, donde se habla y escribe castellao, son hispanas en este sentido. Y por consiguiente, Literatura Hispanoamericana, al menos hasta que se produce la independencia y aparecen los nuevos países. Y aún así, hay literaturas nacionales de veinte repúblicas, todas escritas en castellano (ahora sí, español), de manera que todas aglutinadas siguen constituyendo la gran Literatura Hispanoamericana. Sin complejos, antes al contrario, hermosamente orgullosos de compartir tan esplendorosa lengua.
  Porque todo criterio básico que no surja de la lengua, estará viciado siempre por la coyuntura política y otras coyunturas todavía más perversas y perecederas. Pues que al fín y la postre, la literatura es el cultivo estético de una lengua. Nada más, pero también nada menos.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Alumnos, profesores, seleccion inteligente

   Ya sin vinculación directa con la enseñanza, ello no obsta para que permanezca mi preocupación por sus vericuetos y entresijos, aun convencido de que predico en el desierto, porque ni padres, ni gobernantes, ni asociaciones varias tienen un interés cierto y generoso en modificar, perfeccionándolo, el sistema.
  Casi todo parte de la ignorancia cazurra, cuando no culpable. Postura generalizada de padres: que no toquen a mi niño, que no presionen con excesivo trabajo, que obtenga buenas calificaciones, que se divierta y lo motiven. y buenas vacaciones.
   Postura de políticos: ellos trabajan desde la mentira, la  ocultación y la inmediatez, con halagos extraños para lograr votos hasta las próximas elecciones. En caso contrario, no serian políticos. También trabajan desde la ignorancia, eso sí, rodeados de "expertos" bien pagados. Nunca les importó una buena educación, porque ciudadanos cultos que piensan, ciudadanos peligrosos para el poder, para todos los poderes.
  ¿Y las asociaciones? En general, más parecen sindicatos reivindicativos de no se sabe qué, con intento añadido de organizar el centro a su medida.
   Y mientras tanto, libros blancos, discursos hueros, parches a lo ya parcheado y, ahora mismo, los emergentes traen su apresurada refor ma enésima. Tampoco muy de fiar, porque se han convertido en partidos políticos. Y donde el prior juega a las cartas ¿qué hará la comunidad, aunque algunos miembros sean neófitos recién llegados con buenas intenciones?
    Debo pedir disculpas: mucho tiempo con estas páginas abandonadas. Muchas cosas han sucedido desde que escribí el párrafo anterior, celosamente guardado para continuar. Y aquí estamos de nuevo, que es lo importante, por si continuáis con el deseo de seguir leyendo. Enlacemos.
   Todo esto es muy conocido y aburre un poco. Vamos a dejarlo para centrarnos en las tres palabras, hoy tan abandonadas.
  Alumnos. Bien, un alumno es un matriculado con deseos de aprender algo, una carrera por ejemplo, que viene a las aulas con capacidad, ansias de aprender y abierto a los profesores, convencido de que el peor siempre podrá enseñarle algo. Debiera mostrarse inquieto, pero no revoltoso; aceptar la doctrina y discutirla desde la razón y el respeto; capaz de aportar algo al conjunto de la clase; convencido de una misión social, puesto que él es un privilegiado frente a miles de desheredados de la fortuna y el saber. En definitiva, buen estudiante. Sin ínfulas de cambiar el mundo desde su propia ignorancia tontamente audaz. Tarea ingrata, pero compensadora.
   Profesores. Palabra comprometida y espinosa. Hay unos que consideran la explicación de su asignatura como el desideratum ideal. Hay otros que, alguna vez, descienden a conversar con los alumnos. Hay los demagogos que, ignorantes incluso de su propia asignatura, pretenden que "vamos a aprender juntos: hagamos un debate sobre las matemáticas, el derecho consuetudinario o las preposiciones", por poner ejemplos "a la paàge" de la modernidad y el cambio.`Pero hay los vocacionales, sacrificados, buenos conocedores del saber que han de transmitir y grabar en los alumnos; que dedican mucho más tiempo que el oficial a la tarea; que siempre están dispuestos a resolver dudas; que incitan al trabajo compartido; que no engañan con actitudes (a veces también aptitudes) inentendibles y egoístas; que fueron bien seleccionados, con exigencia necesaria, donde quedaran bien contrastadas las virtudes físicas, intelectuales y morales del candidato. Que para esta tarea, cuasi misional, muchísimos son los hetero y autopostulados, y muy pocos debieran ser los elegidos.
  Selección inteligente. Vaya sintagma. Los selecciondores, primero, tienen que ser inteligentes: virtud demasiada escasa, sobre todo en los despachos oficiales, donde suelen ejercer "funcionarios" (en el peor sentido de la palabra) al servicio de sus jefes  (políticos coyunturales y efímeros) que deciden. Si la inteligencia escasea, la selección siempre será mala. Y así nos luce la cabellera undosa. y así cotinúa brotando el pelillo de la dehesa.
  Pese a todo, estimo que si hay alumnos adecuados y profesores idóneos, todo lo demás estará resuelto por añadidura evangélica. tengo gran confianza en ello, pese a mi edad ya en franca despedida. Parafraseo a Garcilaso: "No me podrán quitar el comprometido / sentir, si ya del todo / primero no me quitan el sentido".  Y añado el poema de Brecht "Hay hombres que luchan un día...".
  Me preguntaréis qué tiene que ver todo esto con los libros y la virtud. Meditadlo un poco y veréis que tiene todo el sentido del mundo, ciertamente.