jueves, 30 de junio de 2016

LOS LIBROS NO SON PARA EL VERANO

De tres medios de comunicación, dos españoles y uno hispanoamericano, me han pedido una lista de libros para las vacaciones. Antes me los solicitaban para el verano, ahora lo amplían a cualquiera de las cuatro estaciones (quiza Vivaldi tenga algo que ver), del año, siempre que las vacaciones anden en el candelero y sean el tiempo de distracción y juego, a lo que  respondo igual: las vacaciones nos han sido concedidas para la holganza, en su sentido clásico, y los libros no han sido escritos para esa función, salvo que sean de usar y tirar, con evidente degradación del hábito y el placer de la lectura, incluso algunoss e los llevan a la playa, con la sombrilla, el bañador y la mesita de las bebidas y los cubiletes, sin tener en cuenta las manadas de bañistas (es un decir) que se rozan la epidermis incluso colocados de pie. Vámonos poco a poco, amigo Sancho, que ya en las playas de antaño no hay sitio para los libros hogaño.
  Antes era distinto. Muy poca gente se dirigía al mar, casi siempre por razón de salud, soledad buscada, reposo y dilatados horizontes libres de ruido y molesta compañía, con los dilatados horizontes del mar invitando al pensamiento y las reconfortantes sensaciones expansivas del cuerpo y el espíritu, siempre invitando al placer individual o a la soledad de dos en compañia, cada uno con su libro intercalando emocionados coloquios o pasando páginas con la parsimonia del placer y el encanto, camino de la intimidad que proyecta sus visiones en la línea horizontal donde agua y cielo se confunden. Para retener, con la mirada perdida en lontananza, palabras como las de Schiller en interrogación inquietante y voluptuosa: "!Quién a tí, mar insondable, darse puede sin temor!".
   Leo en un periódico regional que, aprovechando la canícula y un hotel amable, han programado un programa titulado  "Los libros en la playa" y no salgo de mi asombro. Pues qué bien, como si de la sombrilla, las viandas para los niños, los bañadores y una tablet para ver fútbol se tratara. Ponga un libro ligero en su playa. Difícil remedio tiene este panorama. Distracción y pasatiempo.  "La rebelión de las masas", que Ortega proclamó, la nueva versión del "panem et circenses", sin mayores averiguaciones.
  El caso es que, una vez más, me lo han pedido. Ignorando, quizá, mi clara postura de los últimos años: para no producir rechazo, entre otros displaceres, no hago ni difundo listas de libros veraniegos o vacacionales. Todo tiene un límite cultural, intelectual y ético.



   Miren ustedes, leer no es la ocupación de un rato entre otras ocupaciones serias, sino todo lo contrario, ya que de los libros debiera salir una nueva forma de ver la vida, un esforzado, y placentero, ascenso a la montaña para ser cada vez mejores, de modo que el proceso perfectivo individual repercutiera en la mejora colectiva. Y así, sociedad e individuo encontrarían su lugar de encuentro para interesantes empresas.
   Lo escribo una vez más. Los lectores se descubren, y van haciéndose, desde la infancia. Un buen colegio, unos buenos profesores de lengua y literatura. Y el arte de simpatizar los libros y hacer que los niños vayan descubriendo el fantástico mundo que les aguarda, para su inteligencia e imaginación, en todas y cada una de las páginas. Porque una vez despertada la pasión por leer, se convertirá en un positivo estigma indeleble, permanente para toda su vida.

miércoles, 22 de junio de 2016

MENTOR Y TELEMACO

   Como sempre, casi todo cuetión de libros. Casi todo lo interesante y humano quiero decir, lo que viene a significar un dos por ciento de las personas en los países civilizados, y el nuestro no lo es.
  Libros. Primero habrá que leer  "La Odisea", para conocer quienes fueron Mentor y Telémaco, maestro y discípulo, igual que lo fueron en la realidad histórica Aristóteles y Alejandro, aquel poderoso del mundo a quien el griego de la ataraxía vino en decirle: "Sólo quiero que te aprtes, porque me están quitando el sol que me calienta". Los dos primeros han quedado en troquel indeleble para la historia: el maestro, que enseña, y el discípulo, que aprende. El autor de "La Iliada" recogío una tradición milenaria de conocimiento y creó los paradigmas. Desde entonces, todo el devenir de occidente gira en torno a sus ejes. Si acaso, se han incorporado matices que modulan el cuadro. Igual que en la filosofía: Sócrates habló elmodelo y Platón y Aristóteles pusieron en letra escrita, valga la redundancia, todos los problemas y soluciones, desde la física hasta la metafíca, a las puertas de la religión. Todos los filósofos que han venido, y vendrán, después unicamente han incorporado variaciones sobre elmismo tema, adaptadas a las circunstancias tempo-espaciales, sí, pero sin incementar la sustancia esencial.
  Maestros e escolares, dictaminó el rey Sabio ya en la Edad Media. Los maestros, él por ejemplo, enseñaban porque sabían; los escolares aprendían, porque aún no sabían. Y la cadena continuando con eslabones que perfecionaban las manifestaiones circunstanciales, nunca la esencia.
  Ayer incorporé a mi facebook un equeño post enfadado, y con razón. Veréis. Me he pasado la vida enseñando, desde los niños a los viejos, porque esa es mi vocación elegida y preparada. Pero cuando este país arribó a la democracia (es un decir), comencé a notar un tufillo de malentendimiento, ignorancia y falsa misericordia en la educación, que se redujo drasticamente a la enseñanza de una cuantas reglas incnexas y frágiles. Aquí ruego a los más cultos entre los que alcanzan aleerme que recuerden la perorata de fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, a propósito de la sustancia en filosofía sublimada en teología, volverán a reis de nuevo.
   Pues bien, aquí se viene trabajando (es un decir) ya varias décadas con la ignorancia proporcional de los profesores, la vagancia programada de los alumnos (no hay que traumatizarlos) y el soberano poderío analfabeto (atrevido) de los padres, que prefieren hjos de cera manipulable a ciudadanos críticos capaces de mandar al averno a esta panda variopinta de mafiosos que sólo buscan votos. Y así nos luce el pelo (eso sí, undoso y a navaja) de la dehesa que habitamos todavía.
Adagio antiguo: "La letra con sangre entra". Al correr del tiempo, alguien tan caritativo como ignorante y vago modificó: "La lettra entra con sangre del maestro" (un visionario él, sí). La letra entra con sangre del maestro y del alumno, no hay otro camino, ésta es mi sentencia, que muy pocos entenden y la mayoría rechaza. Pero no hay que engañarse: paraos cultos, recordemos a Góngora y su culteralismo: "Jardines cerrados para muchos, abiertos para pocos". Claro que meterse en el jardía de las metáforas produce dolor de cabeza. mejor que inventen otros.
  Y aquí viene mi propia historia para cerrar esta tarde.
   Cuando terminé la carrera de Filología Románica, con Premio Extraordinario de Licenciatura y Doctorado, habé largamente con mis cuatro grandes maestros, a los que tanto debo: Victorino Polo López, Maestro de Enseñanza Primaria que pudo ser Catedrático de Universidad con otras ircunstancias familiares y de país, Angel Valbuena, Mariano Baquero y M. Muñoz Cortés, Catedráticos de universidad. No lo hece para pedirles fácilconsejo (los conocía de años) ni una fórmula para aplicar al problema. Lo hice para escucharlos, porque sabían  (!Ah, la sabiduría, palabra que ignora el 90 % de los profesore y la totalidad de padres y alumnos, salvo las excepciones de rigor que impiden la muerte de la historia), sabían  mucho más y mejor que yo.
   Y me retiré un verano entero a reflexionar. (lo que no impidió conocer chicas nuevas y asistir a guateques más o menos confesables, corramos un tupido velo). Y lo hice porque andaba en la encricijada: ser escritor o profesor. 
   Yo escribía bien, artículos, ensayos, narrativa, poesía. Era escritor bueno, pero no genial. Podría ganrme bien la vida, pero en literatura (arte al fin) eso no era suficiente.



  Como proesor, la cosa era distin. Abuelo y padre, excelentes docentes. Yo m esabía con dotes y experiencia notables. Podria llegar a ser extraordinario profesor, como así fui critalizando con los años. Maestro de Primaria, Catedrático de Bachiller, Catedrático de Universidad. Sin modestia ni presunción, un muy buen Catedrático. La balanza, pues, estaba clara y definida.
  Como referencia de lo que afirmo, voy al día de mi jubilación. Entre los discursos, uno: la famosa Laudatio académica y personal. Se encargóde hacer el profesor Diéz de Revenga, alumno mío y a la sazón Director del Departamento de Literatura. Magnífica pieza y escritura. Podéis consultarla en internet, donde la colgó el autor, seguro que os gustará.
  La decisión se me hacía cada vez más clara a lo largo del verano, a medias entre la vacación y las diversiones.
Así que, una noche, bailaba con una joven y guapa austriaca en celebración de fiestas patronales y se me ocurrió, como guinda de la tarta, plantearle una pregunta existencia: "A tí,  ¿cómo te gusto más, como escritor o como profesor de universidad". Se acercó un oco más, levantó la cara y agitando su melena, sentenció
sonriendo: "A mí me gustas de todas las maneras".
   Y la Tierra continuó girando, sin graves alteraciones registradas, en torno y alrededor de sus ejes diamantinos.


martes, 21 de junio de 2016

RESIDENCIA LICENCIADO CASCALES, JUNTO AL PUENTE VIEJO

  La creamos por aquellos años difíciles y hermosos, entre unos pocos amigos en relación con la Falange universitaria y las chicas de la Sección Femenina (yo, republicano de toda la vida, pro tradición familiar y para siempre, tales fidelidades imprimen caracter), que algunas había preparadas y cultas, incluso sensibles y afectuosas. Tres compañeros de entonces, Francisco Lara, Antonio Bódalo y Pedro Farias, entre otros muchos implicados. A la política hay que añadir la Virgen de los Buenos Libros, que habíamos encontrado unos buenos estudiantes, no sólo preocupados por aprobar el curso, sino que trabajábamos en otros campos: la construcción, la JEC, la Juventud Antoniana, los curas obreros, muchas cosas importantes porque, entonces sí, los jóvenes andábamos ocupados ( y mentidos y engañados, como después dimos en comprobar) en cambiar, no inutilmente, el mundo. nos utilizaron, pero no fueron capaces de inocularnos frustración, por eso mi generación hizo lo que hizo para levantar este postrado país ahora tan viento en popa.
  Creamos la Residencia de Estudiantes "Licenciado Cascales". me nombraron director, seleccionamos ocho estudiantes de calidad y empezamos a funcionar. Yo expliqué el Testamento de José Antonio por toda la provincia.  Y los emolumentos devengados los utilizamos para "vestir" la Residencia: muebles, ropa, cubertería, etc. Todo muy solidario, con mucho entusiasmo.
  Estaba ubicada entre el puente viejo y la plaza Camacho, tercera planta, espaciosa, con orientación sobre el río. Cómoda. Las chicas se ocuparon de lo femenino y los chicos de todo lo demás incluidas las pinturas murales de Serafín Alonso. Vivíamos bien, trabajando a destajo y comportándonos a medio camino entre los colegiales de los mayores y los estudiantes de pensión, más o menos como en "la casa de la Troya".
  Así pasaron dos agradables y fecundos años. Capítulo importante en mis Memorias. tiempos duros, pero productivos, cambiantes par mejor y con todas las esperanzan puestas para los tiempos de cambio que se avecinaban. Estoy hablando de mediados de los años sesenta, no se olvide.
  Pero aquello no terminó bien para mi, pues que un buen día los jefes y responsables del vertical sindicato de estudiantes (SEU) me convocaron para ir el 20 de noviembre a la Cárcel Modelo de Alicante por las razones que todo el mundo conoce. Y hasta ahí habíamos llegado. Una cosa es que yo explicara las obras completas de José Antonio para poner en marcha una residencia estudiantil. Y otra muy distinta que me embarcaran en actitudes y aventuras políticas a punto de morir por razones obvias. No hice caso, me negué en redondo. Y entonces, "hic Troia fuit". El gobernador civil me llamo a capítulo, en su despacho. Bronca educada, pero firme. El, ejerciendo su autoridad indiscutible. Yo, razonándole cara al futuro. Imposible acuerdo, yo necesitaba castigo, comenzando por la expulsión de la Residencia.
  En ello estábamos cuando apareció su sobrina en el despacho ( él no tenía hijos), que me saludó contenta porque mi esposa, entonces novia, le daba clase particular, primeros cursos de bachiller, y más de una vez habíamos paseado junto al río.
  Aquello cambió el asunto. Apareció la parte humana del gobernador y me propuso abandonar la Residencia sin aspavientos, y no se hable más de este asunto. La profesora, que no se enteró entonces del incidente, continuó dando clase a la niña.  Y aquí paz y después gloria.


miércoles, 15 de junio de 2016

EL CONGRESO SE DIVIERTE

   Nos han llenado el Campus de ingles. Por todos partes y a todas horas, bajo los toldos un poco cutres que han instalado para recibir a los miles de congresistas que se juntan en torno a una disciplina humanística ( es un decir) y cambiar impresiones en cuanto al estado de la cuestión.
  Dos cuestiones previas. Una ¿De verdad los congresos han servido para algo desde que se inventó la imprenta?  Dos, en estos tiempos de informática ¡SE PUEDEN JUSTIFICAR, CIENTÍFICAMENTE, AÚN?  !Qué cosas!. Los más viejos del lugar recuerden los primeros años del siglo pasado, cuando se estaba intentando organizar eso que llaman ONU, aquel famoso congreso de Viena. Y los menos viejos, recuerden la novela "El mundo es un pañuelo", de David Lodge. Si no la han leído, háganlo, se reirán y avergonzarán a partes iguales.


   El caso es que han instalado un expositor de libros. Todos en ingles, salvo uno modesto sobre la lengua en un país iberoamericano. Los anglosajones lo han sabido hacer muy bien: colocar su lengua en todas partes con éxito. Y los ilotas de siempre (Españoles, habitantes del sur del mundo civilizado y pobre) con esa tontería que llamamos Instituto Cervantes, reunión de amiguetes dependientes de los políticos mediocres, para soltas discursos vanos de cuando en vez y hacerse fotografías de vez en cuando. No aprendemos.  !Que inventen otros, dijo el provocador vasco, que llegó a catedrático de griego sin saber ni el antiguo ni el moderno idioma de la Hélade!
  Como siempre, cuestión de libros. leer más y, sobre todo, mejor. Si los catedráticos humanistas (es un decir) de la universidad española se dedicaran más a leer y dar clase, que a proveerse de cargos subalternos en el mapa político diz que cultural, otro gallo nos cantara. 
  Aquí lo dejo pòr hoy. Con el recuerdo del "Decamerón" (un libro por leer) y su cuento "Cornudo, apaleado y contento", sin el eufemismo de quitar la palabra cornudo para lo molestar a los escolares puerilizados.

martes, 14 de junio de 2016

EL SEMINARIO DE FILOLOGIA ROMÄNICA, refugio y fortaleza


   Una parte importantísima de la universidad, como institución y también como edificio. Entrada sin ascensor, escalera de mármol y pasamanos de madera relativamente torneada, superación de las plantas-aulario, pasillo largo con dos Seminarios: el de Arte y el de Filología, nada más, que ya he dicho de las carencias y otras desvirtudes de la época. Bien es cierto que eramos muy pocos alumnos (no más de 200 en toda la Facultad) y no era costumbre ir a estudiar a los  seminarios, hasta que algunos pocos estudiantes a partir de mi generación lo fuimos practicando, con buen criterio hasta la nueva escasez sobrevenida en tiempos de folklore y politización, amén de ruina, universitaria los hicieron desaparecer: hoy quedan celdillas de aislamiento que llaman despachos, poco más.
   Volvamos. Se llegaba a la puerta, marco de hierro y cristal esmerilado. Se abría, larga mesa de madera de pino, pequeña mesa para el profesor encargado, en diagonal bao una ventana, paredes forradas de armarios llenos de libros que pocos utilizaban, estufa de serrín y un perchero de árbol con bolas de madera para colgar abrigos y otros aditamentos de indumentaria. En este sentido, recordaré una anécdota de don Angel Valbuena. En mi curso había tres hermanos maristas, uno de los cuales llevaba siempre su sombrero clerical qu colgaba en el perchero. Un día, ya todos sentados alrededor de la mesa para la clase, se abrió la puerta y entró el maestro Valbuena Prat. Permaneció unos segundos de pie y, mirando al perchero y señalándolo, dio en decir: "¿Cuya es la teja?".



  Lo destaco despues de haberlo citado en el conjunto universitario, porque durante los cinco años de licenciatura, de manera especial los tres de especialidad, constituyó parte fundamental de mi casa, pues que yo no sólo iba a estudiar, sino a estar en otras situaciones domésticas y emocionales.
  por ejemplo, allí fui viendo lo que significaba una oposición docente con el ejemplo de Juan Estremera, Manuel Ruiz Funes, Mariblanca Lozano y Salvador Sandoval, ya que Sabino Belzunegui desapareció pronto del seminario y le perdimos bastante la Pista. Al fi, los tres varones aprobaron Cátedras de Lngua y Literatura Española, Mariblanca la de Italiano. Los cuatro, un ejemplo para mi.
   Me acogieron bien desde el principio. terminada la licenciatura, como ya he dicho en otros lugares, me encomendaron las clases de literatura hispanoamericana, amén de un curso de métrica del Siglo de Oro, como profesor gratuito de clases prácticas. por entonces, la gratuidad era norma y se podía ver compensada con las posibilidades de utilizar los materiales y los profesores de la Facultad. Al mismo tiempo me nombraron profesor del Colegio de los Maristas, con que ingresaba una soldada suficiente y disponía del tiempo necesario para el proyecto a largo plazo de mi vida profesional.
   También para eso utilicé el seminario, mejor dicho, el despacho que compartían los profesores Baquero y Valbuena. Por la mañana lo utilizaba para preparar las oposiciones de instituto, cuatro horas de estudio sin interrupciones.  De tres y  media a cinco y media, clases en los Maristas. El resto e la tarde,  trabajos de doctorado, graduación sin la cual no podías aspirar a la docencia universitaria como meta definitiva. Por la noche, todas las lecturas del mundo y alguna que otra diversión que no merece publicidad.
   De mi ofensiva seguridad en mí mismo, recuerdo una anécdota insolente de la que me arrepentí y pedí perdón. Los opositores del seminario hablaban mucho conmigo. De lo divino y lo humano. Yo había presentado la Tesina y recibido el Premio Extraordinario de Licenciatura. Me preguntaron pòr mi futuro y les dije: "Yo aprobaré las cátedras de instituto a la primera". Los tres se sintieron ofendidos con toda razón, por motivos que no son del caso. Mariblanca, más comprensiva y cercana, conversó conmigo conciliadora y me hizo ver lo impropio de aquella jactancia y me razonó dos cosas: una, que estaba convencida de que yo aprobaría a la primera (como así sucedió). Otra, que debía pedirles perdón e invitarlos a un café de desagravio. Así lo hice, sin titubeos. Y todo quedó en amistad que aún dura.
   ¿Comprendéis la trascendencia del habitáculo en mi vida joven de doctorando y opositor en tiempos de dictadura? Pues por eso lo incorporo y recuerdo.

domingo, 12 de junio de 2016

RESIDENCIA EN CANOVAS DEL CASTILLO, amable acogida

  Los padres de aquellos tiempos no se fiaban mucho de la vida que podrían levar, y la que podrían recibir, sus hijos alejados de casa, yendo a vivir a ciudades grandes y sin la experiencia necesaria de la vida. La gran mayoría de los estudiantes universitarios acababan residiendo con familiares mejor o peor dispuestos, en Colegios Mayores y, los menos, en casas de confianza conocidas a través de amigos comunes o deudos fiables.
  Cuando hube de viajar a Murcia para sentar plaza de estudiante, mis padres habían hablado con otros maestros ,padres a su vez de un estudiante de Letras, exseminarista por más señas, y que estudiaba un curso más que yo. Ni pintiparado el caso-asunto. Iría con él.
  Llegamos a eso de media tarde a la estación ferroviaria del Carmen con dos pesadas maletas. Cogimos una tartana entre cuatro, pues el don Simón, si que más cómodo, nos quedaba pequeño y caro. Dejamos a los otros dos en el Colegio Mayor y al poco enfilábamos la calle Cánovas del Castillo número tres, justo frente a los buzones metálicos de Correos, fachada lateral. Durante cinco años me acompañaría el golpe cantarino de las portichelas de los buzones cada vez que se introducían cartas.
  Edificio de tres plantas, sin ascensor, edificación corriente de ladrillo visto en parte y en parte recubierto de cemento de mala calidad, quizá de los años cuarenta, las famosas casas baratas, que en la ciudad solían ser un poco  mejores. Un pequeño zaguán escasamente iluminado (apto para pequeños escarceos que pronto habrían de llegar y sobre los que conviene correr un tupido velo) y las estrechas escaleras al frente, dos tramos y nos colocábamos frente a la puerta, que nos abrió una moza veinteañera, hija menor de la familia. Había otras dos h ermanas, una oficinista y modista de altos vuelos la mayor.
  De momento, interesaba más doña Teresa, la dueña y esposa de un señor maestro conocido en el mundo educativo, con el que pocas veces hablamos por ser persona retraída, de aspecto un poco distante y por su convicción de mantener la seriedad del pater familias como conditio sine qua non para una vida en común equilibrada.
  Y apareció en el umbral de la un poco chirriante puerta. La clásica madre de familia de la época, edad indefinida, el pelo un poco blanco y recogido atrás, gafas graduadas, sonrisa abierta y protectora ya desde los comienzos. "Anda, pasar, que os estaba esperando. ¿Tú eres el nuevo? Tienes cara de estudioso. ¿Cómo se ha quedado tu madre. Ya le escribiré yo para tranquilizarla".




    Nos informó y previno de todo, para terminar diciendo que nos había preparado cena como bienvenida, pues bien sabíamos que la pensión incluía dormir y desayuno. Entre paréntesis: comida y cena en el restaurante "Los tres negritos"  (¿Algo que ver con Agatha Christy? Mucho más de lo imaginado), de indescriptible presencia, ornamentación y cocina, a no ser por la hija del mesonero que, jóvenes y un tanto lugareños al fin, solía compensarnos con plato más lleno, incluso doble fruta, según la mirásemos con mayor o menor deferencia, digámoslo con discreción.
  Habitación doble, dos camas gemelas de torneados barrotes de madera, colchón duro y almohada generosa. Un armario espacioso y una mesa mesa.camilla para estudiar: apenas la utilicé, pues estudiaba inclinado en la cama, por algo digestivo que con los años se reveló hernia de hiato. Amplio ventanal-mirador desde donde podíamos ver a tres jóvenes pizpiretas en la casa de enfrente, inevitables novias de primer curso, recatadas compañeras de guateques, perfectamente asesoradas por sus mamás.
  Al cabo, una terraza-solarium en las alturas a la que subía con relativa frecuencia,por la noche, para dejarme bañar por la luna (no se olvide mi origen montaraz), ver y escuchar las campanadas del reloj de la catedral y escribir mis encendidos textos creativos ( a la sazón, poca poesía y mucha prosa, así como ensayos dignos de mejor causa).
  Empezaba vida nueva, ciudad nueva, casa nueva y nueva universidad en la que habría de permanecer sine die.  Pero esta es ya otra historia.

jueves, 9 de junio de 2016

LETRAS Y DERECHO, CASA Y CLAUSTRO COMPARTIDOS

  Segunda casa para los estudios. Un antiguo colegio religioso reconvertido para estudios superiores. Claustro pequeño, cuadrado, un pozo en el centro del patio y hierba, que no cesped, con pocos pequeños árboles diseminados, amén de algnos rosales de rosas rojas y amarillas: más de una corté por mor de las circuntancias emociones, juventud al fondo, compañeras demasiado guapas.
  En la planta baja, los habituales pasillos, la bran bibloteca y el salón de actos, con alto presbiterio y púlpito de antiguos usos, ahora objeto de adorno, salvo para el teatros profesor de laín, que desde su altura peroraba traduciendo a Cicerón. Butacas abatibles de madera y coro al fondo, suficiente para los invitados distinguidos.
  En la primera planta, las aulas. Dos espaiosas (unos 120 alumnos) para los cursos comunes. El resto, de diversas medidas, desde capaces para ocho alumnos, hasta poder ubicar los treinta o cuarenta de los cursos habituales en letras, algunos más en derecho.  El despacho del Rector y las oficinas de lo que hoy llamaríamos gerencia, con el oficialmayor al frente. Algunas aulas pequeas servían, con discreción y silencio, ara determindas efusiones (insisto en la juventud, en que algunas copñ pañeras debían repasar asignaturas cara a los exámenes y que los pocos chicos de entonces, buenos estudiantes, también eran generosos a la hora de compartir tiempo y explicaciones).




  Planta siguiente resrvada para los seminarios, pocos y muy abarcadores. El nuestro, Filología Románica, estaba lleno de armarios de madera abarrotados de libros; una larga mesa en el centro con sillas de formica, duras, pequeñas ventanas y una estfa de serrín con gran lata de meocotones para el agua hirviendo. Al poco de llagar, allí estudiábamos si acaso cinco estudiantes por tarde. Había cuatro profesores jóvenes preparando las oposiciones de cátedra de instituto: Mari Blan, Sabino, Manolo, Juan y Salvador. Se turnaban para la vigilancia y atención del seminario.
  Planta siguiente, vacía, pues era el habitáculo del colegio mayor, ya trasladado a su nuevo edificio. También estaba la vivienda del Rector. Y un pequeño palomar de origen desconocido.
  Todo lo compartíamos. Como detalle de vida. Nuestras chicas, muy numerosas, miraban a los de derecho con visión de futuro. Los de letras les éramos apenas interesantes, salvo alguna muy rara excepción de estudiante fuera de serie intelectual.
  

miércoles, 8 de junio de 2016

CANTICOS GREGORIANOS

   Suelo ir a Misa por la mañana, con más frecuencia ahora que ando jubilado y puedo repartir mejor mi crecido tiempo. He descubierto el templo recoleto de las Claras, apenas visitado antes. El sacerdote me gusta porque explica bien las cosas y, dentro de lo que cabe, resulta bastante adecuado a los tiempos, no me aburre, se mueve en un terreno intermedio entre el santo cura de Ars y un cardenal renacentista. Va bien.
  El personal asistente responde al esquema tradicional. Muchas mujeres, pocos hombres y todos un poco maniáticos de la fe, quizá un tanto mecanicistas en sus comportamientos, sobre todo buscando consuelo y ánimos para la tarea diaria y los problemas que la vida suele comportar. Un sacristán habituado que cumple con su oficio como si fuera otre, me gusta porque es hispano, lo hace bien.
  Pero hay un personaje que me encanta. Se llama Ascensión, un poco más joven que yo, buena presencia, presumida dentro de los cánones eclesiásticos, modosa, buena ayudante de lectores y otras ocupaciones. Pero sobre todo, encargada de la música, que selecciona muy decuadamente. Desde el principio me impresionó su voz: firme, clara, de buena dicción, bien educada y con fina entonación. 




   Las canciones que canta y propicia son antiguas, de las que comenzaban a cantarse en mi niñez. Me lo prometió y esta mañana me ha traído la copia de algunas que aún me emociona escuchar y cantar.  Destaco una,  "Cerca de Ti, Señor, quiero vivir". Vuelvo a mis quince años. Iglesia de los Franciscanos, Hellín, donde trabajábamos en la Juventud Antoniana con el padre Carrillo, culto, políglota y amigo antrañable. La hemos cantado. Y al regresar al despacho, he pasado un buen rato sin h acer nada, sólo escuchando gregoriano que, desde siempre, me atrae, me embarga y emociona. De manera especial cuando empecé a escuchar a los monjes de la Abadía de Solesmes, y no digamos las tardes, misa de ocho en Santo Domingo de Silos. Toda una vida.

martes, 7 de junio de 2016

!AH, LA IGNORANTE Y FATIDICA SELECTIVIDAD!



   Antes de afrontar la segunda casa universitaria prometida, permitid, incluso aceptad, unas breves palabras  propósito de ese engendro de los estudios que aún llamamos selectividad y que nada bueno selecciona. He participado algunos años, y nada, un desastre siempre.
  Comencemos por la estadística: entre junio y septiembre aprueban todos los que se presentan. y entonces cabe `preguntar qué seleccionan y para qué sirven tales onerosas pruebas. me dan pena y preocupan estos desnortados preuniversitarios.
  Aunque lo importante radica en el desastre del sistema educativo que padecemos, vergonzoso. Otro día volveré sobre la enseñanza primaria, la de los dibujitos, y la enseñanza media, la del bachillerato ausente. Hoy me ocupa la universitaria.
  Comencemos por lo evidente. Sobran en la universidad española más de la mitad de los matriculados, porque no puede llamarse estudiante la caterva de muchachos que, convenientemente analfabetizados e imbuídos de que la democracia consiste en hacer lo que a cada cual le viene en gana, no asistir a clase, utilizar a todos horas el móvil, expresarse como gañanes en el campo, ignorar las más elementales normas de educación (la Urbanidad que in illo tempore se aprendía en la escuela primaria) y protestar por toda nota que consideran aminorada. 
  Sobra la mitad de los profesores, defectuosamente seleccionados (lo de seleccionar es un decir), improvisados por razones obvias, bastante desconocedores de sus propias asignaturas, adoradores de Bolonia, ese esperpento educativo, y con mentalidad no ya de burócratas, sino de administrativos en acción.



   Menos edificios universitarios, infinitamente menos títulos expendidos (has leído bien, no sobla la ene) y buena selección de buenos estudiantes, muy útiles después para la sociedad que los aguarda.
   Sarcasmo final: gran parte de los pocos buenos egresados de la universidad, han de emigrar para buscarse la vida y rendir a otros países los beneficios que aquí les financiamos. ¿Recuerdan el cuento del Decamerón? En efecto, cornudos, apaleados y contentos, así vivimos socialmente, con gran sordidez y abotagamiento del pueblo-masa, con gran contento de los políticos menos que mediocres, pues siempre recibirán el voto de los suyos agradecidos, con la prebendo como elemento de cambio.
  Menos exámenes fariseos y más libros. Seguiré esperando.

viernes, 3 de junio de 2016

Abandonar la casa, imperativo de la edad



   Antes de nada, como decíamos los niños de mi generación ante cualquier evento que nos afectara y, sobre todo, que nos atrajera de modo imperioso, es verdad. Disponíamos los preparativos y, justo en los inicios inminentes, siempre había uno que decía: "Antes que nada, vamos a comprobar los macutos".  Por ejemplo. Y admitidme la palabra macuto antes que nada, porque os aclaro que andábamos, a la sazón, inmersos en el Frente de Juventudes y sus campamentos de buen comer y mejor hacer deporte sin que nos obligaran, así fuera de montaña o de mar.
  Pues antes que nada, os quiero decir que voy a dedicar tres a cuatro post a presentar en público la casa de los libros (para mí lo sigue siendo después de cincuenta y siete años que vengo inhabitándola ad maiorem gloriam...) que ha tenido la generosidad y apertura de acogerme desde aquel lejano 12 de julio de 1958 en que, pletórico y desbordando vitalidad a borbotones, entré para realizar los exámenes de selectividad, a la espera del permiso para realizar la carrera de Letras, vía Filología Románica, que así se llamaba entonces. Nunca se me olvidarán aquellos día gloriosos y agobiantes de calor para un mozo recién llegado de los montes castellanos, donde las temperaturas bajo cero estaban a la orden del día.
  El caso es que llegué la tarde anterior, en el tren expreso que venía de Madrid, el omnibus en términos cultos de lengua, si que bastante humilde por la condición social de casi todos los viajeros: tenía dos secciones, segunda y tercera clase, con sus vagones diferenciados, de gutapercha marrón los de segunda, de tiras, regletas o esviros (localismo) de madera, "pintado pino" dirá después Espronceda en conocido poema que aprendí un poco más adelante.
  Me recibió un amigo que me avanzaba un año en el estudio y tenía la pensión (amable señora a la antigua que bien me trató aquella noche, por muchos motivos que no son del caso). Cenamos, dimos un paseo por la ciudad con la sorpresa de los naranjos nunca vistos y su estimulante olor. Al cabo, dí con mis cansados vente años en la perfumada cama de hopalandas finas y suaves, mesita de noche de granadina marquetería, jarra de agua de cristal, vaso de tibia leche y dos magdalenas caseras "deferencia de la casa", según palabras de la joven señora dueña del hostal privado.



  A las ocho de la mañana siguientes ya estábamos duchados y dispuestos a la prueba. El puente de piedra, la Virgen de los Peligros, la Glorieta del Ayuntamiento, la impresionante Catedral, Platería, La Merced, Santo Cristo y la fachada de la universidad, ante la que me detuve unos minutos para fijar en la memoria la imagen del gran portón y el rótulo en el frontispicio.
   Esta es la casa. Mañana , capítulo dos para describir el claustro y la Facultad de los exámenes selectivos. Antes, nueve menos cuarto, entré unos minutos a la Iglesia de los Franciscanos, puerta con puerta, de tantas resonancia y futura historia para mí.

jueves, 2 de junio de 2016

EL QUIJOTE y los alumnos copiadores en exámenes


       Lo dije y escribí desde este malhadado año del centenario cervantino, que habría de perjudicar bastante a la lectura, ya de por sí maltrecha tantos siglos entre nosotros, y lo que viene aconteciendo me reafirma en mis vaticinios por otra parte fáciles de percibir y manifestar si vives el mundo de los libros como es necesario y ellos, desde su silencio expectante, dan en exigir.
   Anoche veía un programa de televisión española, la pública que todos financiamos, presuntamente cultural. Del presentador no hablo porque no merece la pena: lo han puesto ahí para que cumpla una función sin importancia como es la cultural y bastante hace con aguantar el tipo que, al parecer, tampoco le cuesta tanto.
  Dos invitados. Un editor haciéndose autopropaganda (libros con mucho dibujo los suyos, hoy tan en boga porque la gente busca imágenes para sobrellevar el oneroso trabajo de la letra impresa), y un catedrático de literatura en universidad hispanoamericana, norteamericano de nacimiento y al que se le notaba la dificultad de hablar español con cierta soltura.
   Empezamos bien. Me gustaría la inversa, un profesor español en Inglaterra explicando a Shakespeare , como si tal cosa, en la BBC, dando a entender,, en la la práctica, que conocía los sonetos shakespeareanos a través de una buena traducción española. !Oh, tempora, oh mores!. Lo que el profesor norteamericano hace en el video de propaganda de su curso para conocer a Cervantes, no tiene nombre. Pero sí lo tiene una de sus consecuencias. A saber, un alumno (internet) le pegunta si se puede seguir el curso, y obtener el certificado supongo, sin necesidad de leer El Quijote.  Sonrisa de bobos en la pantalla.



    Ello conduce a los copiones en exámenes. Por estos días se repiten declaraciones, programas, determinaciones policiales, profesores airados porque "les copian", profesoras comprensivas "porque ellas también copiaron", etc.  El circo español de la enseñanza. y también la feria, que de todo hay.
    ¿Y no hay nadie que sienta rubor por todo este espectáculo?
Para todos los implicados, por si quisieren leerlo. Para los profesores: si estuvieran bien preparados para la tarea, ningún alumno les podría copiar. En caso de no entender el aforismo, pueden preguntar.  Para los alumnos: la copia en exámenes es el principio de la delincuencia. También pueden preguntar. Para los padres: si consienten la "copia" de sus retoños, no se extrañen luego de la vagancia, fracaso escolar, paro por analfabetismo, etc. de esos sus hijos a los que, falsa y pecadoramente, tanto protegen y conservan como oro en paño.
   Con más y buenos libros, todo este circo no existiría.