jueves, 30 de junio de 2016

LOS LIBROS NO SON PARA EL VERANO

De tres medios de comunicación, dos españoles y uno hispanoamericano, me han pedido una lista de libros para las vacaciones. Antes me los solicitaban para el verano, ahora lo amplían a cualquiera de las cuatro estaciones (quiza Vivaldi tenga algo que ver), del año, siempre que las vacaciones anden en el candelero y sean el tiempo de distracción y juego, a lo que  respondo igual: las vacaciones nos han sido concedidas para la holganza, en su sentido clásico, y los libros no han sido escritos para esa función, salvo que sean de usar y tirar, con evidente degradación del hábito y el placer de la lectura, incluso algunoss e los llevan a la playa, con la sombrilla, el bañador y la mesita de las bebidas y los cubiletes, sin tener en cuenta las manadas de bañistas (es un decir) que se rozan la epidermis incluso colocados de pie. Vámonos poco a poco, amigo Sancho, que ya en las playas de antaño no hay sitio para los libros hogaño.
  Antes era distinto. Muy poca gente se dirigía al mar, casi siempre por razón de salud, soledad buscada, reposo y dilatados horizontes libres de ruido y molesta compañía, con los dilatados horizontes del mar invitando al pensamiento y las reconfortantes sensaciones expansivas del cuerpo y el espíritu, siempre invitando al placer individual o a la soledad de dos en compañia, cada uno con su libro intercalando emocionados coloquios o pasando páginas con la parsimonia del placer y el encanto, camino de la intimidad que proyecta sus visiones en la línea horizontal donde agua y cielo se confunden. Para retener, con la mirada perdida en lontananza, palabras como las de Schiller en interrogación inquietante y voluptuosa: "!Quién a tí, mar insondable, darse puede sin temor!".
   Leo en un periódico regional que, aprovechando la canícula y un hotel amable, han programado un programa titulado  "Los libros en la playa" y no salgo de mi asombro. Pues qué bien, como si de la sombrilla, las viandas para los niños, los bañadores y una tablet para ver fútbol se tratara. Ponga un libro ligero en su playa. Difícil remedio tiene este panorama. Distracción y pasatiempo.  "La rebelión de las masas", que Ortega proclamó, la nueva versión del "panem et circenses", sin mayores averiguaciones.
  El caso es que, una vez más, me lo han pedido. Ignorando, quizá, mi clara postura de los últimos años: para no producir rechazo, entre otros displaceres, no hago ni difundo listas de libros veraniegos o vacacionales. Todo tiene un límite cultural, intelectual y ético.



   Miren ustedes, leer no es la ocupación de un rato entre otras ocupaciones serias, sino todo lo contrario, ya que de los libros debiera salir una nueva forma de ver la vida, un esforzado, y placentero, ascenso a la montaña para ser cada vez mejores, de modo que el proceso perfectivo individual repercutiera en la mejora colectiva. Y así, sociedad e individuo encontrarían su lugar de encuentro para interesantes empresas.
   Lo escribo una vez más. Los lectores se descubren, y van haciéndose, desde la infancia. Un buen colegio, unos buenos profesores de lengua y literatura. Y el arte de simpatizar los libros y hacer que los niños vayan descubriendo el fantástico mundo que les aguarda, para su inteligencia e imaginación, en todas y cada una de las páginas. Porque una vez despertada la pasión por leer, se convertirá en un positivo estigma indeleble, permanente para toda su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario