martes, 1 de diciembre de 2015

"VERONICA Y EL HOMBRE BELLO"

    Estupenda narración esta de Angela Reyes, excelente amiga y escritora que nos ofrece ciento setenta páginas de buena prosa, tersa,bien modulada, flexible y acogedora para que la lectura resulte no sólo interesante, sino atractiva y compensadora.
   Reconozco que, al principio, el título me desorientó un tanto, máxime contemplando la ilustración de portada, pero me bastó leer "el mes de la mostaza" para que todo me quedase claro, incitador y sonriente, aunque aún seguía sorprendiéndome la iniciación con el mes de mayo, perfectamente asimilada la estructura y organización tempo-espacial a medida que pasaban las páginas, que culminan con el claroscuro final, cuando la niña ya no lo parece tanto, quizá porque ha madurado y el dolor suele ser síntoma de adultez, no importan los años cumplidos. "Entro en una calle de casas pobres y niños descalzos que corren tras un gato y me detengo para echar la última mirada al monte. En la cima ya han crucificado a los ladrones. Sus dolorosos gritos y sus maldiciones ruedan ladera abajo. Al Maestro le falta muy poco para llegar a la cima. Le veo subir lentamente, cojeando". Aquí ya el humor se ha transmutado en tragedia, como estaba previsto por la profecía bíblica. Aunque una páginas antes, pregunta: "Dónde vas?". "Al Monte de los Olivos, a pasear un rato y estirar las piernas".  "¿Tan de noche? -!Por toda la arena del desierto! Con treinta y tres años y no sabe mentir".
  Jesús de Nazaret humanizado, traído al mundo de hoy, y de siempre, por una niña de diez años que lo ve como uno más de los que se acercaron cuando el Maestro sugirió: "!Dejad que los niños se acerquen a Mí".
  Una hermosa historia llena de matices, vista a través de los claros e inocentes ojos de una niña sin prejuicios, libre de los pervertidos principios de los mayores maleados por la historia, la sociedad y la propia vida. Con otros dos personajes importantes, la mujer pública y un perro, pues que los animales forman parte natural de la vida infantil, para que todo resulte más creíble y cercano.
  Un acierto formal y temático ya desde las palabras del título, la imagen del "hombre bello" ( "Sólo era un hombre que decía cosas bellas"). Y el nombre directo de Verónica, que vale por miles de imágenes posibles, tanto si se sabe quién era este personaje, cuanto si se ignora. Imagen y palabra que sirven para iniciar, y concluir, la historia más extraordinaria de nuestro mundo. Libro estupendo. Recomendar su lectura no es sólo un acto intelectual de buena crítica, sino la obligación inevitable de un orden moral previamente vivido. 

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