sábado, 8 de octubre de 2016

EL FERROCARRIL EN TRES HISTORIAS

   De toda la vida me gustó viajar en tren, desde que lo descubrí,  en la práctica,  viajando de Soria a Madrid para comenzar mis estudios de Bachillerato, bien cumplidos las catorce años.  La estaciones antiguas, los mozos de cuerda,  los maleteros, los factores, los jefes de estación con su gorra colorada...Y sobre todo, las locomotoras a vapor, con sus agudos pitidos y las nubes de vapor inundando los andenes con el peculiar sonido de gas a presión escapando por la espita.  Emocionante y romántico, imaginativo especialmente.

  Pues bien, esta noche traigo tres breves historias vividas cuando la juventud, de las que os contaré la primera.  Y lo hago en el blog porque he decidido centralizar la mayor parte de mis escritos, en ocasiones literarios, a veces no tanto, pero siempre con relación a los libros, columna vertebral de mi profesión y algo más durante tantos años.  
   Desde que inicié la saga, he venido escribiéndolas en face book,  modo más directo y fácil para mis conocimientos informáticos.  Ahora ya sé desviar enlaces y otras complejidades, por lo que así sucedera a partir de ahora. Os lo aviso cordialmente.  "Tolgamos la corteza,  al meollo entremos".

FALANGISTAS CAMINO DE CERCEDILLA.  PRIMERA HISTORIA.
  Mediados de los años sesenta, siglo pasado.  Terminando la carrera de Filosofía y Letras. Algunas inquietudes políticas tenía por aquellas calendas, si que soterradas por razones obvias, en las que primaba el temor a perder la beca de estudios, con lo que todo habría terminado.
  Hijo de Maestro Nacional, aunque republicano, mi padre nos hacía vestir, a varios amigos de escuela, camisa azul mahón,  pantalones grises, medias blancas y boina colorada (estaba prohibido decir roja) para asistir a los turnos de campamanto, en el provincial Calatañazor y el nacional Francisco Franco, ubicados en la provincia de Soria entre pinares.  Lo hacía para que comiéramos mejor esos d´ías campamantales.
   Pasados loa años, héteme aquí dirigiendo la residencia universitaria Licenciado Cscales, universidad de Murcia, con amigos de las Falanges universitarias directamente relacionadas con el SEU y la Sección Femenina, que se ocupó de adecentar la Residencia.  Contribuí a los gastos explicando el Testamento de José Antonio en diversas poblaciones.
  En un momento dado se organiza en Cercedilla un encuentro falangista culto.  Y asistimos dos de Murcia: oculto el nombre del otro, por si le pudiere molestar en estos tiempos y después de su trayectoria política, que la amistad esté por encima de estas menudencias.  Aclaro que, una vez terminada la carrera, jamás volví a partipar en política, salvo la emisión de voto en la democracia.
   Y allá que nos fuimos con un claro plan de actuación. Ferrocariil, vagon de tercera, casi como  lo descrito por Machado.  Transbordo en Mdrid, me seguía imprsionando la Estación de Atocha, los muchos trenes, las varias locomotoras emitiendo gás con sonido asmático, el tráfago de viajeros... A Cercedilla llegamos de atardecida y nos alojamos en la Residencia de Ingenieros de Montes, casi un hotel de lujo, por las instalaciones y la excelente cocina: el cocido a la madrileña y los descomunales solomillos todavía los guardo en la memoria.
   Hicimos el trabajo político. Densa semana en jornadas casi de sol a sol.  De éste capítulo, apenas cabe destacar el papel de los jóvenes catalanes. Llevaron todo dispuesto y organizado, incluído un gobierno cuyos ministros futuros formaban parte del numeroso grupo asistente.  En cierta medida, aquello resultó premonitorio, incluída la dificultad de hablar castellano, pues habituados estaban al catalán, su lengua madre.
  Una pequeña anécdota vivida por aquellos jóvenes con las hormonas en pleno fragor (las neuronas, no tanto) incitadas por las jóvenes del lugar y las veraneantes de Semana Santa. Tiempo libre por la tarde, un conjunto de ocas (recuérdese el cuento del Decamerón) en lontananza que se acercaban, nos adelantamos al saludo y las acompañamos un trecho, quedando para después. Ellas iban a una ´hora santa´convocada por el párroco. Llegamos al templo, saludamos al sacerdote y nos fuimos a esperar en la plaza.  Espera baldía.  El deán, avispado, prolongó la ´santidad´hasta la hora de la cena.  Y nunca más se supo del amor falangista en Cercedilla.
  El regreso fué decepcionante por lo hablado, discutido y no acordado a lo largo de la semana. Mi compañero venía muy enfadado por actitudes de grupos y regiones. Yo intentaba relativizar la situación. Y así continuamos en diálogo hasta Madrid. 
   Cambio de tren, de nuevo los desvencijados departamentos de gutapercha marrón bastante desvaída, los lugareños en regreso cargados de aperos y fiambreras vacías, las mujeres todavía con pañuelos negros a la cabeza.  Tren nocturno a Murcia. De madrugada nos despertó el revisor, pues nos habíamos quedado dormidos en el pasillo, respirando a ráfagas la carbonilla.  Nos pidi´ó la documentación. Yo no llevaba carnet de identidad. Pequeña discusión.  Al cabo y viendo la camisa azul mahón, accedió a que viniera el guardia civil de vigilancia y presencia obligada en el convoy.  Llegó malhumorado (quizá dormía) y me dijo que tenía que descender en la próxima estación para ir al cuartelillo a verificar identificación.  En esto, una señora bien vestida le dijo: "Pero, señor guardia, ¿no los ve usted, la ropa que llevan? Son de los nuestros". 
    Mano de santo con efecto de sortilegio. El guardia civil se ajustó bien el mosquetón al hombro, lanzó un pequeño gruñido y razonó: "En fin, señora, si usted lo dice, que sigan para Murcia, pero con tiento y medida, que aquí los viajes son muy serios".
   Y allá a las ocho de la mañana, todavía con tiempo para asistir a la primera clase en la universidad, tomamos el autobús número uno (sólo había una línea con tras vehículos) y mi compañero se dirigió a la Facultad de Ciencias Químicas y yo accedí al claustro central, donde se ubicaba la Facultad de Letras.  Sic transit gloria...

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