lunes, 14 de noviembre de 2016

UNA " MEMORIA " ENTRAÑABLE

   Revisando el  Archivo interminable, la encuentro casi como el arpa de Bécquer,  "silenciosa y cubierta de polvo, / de su dueño tal vez olvidada".  Sin tal vez en esta caso, la tenía completamente olvidada.

   Es la  "Memoria"  que, cuando entonces, preparábamos los aspirantes a Cátedras de Instituto, para el último y quinto ejercicio de la oposición.  Título,  "Concepto y método de la disciplina de Lengua y Literatura Españolas".  El tribunal las había leído, pedían al candidato una explicación somera y abrían con él un coloquio que, en cierta medida, recordaba los interrogatorios de la Inquisición.  Había demasiado en juego y los aspirantes eran muchos bien preparados,  y la mies poca.  Las Cátedras se convocaban con cuentagotas, tales eran las carencias que sufríamos, no sólo en la Enseñanza.
    Son trescientas páginas encuadernadas en papel tela de indefinible color rojo vino Burdeos.  Escrita a máquina olivetti mecánica, copias con papel carbón de la época donde todavía se utilizaba el papel de estraza.  Conservo la segunda copia, con los perfiles de las letras  difuminados, si que de lectura bastante asequible. Dato curioso y entrañable: la copia definitiva la hizo mi padre, ese  maestro extraordinario del que tantas veces me oís hablar y escribir.  Yo redactaba los capítulos manuscritos, se los enviaba por correo a Hellín  (Albacete) y él los mecanografiaba con dos dedos de cada mano.  Al cabo, los llevaría a encuadernar y, tres volúmenes flamantes, me los haría llegar comme il faut.
   Las oposiciones incluían cinco ejercicios, escritos, orales y prácticos de comentarios de texto, tres en total: texto medieval,  texto del Siglo de Oro y texto moderno (prosa y verso al retortero. En mi caso ( 1.966 ), veinticinco plazas y más de tres mil solicitantes, ya os imagináis la competencia y dificultades múltiples.
   Nos presentamos cinco de Murcia.  Tres, gloriosamente suspendidos en el primer ejercicio, la gran criba:  escrito sobre dos temas insaculados de entre los 125 del programa común.  Los tribunales hilaban muy fino.  Unico para cada asignatura y todo el país, con sede en Madrid naturalmente.  Para los dos que aprobamos, el resto fue un paseo militar.
   Si no recuerdo mal, el número 5 para mí,  el  9  para mi compañero y amigo Antonio García Berrio.  Ambos, con el tiempo, alcanzamos Cátedra en la universidad.  Ël,  Gramática General y Crítica Literaria;  yo,  Literatura Hispanoamericana.
   Y una pequeña anécdota para disentir cordialmente de nuestro gran Jorge Manrique.  Presidía el tribunal el profesor Baquero Goyanes, uno de mis tres buenos maestros en la universidad, junto al otro (cuyo nombre oculto por caridad y porque ya está juzgado de Dios hace años) también catedrático.  Sucedió que ambos compitieron,  en su día,  por lograr la cátedra, ganó Baquero y el otro quedó enfadado (eufemismo comprensivo). 
   Pues bien,  el profesor Baquero sufrió una nefritis en el primer ejercicio y hubo de abandonar el tribunal, que pasó a presidir el otro.  Final previsible: sólo cinco aprobamos todos los ejercicios por unanimidad. Otros cuatro recibieron mayoría en un ejercicio. ¿Entendéis ahora por qué yo obtuve el número  5  y mi compañero el  9 , sin más explicaciones?  La condición humana.
   Vuelvo al texto metodológico. Sin duda, lo más original fué la Biblioteca que incorporé para lectura de los estudiantes.  Me costó tiempo y trabajo su organización: recuérdese que había alumnos de primer curso ( diez años de edad ) en escala hasta el curso preuniversitario ( dieciocho años ). Debo reconocer que fue muy valorado este aspecto por el tribunal en su conjunto. Porque medio siglo después, sigo pensando lo mismo: sólo sabrá lo que es Literatura quien haya leído mucho y bien.  Y los diez años es una buena edad para comenzar a leer libros hermosos.
    Al cabo,  la magdalena de Proust me ha permitido este pequeño y entrañable viaje de la memoria,  a la búsqueda del tiempo nunca perdido.

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