sábado, 19 de noviembre de 2016

CURSO DE LIBROS. CRÓNICA DEL JUEVES ( 9 )

   Cada semana me place más ofrecer esta crónica, por lo que supone de la realidad que vivimos los jueves en presencia, tardes magníficas de explicacions múltiples y aprendizaje mútuo, conversación mediante porque nunca olvidamos que Sócrates  instauró el mejor método hace milenios.  Y ello nos congratula pues que,  mutatis mutandi,  con toda modestia intentamos una réplica en estos tiempos no fáciles para la lírica y otras virtudes adventicias.

   Comenzamos con el texto entre teórico y doctrinal, que siempre viene bien para abrir y seguir roturanto estos caminos y territorios,  cargados de racional crítica y emocional acercamiento.  Aquí lo tenéis:


     "A estas alturas ya sabemos lo que es la palabra en su dimensión científica.  Cualquier diccionario establece que  ´´´ expresión´   significa manifestar ideas y sentimientos a través de un medio material  --en nuestro caso, la lengua--  con intención de conmover, extremo que la diferencia de la simple  ´´ comunicación´.   La belleza es, por principio,  indefinible a fuer de subjetiva.  Habrá que recurrir a los distintos conceptos del mundo que se han sucedido en la historia filosófica,  para que cada uno de ellos ofrezca su propia definición según los p`rincipios en que se base.  

     Santo Tomás, por ejemplo, definió: "Id cuius ipsa apprehensio placet".  Es decir,  la belleza produce un placer desinteresado y espiritual,  superación de lo agradable, que es lo peculiar del placer sensible.  La belleza se dirige al sentimiento y a la fantasía.
   Existe una belleza natural, ofrecida por la Naturaleza sin intervención del hombre.   Y una belleza artística, creada por él.
   Desde Platón, el pensamiento idealista es el que mejor se ha ocupado de la belleza, cuyo concepto más admirable sería el de Kant: armonía entre la inteligencia y la imaginación.  Aplicando este concepto al arte literario,  Hegel considera que   "es la materialización de la idea en imágenes plásticas".
   En todo caso, está generalmente admitido que la armonía es el elemento esencial de la belleza literaria.  Y su finalidad,  el despertar de la emoción estética,  cristalizada plenamente en las grandes obras,  cuya importancia radica en que la emoción gana en intensidad con el tiempo,  mientras que el placer producido por las mediocres se extingue pronto".


   Después les leí tres textos breves, si que extraordinarios, por mor de la extensión y su posible ayuda para establecer géneros en prosa.  El primero es el comienzo del  "Lazarillo de Tormes",  donde el prtagonista recibe el nombre, alude a sus padres, calificándolos, se produce el parto y establece la relación de la aceña y el río.
   El segundo corresponde al  Quijote.  El narrador afronta el retrato del protagonista con intento de que los lectores aprendan y disciernan. Se dirige a ellos directamente:  "Es, pues,  de saber que este sobredicho hidalgo...".  Fórmula tipicamente narrativa.  Y el tercero, muy problemático a la hora de entender y ubicar, lo extraigo de la gran novela  "Los hermanos Karamazov"  (Dostoievski),  punto cenital en que aparece el oso con su amenaza, lo que permite al narrador interno, el padre Zósima, establecer relación entre Dios y la Naturaleza, para terminar con invocación y jaculatoria de compromiso humano: "!Dios bendiga a la juventud!. !Señor, envía la luz y la paz a tu pueblo!".
   El coloquio pemitió algunas precisiones,  ejemplos y distingos.  Y con ello despedimos la tarde literaria del jueves, con la observación virgiliana  "cadunt altis de montibus umbrae".  Los montes de la Fuensanta, claro.

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