martes, 6 de septiembre de 2016

HOMENAJE A CAMILO J. CELA, DE PLENO DERECHO EN EL CURSO

  Cela siempre será necesario en cualquier coloquio, clase o curso que de literatura se ocupe.  Un gran escritor con amplia bibliografía, tan variada que cualquier lector avisado encontrará en él lo que busca, así sean polares sus gustos y preferencias.

  Este año celebramos su centenario.  Nada diré de los fastos oficiales, que poco tienen que ver con la literatura, salvo las vanas y vacías palabras, por lo general, que asesores más interesados por agradar al jefe que por sus posibles conocimientos literarios,  suelen escribir para discursos y presentaciones.
  Lo que aquí pretendemos es muy diferente, tiene más en cuenta al escritor y se decanta por su comentada lectura en grupo, después de haberlo leído en soledad como conviene.   Porque no lo olvidemos jamás: el mejor homenaje que puede tributarse a un buen escritor consiste en leerlo con interés y a provechamiento.  Y aprender de su experiencia para vivir mejor, pensar mejor y sentir mejor. Pues quien lee un buen libro, sale cambiado en perfección, que esa es la magia de los libros que se escribieron bajo el signo del talento y la alquimia del arte por descubrir.
  Lo conocí, por correspondencia,  mediada mi carrera universitaria.  Hice la Tesina de Licenciatura sobre su obra, recibí sus cartas siempre amables e invitadoras, me agradeció que le remitiera un ejemplar del texto, me felicitó y la vida continuó su discurrir al paso de las horas y los años, casi como en la danza famosa de  "La  Gioconda" (Ponchielli).
   Una vez catedrático, lo invité a la Universidad dentro de los Ciclos de Literatura Viva que ya conocéis. Aceptó sin condiciones, recordando lo vivido años atrás.  Y continuó viniendo antes y después del Nobel. Amistad retomada, intensificada y abierta para la familia y numerosos amigos.  Todo un gozo, ciertamente.
   Repetiré dos anécdotas caracterizadoras, entre las docenas que con él vivimos. La primera hace alusión al estudio y los idiomas, hoy tan en boga y necesarios para multitud de profesionales.  Un periodista le preguntó si sabía inglés, si había estudiado otras lenguas.  Y el respondió categórico:  "!No lo permitan los clementes dioses! Toda una vida dedicada al castellano o español no alcanzará para que lo domine adecuadamente".
   La otra es más familiar.  Como siempre que venía, teníamos una cena reducida:  ellos dos, nosotros dos y los tres hijos, la menor de catorce años.  El Rincón de Pepe, agradable conversación y suculento yantar, un tanto constreñido en éĺ pues venían de una clínica de adelgazamiento.  A los postres, mi hija menor, sentada a su derecha, pidió mousse de chocolate, gran copa, olor y
color estimulantes, la gula de frayle teatino  despertándo en el admirador de Pantagruel.  Y una recomendación resuelta: "Victorino, por favor, acércate al cuadro y le explicas a Marina ese magnífico bodegón". 
     Nos levantamos y fuimos al muro, justo de espaldas a la mesa.  Mientras, hija y amigo en connivencia cómplice, pidieron segunda cuchara y los dos dieron buena cuenta del chocolate.  Hasta escuchar la voz tonante: "¿Tanto interés tiene el bodegón? Venga, que os esperamos para el postre, ¿qué fruta baja en azúcares puedo tomar, Marina?".
   Gran hombre,  gran amigo,  gran conversador.  Siempre se manfestó así en los círculos donde lo conocíamos. El grandísimo escritor que fué y dejó una obra extraordinaria.

T E X T O   E N   P R O S A
   "Cantan los grillos y un perro ladra sin ira, prolongadamente, desganadamente, como cumpliendo un mandato ya viejo. Por la carretera pasa un carrito tirado por una mulaligera que va al trote, haciendo sonar las campanillas.  Se oye, distante, la aburrida esquila de una vaca mansa.  Un sapo silba desde la barbechera, al oro lado del camino.
   El viajero se duerme como un tronco hasta la madrugada, cuando antan los gallos por primera vez y el viejo le despiert pasándole unas hierbas por la cara.
-- Ave María.
-- Sin pecado concebida.
-- ¿Andamos?
-- Bueno.
 El viajero se levanta y estira los brazos.  Dobla la manta con cuidado.  La carga sobre el burro y bosteza".

                       Camilo José Cela,  "Viaje a La Alcarria".

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