sábado, 10 de septiembre de 2016

" CUARTETO DE ALEJANDRÍA", CAFÉ FINVERANIEGO. HISTORIAS DE MEDIANOCHE

  Como todos los años, las vacaciones caniculares las terminamos con un café de conversación larga y tendida. Lo hemos tenido y cada mochuelo está en su oivo particular.  El profesor alemán, el talabartero, el vecino comentrista y yo mismo. Ya nos conocéis.
  Al final de la velada, cada uno cuenta una historia que todos compartimos.  Os transcribo la mía, con una dosis de nostalgia y nada de añoranza, que el tiempo no está para gollerías ni el horno para bollos.



   NIÑOS-JÓVENES DE POSTGUERRA
 El muchacho estaba pasando su infancia, la consciente y asumida, en pequeños pueblos castellanos.  Montaves, el de los oteros;  Chavaler, el del río cangrejero,  y Duruelo de la Sierra, allá donde el padre Urbión viene a nacer.  De carácter decidido, se criaba fuerte de cuerpo y creciá en conocimiento a la sombra de su padre, un gran maestro, y de su madre, una extraordinaria mujer mitad espartana, mitad seguidora de Santa Teresa.
  Aunque le gustaba, empezó a estudiar tarde el bachillerato, que aprovechó adelantando cursos.  Trasplantado a tierras entre manchegas y murcianas, en la notable población de Hellín, cuyos ricos comerciantes llamaban a Albecete  "la capitaleja".
  En Duruelo vivió el esplendor deslumbrante del primer amor.  Situación que repercutiría mientras estudiaba Preuniversitario en el Insstituto, donde actuaba de director espiritual el que después alcanzaría la condición de Arzobispo en Valladolid, monseñor Delicado Baeza, que un día lo llamó a capítulo para decirle: "Si te lo propones, puedes ser un buen sacerdote.  ¿Te gustan las chicas?". Respuesta clara y natural: "Sí, mucho, ¿por qué lo pregunta?".  "Porque si no te gustaran, no sevirías para lo que te propongo. Piéńsate si te gustaría entrar en el Seminario, recordando que la vocación es un conjunto de capacidades físicas y espirituales que te hacen apto para una misión. Tú las tienes".  Hablamos varias veces, pero a la vista está que no cuajó la vocación.
   Estudió Letras, hizo muchas oposiciones y pasó por los tres grados de la Enseñanza.  Vivía bien,  con algo de deporte,  mucho estudio (convencido de que habría de ser su ĺiberación profesional y personal) y no poca diversión propia de su edad y condición, con nuerosas experiencias erótico-sentimentales (ojo, recordad los años de   cuando entonces), muchos amigos y compañeros idóneos.
   Una idea central:  nunca volvería a pasar hambre (Oh, lo que el viento se llevó) y tendría que devolver a los demás lo mucho que estaba recibiendo, pues se sentía priviegiado, quizá en exceso con respecto a sus merecimientos.  Esta idea y praxis jamás le abandonó.
  Buen profesional,  contribuyó a que los estudios universitarios salieran de la endogamia y anquilosamiento bien potenciados por la Dictadura, predicando y ejerciendo la salida a la calle sin perder de vista las aulas.  Hijo y nieto de republicanos, siempre se mostró liberal, actitud que algunos disgustos le proporcionó, aunque, cauteloso y bien aleccionado, sólo asomaba la punta del iceberg hasta la eclosión de la democracia, lo que le valió una recia convesación clarificadora con el maestro que más quería en la universidad que, respetable y siempre respetado por el discípulo, colaboraba en periódicos como  "El Alcázar": nada que objetar, las ideología son múltiples y variadas. Y ambos a dos, por razones casi opuestas, sufrieron acusado desencanto con el correr de los años.  Que aquellos vientos enmascarados, trajeron estas tempestades.
   Fundó una  amilia con tres hijos que fueron cumpliendo bien su tarea y comportamiento y de los que está orgulloso, como padre bien nacido que les procuró adecuada educación.  
  Cumplió su curriculum con moderada satisfacción. Y ahora reparte su tiempo, en gran medida, entre la redacción de sus Memorias y el gozo soberano de cinco nietos a cual más inteligente y guapo (soy su abuelo).
   Pues bien, aquel mozallón que fué campeón de catecismo y de ping-pong,  que fue buen pelotari y no mal  aitzcolari, que leyó y escribió con peligro del algún pequeño bosque, que tuvo una vida emocional rica y compensadora, digo que aquel muchacho ahora echa la vista atrás sin ira, con cierta remembranza y pensando que la parábola de los talentos no resultó muy defraudada.  Con ello se quiere decir que ha tenido una vida plena y espera con con ánimo templado el tránsito final.  Cuando Dios quiera, pero eso sí, ni un minuto antes.  Y pues las cuatro cardinales procuró cumplirlas en vida del mejor modo, aguarda sin olvidar las tres virtudes teologales,  fé,  esperanza  y  caridad.
  

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