lunes, 13 de febrero de 2017

VIRGINIA, MUERTE DE UNA PROFESORA

     Tenía noventa años. ´´´´´Ý´ ha muerto en su casa solariega, como las damas de antaño. Aquellas de las que hablaba Françcois Villon en un sentido, y Pierre de Ronsard en otro bien distinto. En todo caso, ambos evidenciando el topoi medieval del  "Ubi sunt", tan determinante y claro en la cadena cultural que aún continuamos.


   Soy profundamente refractario a los obituarios al uso, tan presentes en nuestra sociedadfarisea y cínica, frisando la frontera de los saduceos.  Lamentaciones post morten, algunos con el texto redactado a la vista de los longevos que avanzan en años.
   Hace tiempo que interrumpí mis escritos de condolencia, pero las circunstancias van haciendo que regrese a ellos, en unas ocasiones por vinculacion amistosa de igual a igual afianzada durante muchos años;  en otras, por clara deuda de reconocimiento a quienes me precedieron y mucho les debo.  Se me van muriendo demasiados y eso me angustia.  No por el temor a la muerte, que jamás tuve desde antiguo, sino por la soledad y notable desamparo en que vamos quedando los que aun permanecemos. Recuerdo el salmo que hizo famoso Quevedo: "Y no hallé cosa en que poner los ojos, / que no fuera la imagen de la muerte ".  Prefiero la palabra Ausencia.
  En todo caso, siento mucho la muerte de la profesora Virginia de Mergelina, profesora de Historia Antigua, viuda de Jose Manuel, profesor de Griego,  e hija de don Cayetano, profesor de Arte.  Los tres me dieron clase allá por los años mozos, cuando comenzaba la carrera de Filosofia y Letras en la Universidad de Murcia.
   Ahora importa Virginia. Tenia doce años más que yo y en primer curso explicó la historia de Egipto. Prodigiosa memoria y muy rigurosa en la exposicion, me sorrendio sobre todo cómo recordaba todas las dinastias posibles egipcias, sin un solo papel sobre la mesa profesoral, ella de pie cerca de la pizarra, jamás se sentó en clase. Hablaba con voz suave y cómplice, sin variaciones notables en la intensidad, tono y muy agradable timbre.  Elegantemente vestida siempre, con toda discreción, en ella vímos los primeros pañuelos y foulards por´´´´ esta tierra.
   Educada hasta la exageración, siempre amable y cercańá, hacía gala de un particular sentido dulce del humor.  La relación profesora-alumno fue evolucionando hasta cristalizar en amistad bien asentada,  basada en la mutua admiración conveientemente modulada con el correr de los años. Se alegraba de todos los  "triunfos tuyos, que yo presagiaba desde las primeras clases y mucho más cuando presentaste la Tesis Doctoral" (illa dixit).  Con los años fuimos colegas de nivel, profesores adjuntos, luego titulares.  Y un buen dia yo accedí a la cátedra. Lo celebró como si fuera suya. Incluso asistió´ a uno de mis ejercicios de opoosición, el del curriculum personal.
   Pasaba el tiempo.  Y me la encontraba por los pasillos de la Facultad, en el pequeño Campus de  La merced.  Siempre se detenía para una pequeña charla nunca de circunstancias.
  Mequiso mucho.  La quise mucho.´  Aún la quiero y lo seguiré haciendo en su ausencia corporal, ni quiero ni puedo évitarlo. Fue una persona que influyó´ mucho en mi vida. Y eso no es cosecha que se agaville a diario.
   Descanse con toda la paz de la que hacía gala en vida. Se la merece porque bien la conquisto en su diario quehacer y vivir.  
   Allá don de estés,  Virginia, no necesito recordarte para estar en tu presencia, lo sabes bien.  Y si los abrazos llegan, el mio lo recibirás como corresponde,  pues que todo camina a la proustiana búsqueda  del tiempo nunca perdido.  A tal señora profesora, tal afecto que vuela. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario