martes, 6 de diciembre de 2016

EL PREMIO "CERVANTES" Y OTROS PREMIOS LITERARIOS

      Todos los años el mismo ceremonial.  Se concede el Pemio más importante y prestigiado de las Letras en español o castellano,  al que pueden optar todos los escritores notableS de aquende y allende los mares  (Menéndez Pelayo dixit), siempre que sus libros hayan aportado algo significativo.  Es decir,  que hayan escrito buenos libros en la más pura esencia de la expresión.

   Este año lo ha ganado Eduardo Mendoza y no seré yo quien diga algo extemporáneo.  Me parece bien, pues que se trata de un escritor culto, buen narrador y ampliamente reconocido.  Mis parabienes junto al deseo de que vuelva a ser leído como se merece. Por citar uno de sus libros, se me ocurre que  "La verdad sobre el caso Savolta"  sigue siendo paradigmático y en él puede hallar el lector todas las claves de la que será su narrativa, humor cervantino incluído, quizá lo más notable de su correcta y estimulante prosa.  Revisando archivo, encuentro dos amables cartas suyas.
   Por otra parte, debo decir que conozco bien lo concerniente al Premio,  pues no en vano formé parte del Jurado en séis ocasones, coincidentes los años de la gran explosión literaria hispánica que tuvimos el honor y el placer de vivir.  Las imágenes externas,  más o menos oficiales y amables,  pero también las internas,  comida colectiva,  discusiones del Jurado, rueda de prensa con el Ministro de turno,  anécdotas muy sabrosas,  no siempre ejemplares, pero en todo caso dignas de ser tenidas en cuenta,  pues que la cocina no es menos importante que el comedor.
   Mi Cátedra de Literatura Hispanoamericana bastante tiene que decir en este punto. Por entonces todos éramos ricos en sabiduría del conocimiento, creación literaria por parte de los grandes escritores y economía boyante (si que al fiado, como comprobaríamos después), de modo que las instituciones financieras dedicaban dinero abundante a los eventos artísticos. Por lo que nos atañe, nos permitieron encuentros, homenajes, lecturas, edición de libros y otras raíces adventicias dignas de recordación y encomio.  A tal punto, que llevamos a cabo una saga anual bajo el marbete   "Los  Cervantes en la Universidad  (Murcia)",  simbiosis de la Universidad y las instituciones financieras. Los desrrollábamos en el Aula de Cultura de la Fundación Cajamurcia y eran celebraciones anuales llenas de interés y gozo. 
   Venía el escritor premiado el año anterior, vivíamos unos días alegres y,  para la clausura de su homenaje y coloquios, también venía el escritor recién premiado, para iniciar el proceso de su homenaje al año siguiente.
   En este sentido,  dos fotografías para la historia.   Una, en la que aparecen Cabrera Infante y José Hierro, situación casi milagrosa de juntamiento de contrarios,  lograda gracias a los buenos oficios del joven profesor Javier Polo Alba,  gran amigo de ambos.  En la otra, vencidas ya las  "disfunciones ideológicas y personales" de los dos anteriores, aparecen Jorge Edwards, Hierro y Cabrera en el centro del joven equipo de la Cátedra.  Cualquier comentario añadido ahora estropearía el misterio y la excelencia de lo entonces vivido.
   Ello no obstante, se me ocurre que este capítulo de los Premios necesita una reflexión adecuada sobre su oportunidad y permanencia.  Algo puedo aportar, derivado de aquella experiencia en sexenio, por sipudiere ser útil.
   Centremos hoy dos puntos clave:  el número de candidatos posibles y la también posible distribución del dinero dispendiado.
   Si observamos el panorama, resulta evidente que la mies va siendo escasa.  Miro al ámbito español y poco tengo que decir (otros mejor conocedores lo pueden esclarecer ).  Miro al mundo americano y ya va costando trabajo encontrar candidatos con tesitura dilatada y alta. En todo caso, citaré uno a la espera,  Bryce Echenique,  muchos años propuesto y nunca premiado.  Y no estaría de más recurrir a Diogenes por el aporte que su linterna podría permitir.   Pero entonces  ¿qué sentido tiene seguir premiando solo porque la burocracia lo establece?  Medítese bien.
   Coletilla que conduce al segundo punto.  Los dineros del Ministerio parecen abundantes.  Convendría colocarlos en una bolsa y espera de reparto bien ponderado y oportuno.  Y considerar una serie de datos  (IVA incluído) para llegar a la posible solución salomónica:  nada de subvenciones y cheques de premio, sino todo lo contrario.  Preguntemos. ¿Merece la literatura estímulos para su creación y desarrollo?  Pues claro que sí.  Entonces, dispóngase lo necesario para que las individualidades artísticas crezcan en buen caldo de cultivo,  sin burocráticas trabas ni limosnas vergonzantes.  Bien considerado el campo literario de cultivo, convendría dejar que la libertad de creación  (interés,  oportunidad  y originalidad)  campe por sus respetos y, evangélicamente hablando, a quien Dios se la dé,  San Pedro se la bendiga. 
 Los libros y su difusión debieran ser el óptimo resultado,  nunca los ingresos crematísticos para gastos personales.  Y vámonos poco a poco, amigo Sancho, que toda presunción es mala.

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