viernes, 5 de agosto de 2016

ULTIMOS EN ESTUDIO, PRIMEROS EN FUTBOL

   Una vez más, los informes y estadística nos arrojan a la cara el dato: nuestros escolares son los últimos de los países civilizados en rendimiento escolar.  Para oprobio y baldón de padres, profesores y políticos mentirosos, vagos e irresponsables, que nunca cumplen el mandato de los ciudadanos (también irresponsables, pues que seguimos votándolos, cuando ha tiempo que deberíamos haberlos botado sin contemplaciones: que se vayan a casa y trabajen para procurarse el sustento).  Una vergüenza individual y colectiva, sin paliativos. Y así, una vez más también, repito con Cicerón: "Quosque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?". Parece que antes llegará la consumación de los siglos. Y añado: "Lucius Catilina, nobili genere natus, fuit magna vi et animi et corporis, sed ingenio malo pravoque". Pregunto: ¿cuántos, hoy, como Catilina, nacen y se producen y actúan de semejante manera?
  En paralelo, esos mismos escolares (y sus papás imperdonables) son los primeros en fútbol, pero no en la práctica de tan divertido deporte, lo que sería bueno para su cuerpo,a tenor de la definición platónica: "Proporcionar al cuerpo y al alma toda la belleza de que son susceptibles". Sin duda, el deporte , la gimnasia embellecen el cuerpo, sise practican. Pero estos no, los acostumbras desde pequeños a saber todo de eso que llamamos deportes: emisoras de radio, televisiones, periódicos especializados, todo el día bombardeando con fichajes, contratos, millones de dólares en juego...y ellos sentados en su sillón, esperando la llegada de la fortuna.
  Anécdota al canto. Pueblo castellano, prado allanado, dos porterías irregulares y varis niños jugando al fútbol con irregular balón a la salida de la escuela donde habían leído, al menos, una hora diaria. Los niños conocían bien la delantera del Atlético de Bilbao, equipo modelo: Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. Los dos grandes amigos (estudiaban más que los otros, sabían más que los otros, se divertían más que los otros) se repatían los papeles según fuera el equipo contrario: delantero centro les parecía excesivo, mejor interior izquierda y derecha. Y así se turnaban, por estrategia. A la vez, pareja imbatible en pelota vasca. Hasta que llegaron los estudios superiores. 
  Que uno terminara médico eminente y el otro catedrático de universidad, sólo fue consecuencia natural de unos padres,  unos maestros y algunas otras raíces adventicias que colaboraron.
  Eso sí, los dos amigos, fornidos y atléticos, debían administrar bien el pan negro y la onza de chocolate del racionamiento para la merienda.  Y  como eran guapos y se peinaban con "tupé" y brillantina de los padres, pues tenían gran predicamento en los bailes de fín de semana.  (  "El camino", de Miguel Delibes, lo habrían de leer algunos años después ).


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