jueves, 25 de agosto de 2016

LOS FILÓLOGOS MOLAMOS MOGOLLÓN

   La frase completa reza de esta guisa: "Los filólogos estamos de moda. Molamos mogollón".  Ha sido escrita y publicada en las redes por una buena alumna. A ella le parece normal, oportuna y necesaria para la reivindicación de la filología y las personas que la ostentan. No tiene culpa ninguna, porque así está siendo educada (es un decir), en la Uinversidad, directa e indirectamente, que es la forma más torpe y sibilina de la deseducación programada, a veces con desconocimiento advertido de muchos profesores, que apenas fueron formados para recitar temas mal memorizados de sus propias disciplinas.
  Los filólogos deberían estudiar lengua y literatura, como ejes centrales. Y todo lo demás, conocimientos adventicios para completar la formación.  Como sucedió durante mucho tiempo, incluso en los de carencias notorias.  Pero vino la masificación de alumnos, el desbordamiento de las aulas, la improvisción de profesores al pairo, etc., con los resultados que llevamos obteniendo décadas. Valga mi ejemplo. Cuando estudié la carrera, la lengua era un camino intrincado aunque perfectamente definido: morfología, sintaxis, fonética (antes, prosodia) y ortografía. Había que laborar mucho y bien y nadie terminaba sus estudios con las hoy disculpadas faltas de ortografía. La sindéresis constituía base importante para la buena formación.
  La literatura se basaba en textos. Los grandes autores, los clásicos, en primer lugar, seguidos de la gran nómina hasta llegar a nuestros días.   Había que leer mucho y bien, que para eso estaban los maestros, para estimular y orientar, aún sbiendo que la obligación (el sólo placer es para los dilettantes y tertulianos de café y plaza) era imperativo. Leer  "La Celestina" no era un rollo inaguantable, sino una obligación que, si se pretendía ser buen  filólogo, había de terminar en placer dependiendo de las facultades y apetencias de cada uno.
  Llevar las categorías de calle a la universidad siempre fue error supino, contrario a la realidad.  Se debe intentar que las categorías universiarias, (educación superior) lleguen a la calle con pretensión de mayoría. En caso contrario, prevaricaremos contra la sociedad, contra la educación y contra la persona, que es lo más grave. Tal actitud habría provocado, hace milenios, que el ser humano nunca hubiera salido de las cavernas.
  Pero claro, si la lengua se ve suplantada por las últimas, y mal entendidas, teorías lingüísticas de investigación; y la literatura por una serie de prólogos, en general mal concebidos y peor escritos, para que los alumnos puedan repetirlos ad pedem litterae, y así aprobar exámenes ¿ de que vamos a extrañarnos después?  Aquí se necesita vencer resistencias numantinas de los gobernantes incultos a quienes no interesa un pueblo (y mucho menos unos individuos) culto. Aprender a pensar cuesta tiempo y esfuerzo. Pero cuando se logra, ese individuo (y esa sociedad) es imparable: arrasará la caterva de analfabetos que llenan las instituciones de gobierno, incluídas de manera especial las educativas, sin excluir una vergonzante cantidad de docentes a quienes los descuidados dioses no llamaron por los caminos de la enseñanza.

  Cada maestrico, con su librico. Así se decía antes. Ahora está fallando, por inanición y torpeza, hasta el propio librico.
  Cierro con la reivindicación. A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César. Que, traducido, quiere decir: los individuos, los grupos laborales y los profesionales universitarios, tanto alumnos cuanto graduados y profesores, se reivincan solos si, cada uno en su nivel, están bien preparados y SON lo que deben ser, al margen de modas y modos que rebajan la esencia de lo que se es (mitad Parménides, mitad Heráclito).
  La moda es efímera y corresponde a otros territorios. Es, también perjudicial, para lo que responde a valores permanentes. Mi voz puede ponerse de moda, pero nunca lo que digo con esa voz si hablo como profesional.
En nuestro caso, como filólogo. Y eso de  "molar mogollón" ¿a quién va dirigido? Termino con Napoleón, que decía: "Cuando hay que combatir, se combate. Cuando hay que dormir, se duerme". Espero que lo entendáis.

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