miércoles, 3 de agosto de 2016

MERECIDO CURSO EN SANTANDER

   Santander, la Cornisa Cantábrica,  "Del Miño al Bidasoa", mezcla de vida en acción y literatura de las más especiales calidades y sugerencias. Pero ¿no viene a ser todo uno y lo mismo, recordado y cada más presente Parménides, hermanado en crecimiento estimulante y complementariedad necesaria en este mundo de dualidades que nos corresponde vivir?  Esa ruta la he viajado y vivido en numerosas ocasiones, la primera estimulado por Baroja y su  "Elogio sentimental del acordeón", que tanto me impactó cuando joven, desterrada en un precioso rincón castellano, meditabundo y tris porque no lograba comenzar el bachillerato siendo así que el estudio sería mi salvación aquí en la tierra. Eso sí, tenía una extraordinaria madre que repartía su tiempo educativo mitad con las máximas de Santa Teresa, mitad con actitudes de muy cariñosa madre espartana; y un padre, excelente maestro, que me emplazaba para entender mi no estudio, a la vez que me llenaba de libros para que fuera leyendo y preparándome, porque la hora del estudio podía llegar en cualquier momento y había que estar prevenido y con el báculo dispuesto.





  Pasaba el tiempo, leía con voracidad y el tal libro cayó en mis manos: imaginé paisaje, personas, puertos pequeños, montañas altas, prados amenos... Y con veinticinco años, recién estrenada mi Licenciatura en Filología Románica, viajé con morosidad y amor por el Cantábrico, de Irún a Porto Covelo, en la Costa da Morte, con ascensión a Santa Tecla en memorable noche de agosto, con frío y lluvia que compensaban.
   Viaje repetido hasta la expectativa del último, que he debido realizar hace unos días, invitado por la UIMP a participar en un Curso homenaje al de Iria Flavia, con ocasiónde su Centenario. Una pequeña, o no tanto, dolencia que arrastro décadas, me lo ha impedido, y bien que lo siento.
  En el interin, !cuántas cosas acontecidas!  Veréis. Realicé mi Tesina de Licenciatura sobre el sistema narrativo del autor  de "Viaje a la Alcarria",  alcancé la Cátedra de Literatura en la Universidad, desarrollé una amistad hermosa con don Camilo (que ha continuado en iguales timbres con el hijo, que preside la Fundación y hereda el marquesado para transmitirlo a su hija mayor), lo invité varias veces a Murcia, le dediqué un Curso homenaje en plena vida, recogidos los textos en dos volúmenes excelentes, participé con él dos años en el jurado del Premio Cervantes, en una de cuyas comidas ministeriales y tras el suyo, se comió medio plato mío de alubias tolosanas con chorizo picante, eso sí, con la servilleta colocada al cuello, a la vieja usanza, que para la tradición era muy suyo don Camilo.
   Ubi sunt?  ¿Y qué nos queda de todo aquello? Pues casi todo. Permanecen las damas de antaño, de FranÇois Villon, el recuerdo a Elena, de Ronsard, permanece , y permanece la vida alrededor y en curso precisamente a lomos del tiempo histórico y personal. Permanecen las imágenes del escritor, que no se difuminan, precisamente porque fue y se mostró grande con amigos, deudos y otras personas de buen vivir. permanecen, sobre todo, sus libros. Y esos, nos acompañarán hasta la consumación de los siglos, de los nuestros y los venideros. Que ya lo dice la canción: "Busca un libro provechoso y léelo con interés...".

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