lunes, 8 de diciembre de 2014

Zauma y el poder de la voluntad



   Imaginen los amables y avisados lectores el siguiente comienzo de clase, aula pequeña, veinte alumnos trabajados, profesor de aspecto decimonónico, gafas de concha y grave voz un tanto temblorosa:"Partiendo del poder zaumásico de la voluntad, la filosofía se revela titánico esfuerzo de asimilación universal".
    Semejantes palabras podían encerrar un profundo misterio exigente de árduos trabajos intelectualas para desentrañarlo y asimilar su sentido humano tendente a la fundamentación de la filosofía como principios y como sistemas que, filósofos mediantes, habrían ido constituyendo el devenir del pensamiento humano desde las cavernas hasta nuestros días.
    Hace más de medio siglo, pero reconozco que los alumnos quedamos muy imoresionados y, dados los usos y costumbres de la época, no nos atrevimos a preguntar y sugerir algunas aclaraciones. Buscamos en los correspondientes diccionarios y también es de justicia reconocer que no todo quedó claro y transparente, aunque cierto fuera que la palabra zauma ya permanecería por siempre en la memoria.
   Pero la memoria personal e histórica juega sus bazas y, con cierta ironía, unos meses después descubrimos que una revista de nuestra universidad se llamaba ZAUMA y era literaria con dedicación preferente a la poesía.  Muy agradable sorpresa para los que entonces éramos normales estudiantes de Letras, mucho más preocupados por integrarnos en el curso que por estas exquisiteces literarias. El caso es que participamos poco y desde lejos, que la enseñanza entonces era así, adolecedora de mucho, enriquecedora de poco, incluída la libertad de opinión y escritura, con lo que no me quejo, antes al contrario, creo que no lo hicimos mal del todo y aquí continuamos como si tal cosa, con recuerdos vivos y futuros vivificantes.
   Pasaron los años y acontecieron muchas cosas dignas de recordación, tanto para incrementar lo bueno, cuanto para evitar lo malo. Que vivir sin memoria o con su entidad aletargada es mala conducta en todo caso. Un buen día supe que me quedaba como profesor fijo en la universidad. Otro advertí que la clases intramuros eran importante, pero no más que las extramuros. Y salimos a las calles, a la ciudad, a las plazas recoletas, a los colegios mayores hoy desaparecidos, a las pequeñas residencias, incluso a las casas particulares de los estudiantes con pequeños grupos de aficionados a la lecrura y la escritura.
   Jóvenes, emprendedores y con ganas de hacer justicia educativa, variante discursiva de aquel gran caricato mexicano. Rapidamente junté a mi alrededor un equipo de trabajo renovado cada principio de curso. Estudiantes de todos los cursos a los que daba clase, profesores de instituto, no pocos maestros de primaria, todos vocacionales y con ganas de trabajar en lo que fuere de nuestro campo. Excelentes sembradores, buena semilla y amplísima tierra por roturar, campo abonado para todos nosotros. Otro día os contaré las relaciones amables, los frutos nada tardíos, los conocimientos de grandes escritores, la formidable alegría de vivir que a todos nos embargaba.
    Ahora recuerdo que una tarde de reflexión y abundante café alguien propuso revivir la vieja revista ZAUMA, muchos años en el olvido-recuerdo. Dicho y hecho. Apenas dos meses después, se producía el primer número a bombo y platillo, con precioso programa impreso incluído. En el hemiciclo de la Facultad de Letras, aquel de las cómodas butacas verdes de cuero y estrado elevadísimo de mármol negro veteado en verde y gris. Digo "se producía" y no "se publicaba", por una razón fundamental que descubriréis en el próximo post (horror) o personal escrito de esta serie bloguiana (otro horror) dentro de no muchas horas, muchos días... Como en "Las mil y una noches" o en "La policia montada del Canadá"   Los viejos lectores y visionadores del lugar conocen por qué me permito esta pequeña broma.

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