miércoles, 10 de diciembre de 2014

Zauma, la maravilla en palabras

  Terminemos hoy. Advertí que hubo una época original de la revista, acogedora de los escritores, en Murcia, más significativos, universitarioso no, aunque todos a la sombra de los claustros, bien amparado, protegidos y estimulados. Los textos diz que fluían con naturalidad espontánea y abundancia de fuente manadora. Poco más puedo aportar, porque lo desconoz, pues que bastante teníamos los estudiantes en agraz con los cursos y exámenes como para ocuparnos de literatura y otros vicios estimulantes.
   Pero pasaron algunos años, con pocos cambios, aunque algunas pequeñas ventanas comenzaban a abrirse. Ya no era necesario editar las cosas a multicopista prehistórica, algún presupuesto se allegaba,determinadas instituciones acogían empresas artísticas y literarias con cierto grado de amor. Posiblemente contemplábamos el otro lado del espejo de Alicia. El caso es que yo había constituído un equipo para ventear la literatura como algo vivo y muchas personas colaboraban, gratis et amore, para que empresa resultara bien dentro de lo posible.
   Volvimos los ojos a ZAUMA y decidimos revivirla para una nueva época renovada, como correspondía a nuestra edad y condición. Convocamos, sin exclusión, a todos cuantos escribían en la tierra,  sobre una base mínima: que escribieran bien, con algo interesante que decir y un poco de estilo personal. Lo dejábamos a criterio y autoexigencia de cada uno. La cosa funcionó porque se mostraron rigurosos, tan distinto de ahora, que cualquier mulatillo palangana de las letras vocea sus mediocres textos tal que obras maestras por descubrir.
   A la convocatoria todos acudieron. Y también los pintores, llamados para el diseño de la portada en cada número. Aquello fue casi la gloria literaria. Con periodicidad reglada, nos reuníamos en el verde Hemiciclo de la Facultad de Letras, con grave escándalo farisáico de algunos colegas y estudiantes, que consideraban profanación académica lo que tan sólo era manifestación libre de unas formas y modos propios de la Universidad digna de tal nombre.
   Decidimos que la Revista fuera oral. A cada sesión vendrían tres escritores complementarios, organizados por un moderador con vistas al coloquio. Suficientes copias para que los asistentes pudieran seguir la lectura comodamente. Los tres escritores leían sus propios textos y, tras los aplausos de aceptación, abríamos el coloquio,que siempre resultó vivo y ágil y había que interrumpirlo porque la hora de cierre nos invadía.
   La colección es preciosa y ocuprá el lugar merecido en el Archivo de la Cátedra de Literatura Hispanoamericana, tan poblado y con tanto amor llevado a cabo por equipos renovados en el tiempo y escritores magníficos que por aquí desearon pasar para dejar su huella imborrable.
   Reseño al final que organizamos una Antología para la permanencia escrita. Doloroso trance, porque tuvimos que elegir pocos textos entre los numerosos apilados, textos que se movían entre la exquisitez sensible de la más diáfana lírica y la humorística chanza del panocho entrañable. Sufrimos, pero se alcanzó el consenso y todo resultó a satisfacción. Quienes deseen lo inmediato esencial, ahí tienen el volumen de lo antologado. Y quienes necesiten más, podrán consultar todos los alquitarados textos de cada sesión en los pertinentes anaqueles y cubetas de madera.
   El recuerdo ya es una celebración compensadora.

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