jueves, 25 de diciembre de 2014

La imagen habla sola: Ramón Gaya y Francisco Brines


   Es la primera imagen que incorporo al blog. Probablemente repetiré la experiencia en el futuro, aunque no tengo muy claro eso de mezclar imágenes y palabras. En ocasiones, la imagen apenas necesita breve apoyatura de la palabra. A veces, al revés, las palabras no precisan de la imagen para su entera expresión. Nunca creí aquello del adagio chino: una imagen vale por mil palabras; vale igual lo contrario: una palabra puede despertar mil imágenes. Como en otros muchos aconteceres, en gran medida depende del receptor. Cuanto menos formado, más necesitará de la imagen; y a la inversa, pues que la imagen corresponde al periodo de la niñez, cuando todo se  aprende partiendo desde cero. La palabra supone más edad, mejor capacidad comprensiva, abstracción necesaria para el razonamiento. Del instinto a la razón, de la imagen a la palabra






  En esta fotografía está Ramón Gaya, excelente pintor al margen de las modas, y discreto escritor. También aparece Francisco Brines, excelente poeta. Muy amigos ellos dos. Bastante amigo mío Francisco, un poco menos Ramón, al que traté con afecto que me devolvía con creces. recuerdo una memorable conversación en el hall del hotel Rincón de Pepe, cuando los tiempos eran mejores, entre otras razones porque aún todos estábamos vivos. Casi dos horas de charla dieron para mucho, porque Gaya era hombre culto y hablaba con clásica discreción de temas y asuntos excedentes de su propia pintura. La universidad de Murcia le concedión el título de Doctor honoris causa, nosotros aportamos un pequeño grano de arena y todo resultó impecable. Y bien que me alegro.
   De cuando en vez visito su museo, que me reconforta. De vez en cuando releeo a Brines, que me reconforta igualmente. Y de eso, al cabo, se trata, de recibir imágenes insustituíbles que sean capaces de enriquecernos, de leer palabras que logren alcanzar nuestro corazón conmoviéndolo. Devoción, receptividad y cercanía en los gestos y actitudes de las tres personas que rodeamos al pintor Gaya.
   Los chicos del fondo son alumnos, mayoritarios, que habían asistido a un recital de Brines, una vez más invitado por amistad y con la misma moneda correspondido. Después, los implicados fuímos a modesto yantar nocturno con felicidad psicobiológica, que lo cortés no quita lo valiente y no sólo de belleza poética en palabras vive el hombre. Pero esta es otra historia que habré de narrar en su día.

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