viernes, 4 de marzo de 2016

Dos buenos libros a mi mesa

 Debiera decir cinco libros, pero tres de los que llegaron no merecen la pena. mejor dicho, sí la merecen, aunque sólo sea para preguntarse quién y por qué propicia tanta irreverente tentación de publicar, que no de escribir. Lo tengo dicho y escrito repetidamente: talleres, seminarios, encuentros, asociaciones de viejos y jóvenes...Muchas veces, trampas saduceas que cuestan dinero y producen buenos beneficios a los avispados de siempre, que aquí han encontrado un filón, amén de una creencia pacata cuando no analfabeta de la democracia: la gran capacidad creativa que se oculta en el hondón del alma (!Añorado Unamuno, tan citado, tan utilizado y tan poco leído y menos entendido!) de todas y cada una de las personas que por las calles andamos.
 termina esta pequeña catilinaria con una interrogación: ¿Por qué no se convocan talleres de arquitectura, matemáticas fractales o construcción de puentes levadizos, aportando los matriculados los pertinentes materiales? Pero resulta que todo el mundo tiene un bolígrafo y varios folios en blanco...
  El caso es que han llegado cinco libros, tres de los cuales son malísimos para un despistado lector y también para los bosques. ¿Qué culpa tienen los árboles, que crecen libres y confiados, de esta plaga de escribidores que necesitan celulosa sin límites para sus páginas en blanco y, lo que es peor, para las páginas salidas de imprenta?
  Corramos un tupido y caritativo velo, pues que también han llegado los dos libros buenos,  "Algunos libros que leí despacio"  y  "Hablar durante las comidas", ambos de Pascual García, antiguo buen alumno y ya muchos años buen profesor de Lengua y Literatura. En primer lugar, destaco su buena educación, respeto y dedicación a sus profesores, yo en este caso, que recibo puntualmente los libros que publica con amables dedicatorias. En los de hoy destaca el afecto, como siempre, y una la escribe "desde la atalaya de la memoria", reviviscencia no frecuente en esta sociedad apresurada que nos toca vivir donde cada vez se extiende más el complejo de Adán, tan infantil e inmaduro, creyendo quienes lo padecen que la historia comienza con ellos. Me congratula su actitud.
  En cuanto a los libros, distintos y complementarios, pues que uno acopia críticas de otros libros "leídos despacio", es decir, como habría que leer todos los libros que llegan a nuestras manos de lectores.  Es una buena guía de lectura basada en los textos que criticó y en el propio criterio a la hora de la selección. Libros variados, dispares, de distinta calidad, como era de esperar, pero todos con el denominador común del buen juicio de quien los critica, pues piensa bien, siente de modo adecuado y escribe con la claridad y tersura que la buena crítica exige.
  "Hablar durante las comidas" viene a ser su complemento, como el haz de una hoja cuyo envés lo representa el anterior. Escritura de creación, narrativa, breve en general, bastantes ejemplos del moderno microrrelato, cuentos con final sorprendente, narraciones de lo cotidiano, el tiempo transcurriendo sobre pequeñas anécdotas que, en ocasiones, pueden engendrar o desembocar en tragedias; en definitiva un cañamazo que acoge variados colores, tonos, incluso timbres.  Fijáos en el texto de la contraportada, muy orientador. y en la cita que coloca al frente del libro, de Raymond Carver, con el que mucho tiene que ver la escritura de Pascual García, y que dice así: "No sé cómo funciona esto de la vida y de la muerte, esas cosas. Creo que solo tenemos una vida, y eso es todo".  Cierre.

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