sábado, 30 de enero de 2016

ESTUDIAR O NO ESTUDIAR, HE AHÍ LA CUESTIÓN

     La paráfrasis de Shakespeare me sirve para introducir la cuestión. Porque también podríamos titular diciendo "ese es el problema", incluso "ahí está el asunto". Las tres versiones las he leído, así como recientemente una indicación "El lenguaje de Shakespeare actualizado". La osadía no tiene límites, mucho más estimulada por la ignorancia.
   Hoy casi todo se banaliza. La lengua no iba a ser una excepción. hace unos años comenzaron el proceso los propios académicos, cosa que no es de extrañar si se observa la nueva "tropa" ( el conde de Romanones dixit)  que ha ido engrosando sus filas: en general, una caterva de políticos de medio pelo que intentan, y a veces logran, utilizar la institución en su propio beneficio. Y para ello, entre otras actitudes, está la de contentar al vulgo proporcionándole carnaza lingüística descendiendo niveles. Pues que no se trata de elevar el nivel de conocimiento de la lengua, que supone intensificación del pensamiento y la sensibilidad, sino de todo lo contrario.
  Y así, por doquier campea la ironía feroz de Lope de Vega: "El vulgo es necio y, pues lo paga, es justo / hablarle en necio para darle gusto". Quizá no estaría de más indicar que aquí necio significa desconocedor, ignorante, sin otras implicaciones peyorativas. Pero de la necedad no se sale con más ignorancia, obstruyendo los canales de comunicación, los vasos comunicantes del pensamiento que crece y la sentimentalidad que sigue sigue sus caminos.
  Así que, me llaman para un coloquio educativo. Y tengo que escuchar la defensa del "no estudio", pues en los tiempos tecnificados que corren (y los que se avecinan galopantes) bastará una maquinita llena de botones para hacerlo y obtenerlo todo.
  Me produjo conmiseración, pues ya no tengo edad para el enfado. Y pese a toso, realicé una defensa del estudio, de los libros, de las hermosas y difíciles horas en coloquio profesor-alumno, etc. Todo basado en la definición platónica, que exige el crecimiento en armonía del cuerpo y el espíritu, esas dos bases de sustentación que se nos otorgaron para crecer y proyectarnos como humanos.
  Siempre tendré fe en la humanidad.  La esperanza jamás la he perdido. y todo porque nací convencido del amor, me lo incrementaron durante muchos años y espero morir con idéntica convicción, pues que el amor es de suyo expansivo y acogedor.

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