martes, 17 de febrero de 2015

Pequeño comentario agridulce


   A esta hora de atardecida, con la machadiana lluvia en los cristales de mi ventana, me apetece un leve comentario ciertamente agridulce, siempre con los libros al fondo como no podía ser menos.
   Esta mañana de otoño en invierno visitaba, como suelo hacerlo a diario, una de las mejores librerías del país, privilegio que gozamos en Murcia, ciudad mediterránea. Estanterías, mesas, expositores de toda índole, aluvión de libros que no deja de asombrarme. ¿Cómo hay tanto escritor por el país, cómo tantas editoriales, cómo se publican tantos libros presque buenos y tantísimos deleznables que nunca debieron ver la luz del sol editorial? Lo decía Machado con precisión entrañable y crítica:"!Qué difícil es/ cuando todo baja/ no bajar también!".
  Hojeo tres novelas. La primera es un centón informe de autobiográfica plasmación, propia de confesiones orales entre amigos, a manera de terapia o desahogo vital. Mal escrita, mal organizada, mal redactada incluso a juzgar por los claros errores gramaticales. La segunda lleva prólogo del autor, que se ha creído en la obligación de explicar al lector las claves y causas de su texto. También lleva segundo prólogo de un crítico(?) y profesor que nunca estudió la declinación latina pues no distingue genitivos y dativos con claridad, amén de manifestar una redacción pedregosa un tanto insufrible. La tercera es novela negra, muy de moda, también prologada, cuya resolución del inicial crimen se adivina no más allá de la quinta página.
   Me resulta conmovedora la pasión por escribir en estas personas, pero ¿no sería bueno que aprendieran un poco de gramática, algo de teoría literaria y bastante de arquitecturas narrativas? Un buen amigo me suele comentar:"Déjalos, no hacen daño a nadie. Entre escribir y jugar al julepe, mejor escribir". Quizá tenga razón.
  A la vez, tropiezo con libros de antiguos alumnos en la Facultad de Letras o en el instituto. Buenos libros, meritorios al menos, tecnicamente aceptables, que no es poco pedir y encontrar en estos tiempos difíciles no sólo para la lírica.
   Reflexiono un tanto antes de preguntar al librero, joven pero amigo de muchos años: ¿Y todo esto se vende? Me responde que no, que suele salir lo más publicitado en los medios de comunicación. Y entonces, inferencia extraña de ideas y memoria, me viene al recuerdo una inolvidable anécdota. Tribunal de oposiciones, yo como secretario muy joven y exigente. El Quijote como tema de redacción. Un opositor sin complejos escribió: "Estando en la cárcel, Cervantes tenía mucho tiempo libre, pidió folios y tinta y escribió el Quijote".
   ¿Comprendéis ahora mi sensación agridulce? Pues agradezco vuestra gentil generosidad.

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