jueves, 8 de enero de 2015

La última cigüeña



   Tomo el título de una novela que, por entonces, fue muy tenida en cuenta, bastante leída y bien escrita. Su autor, Félix Urabayen, fué catedrático de la Escuela Normal del Magisterio en Toledo. Escritor discreto en su tiempo, después olvidado como suele ser costumbre. Situación similar a la de Antonio J. Onieva, inspector de enseñanza primaria, que escribió "Entre montañas" para el mismo concurso, ganado por el enterior. El mundo de la literatura es así: docenas de escritores a la vez, algunos publican y venden según mercado, la mayor parte apenas son leídos aunque ganen abundante dinero. Con los pocos años, la inmensa mayoría son glosiosamente olvidados. Y una mínima parte transpasa el tiempo y permanece con mayor o menor fortuna: son los buenos de verdad, los imprescindibles, que diría Bertolt Brecht hablando de los hombres que se esfuerzan y luchan. Si lo preguntara ¿quien recuerda hoy a Manuel Fernández y González o  Rafael Pérez y Pérez, escritores famosísimos en su época, leídos con fruición por nuestras bisabuelas y abuelas, respectivamente, que gozaron de fama, popularidad y dinero?
   Hoy escribo estos apuntes porque acaban de comunicarme que la universidad piensa publicar el libro que recoge lo hablado y escrito a propósito de la última visita que nos hizo Vargas Llosa en 2011, un año después del Premio Nobel y para celebrarlo. Organizamos un importante congreso sobre su obra y su vida, cuyos textos alumbrarán parcelas de su territorio, por otra parte tan transitado. Tendremos ocasión de hablar más cuando salga de laas prensas.
   Ahora interesa destacar la hermosa relación de quien escribiera "La ciudad y los perros" (su mejor novela, junto a las magníficas y crecidas en madurez que después han seguido viniendo). Empezó con cortesía, destacando entre mis alumnos lecturas suyas decisivas, organizando encuentros y cursos de doctorado. Su respuesta fué siempre cariñosa, educadísima y cercana. Un día decidimos proponerlo para el título de Doctor honoris causa. Lo aceptó de mil amores y su investidura fué una fiesta difícil de olvidar.
   Como consecuencia, le pedimos su nombre y patrocinio para unos premios literarios. Nada opuso y nos permitió la utilización sin condiciones, de manera totalmente gratuita, actitud que quizá sorprenda en estos tiempos ramplones donde todo el mundo cobra incluso cuando debiera pagar, bien mirado. Y así surgió el Premio de Novela "Mario Vargas Llosa", de larga y brillante trayectoria, recbiendo en sus primeros diez años de vida casi tantos originales como el más famoso premio comercial del mundo. La publicación de los libros ganadores supone una interesante biblioteca, aunque se pretendía más dar a conocer autores jóvenes y nuevos que premiar a consagrados, como suele ser inveterada y errónea costmbre.
   También creamos un Premio de Cuento "Lituma", para gentes muy jóvenes, aunque no especificamente universitarios. Y al cabo, un Premio de Ensayo, éste sí para estudiantes de cualquier universidad que estuvieran matriculados el año de la participación. Todo gratis et amore, por su parte y por la de tantas personas que nos movíamos a su alrededor, en cuyo nombre agradezco tanta generosidad por parte de quien asimismo,  escribiera "La guerra del fín del mundo". Fuímos y continuamos siendo felices con semejante persona y su amistad. Que así, también, es la vida de reveladora, hermosa y gratificante.

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