martes, 25 de noviembre de 2014

El Cervantes y otros Premios literarios

   Los pemios y sus extrañas virtualidades. Cada vez estoy más convencido que sirven para muy poco, incluso aventuraría que ningún buen ecritor salió de un premio, si acaso la editorial aprovechó para publicitarlo. Y a la contra, sun inconvenientes abundan, de manera especial uno: hacer creer a muchos desventurados que pueden llegar a ser escritores cuando jamás pasarán de honestos amanuenses. Tanto taller de escritura, tanta pequeña editorial avispada publicando libros a cargo del autor, tanto predicador inconsecuente y bastante amoral, tanto "personal" creyendo que puede ser escritor sólo porque cuenta cosas de su vida o de los demás de manera correcta, como hacerlo podría cualquier vecino que algo haya leídodespués de aprender lectura y escritura en la escuela.
   Por mi mesa de trabajo, profesor de literatura en diversos niveles, han pasado centenares de textos "publicables". Siempre procuré la honestidad y la honradez: emitir juicio justo según las elementales normas del oficio. Recomendé pocas publicaciones, sugerí algunas por dubitante y previsor, rechacé muchísimas. Y todo después de una pregunta pertinente: ¿por qué no te dedicas a la escultura, la pintura, la música o la arquitectura? Habitual respuesta:"Es que no tengo dotes". Y entonces les contaba la fçabula de la zorra y las uvas. Ella creía que estaban verdes, pero lo cierto es que estaban altas.
   Con el asunto de los premios me sucede algo parecido. Con los años más descreo de ellos, aunque he participado en numerosos jurados, seis años en el Cervantes. Me parece humillante para muchos que no habrán de lograrlo, claudicante para los rechazadores en juventud y aceptadores en la vejez, falto de caridad y reconocimiento digno en definitiva.
   Entiendo que debe reconiocerle la gran obra del gran escritor, digamos dos o tres por generación. Hágase con elevación de miras, sin miserable competencia con otros, lejos de propiciar banderías y maledicencias, enfrentamientos e inquinas que sólo hacen reír a los demás. El buen escritor es buen artista, vale. Búsquese un método para que la sociedad lo reconozca, respete y valore. Si los responsbles públicos lo entendieren, dispuesto estoy, como siempre gratis et amore, a ejercer de mentor que conoce bien el territorio. Y no me tienen nadie que dar las gracias, salvo que se nuestre exquisitamente educado, porque se trata de mi trabajo secular: la educación de todos y por todos.

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