Significó el primer cambio importante , pues a la sazón todo se reducía a la clase magistral , toma de apuntes ( a ser posible literal ) y exámenes escritos cada cierto tiempo que , si se superaban , no había examen final en junio . No estaba mal , pero tampoco bien .
Recuerda , Carmen , lo deprimido que vine cuando la primera práctica , que no la impartí yo , simplemente
la propicié .
Convencía a mi maestro para ello , antes de comenzar yo . A regañadientes se avino al cambio . Citamos a los alumnos por la tarde (otra innovación) y aparecimos los dos . La centró en El Quijote y se limitó a la identificación de personajes , cosa sencilla para abrir boca literatia . Cuando llegó a Juan Palomeque , el silencio fué unánime . Y allí acabó el experimento por su parte . Nos marchamos y no hubo más .
Así que afronté la tarea personalmente . Explique a los alumnos que sólo sabrían algo de literatura si leían mucho y bien , convenientemente orientados mientras estuvieran en las aulas . Y así comenzamos .
Prporcioné una lista de cien libros imprescindibles , objeto de lectura durante todo el periodo académico hasta culminar la licenciatura . Protestaron .
Durante ese curso les preparé una antología para los comentarios . También protestaron , pero asistieron porque a las seis faltas injustificadas , les quitaban la matrícula oficial y pasaban a libres , con un solo examen a final de curso .
Aquellos principios fueron un auténtico campo de Agramante , pero no cedí ; antes al contrario , les expliqué con claridad que la gran carga de la nota recaería en los comentarios y las lecturas .
No estaban acostumbrados a leer por su cuenta y comentar en común . La mejor prueba es que no habían leído ni el Quijote , como quedó demostrado .
Y todo porque en la enseñanza media ni se leía ni se comentaba . Apenas la vida de los escritores y un centón de fechas para la publicación de las obras . Con razón los buenos alumnos se quejaban , y los malos tomaban manía y prevención a la literatura .
Item más , un profesor de crítica literaria , antiguo alumno mío , se creyó en la obligación moral de venir a mi despacho (cual defensor del estudiante) a decirme que los estudiantes estaban "inquietos porque les obligaba a leer " (sic y sin comentarios) .
La gran escena se produjo con el último curso de carrera . El delegado , un canónigo con apetencias humanísticas , me vino con el mensaje . Querían hablar conmigo por el excesivo trabajo centrado en la lectura .
Los cité en la cafetería Ipanema , para mejor relax . Hablaron . Y yo les resumí : " Os he puesto tres libros al trimestre , de la lista de cien . ¿Os parece mucho esfuerzo? Me preocupo porque terminéis la carrera con la mejor formación posible ¿y os quejáis? . Esto parece el mundo al revés ". Terminamos el café y, un tanto cariacontecidos , nos retiramos .
Tenías razón , Carmen , con tu clarividencia matemática . Los alumnos protestaban , los compañeros se sintieron un poco removidos , pero no me importó , el plan siguió con el orden establecido .
Ad maiorem gloriam .....
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