Por aquellas iniciales calendas , pronto comenzó a circular una especie favorable para nosotros : los dos éramos buenos profesores . Y lo cierto es que siempre lo fuímos , sin falsa modestia ni vanidad tonta , sino como consecuencia de una depurada vocación contrastada en la práctica diaria . Buena teoría estudiada , y mejor práctica con los más variopintos alumnos .
Las Carmelitas hacían de caja de resonancia para tí , los Maristas para mí . Y así se desarrollaban los trabajos y los días .
Al comenzar un curso académico y a través de las Carmelitas , te llamó la esposa del Gobernador Civil para darle clase particular a su sobrina , pues que no tienen hijos . Dar clase en la residencia oficial del gran jefe tiene su aquel .
A través de los Maristas , me llamó la esposa de un general de artillería , para darle clase a su hijo menor , pues el mayor ya era alumno mío en el colegio . Dar clase en el palacio del Marqués de Rozalejo tampoco es mala marca .
Pudiere pensarse que los chicos necesitaban impulso por razón de suspensos o similares , tal que sucede en la actualidad . Nada de eso . Los muchachos eran alumnos buenos , solo que los padres contrataban profesores idóneos que , a la vez , desempeñaran el papel de los antiguos ayos o tutores o simplemente mentores para mejorar su comportamiento y educación general .
Una experiencia agradable , sin duda , que nos propició perspectivas interesantes en cuanto a pedagogía se refiere .
Los niños se beneficiaron y también los profesores obtuvimos notables estímulos , desde los estrictamente económicos a los de relación social y visión de franjas culturales muy distintas .
En la vida , nunca se deja de aprender si tienes la pertinente curiosidad . Y nosotros , Carmen , teníamos curiosidad a raudales y otras apetencias que excedían lo estrictamente profesional .
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