Aquel verano de 1.970 aprendiste muchas cosas y viviste otras que realmente te sorprendieron . Fueron dos meses de nuevos descubrimientos en una tierra escasamente parecida a nuestros predios mediterráneos de tu niñez y juventud . Y todo a la sombra del padre Urbión y en las riberas del río Duero , de dónde el nombre del pueblo , Duruelo de la Sierra .
La gran sorpresa fue una tormenta de montaña con deslumbrante aparato eléctrico , descomunales truenos y turbión de agua por trochas y barrancos , hasta inundar los prados . Realmente pasaste miedo .
Los trabajos y los días (Hesiodo) se sucedían con cierto tono de aparente monotonía .
Por la mañana tú permanecías en la casa que nos cedieron los amigos , preparando , disponiendo y organizando la intendencia del día . Mientras , yo llevaba a Javier al paraje denominado Las Peñitas , en el recodo del río . Le extendía una manta de buena lana a cuadros y gateaba y recogía piñas verdes que intentaba morder , y se ponía de pié y perdía el equilibrio y se enfadaba en la caída . Todo muy bucólico .
Como también lo era que las vacas anduvieran sueltas por las calles , sin más averiguaciones , o que las ovejas fueran arreadas al redil por los niños en vacaciones , o que los hombres trabajaran los sábados sin un solo día de vacaciones al año , o que el carnicero viniera con vieja furgoneta de otro pueblo , o que llevaran alguna vez pescado en camioneta chorreante de lo que semejaba hielo , o que la tienda de La Lucre vendiera las cosas más increíbles y ancestrales .
O que no hubiera ningún analfabeto en la población . A tal efecto , te informé que todo el curso escolar los maestros daban clases nocturnas a los adultos , que nunca dejaban de asistir . Y el hecho notable de que en todas la casas hubiera una enciclopedia frecuentemente consultada , la gente leía los pocos libros de la biblioteca escolar y los que el párroco había logrado para la iglesia por su cuenta.
Y aquí otra gran sorpresa para tí . El respeto y devoción con que recibieron al señor maestro y a su esposa , la señora maestra , que así los nombraban . Y el agradecimiento de los hombres a mi padre y de las mujeres a mi madre . Los primeros , porque le decían que de él habían aprendido todo cuanto sabían en la vida . Ellas , porque habían aprendido a bordar y a pintar en las sesiones de tarde , mientras en voz alta una leía novelas de la colección Pueyo , entonces tan en boga .
Mi padre , un excelente maestro . Mi madre , una mujer preparadísima con gran sentido artístico .
Al propio tiempo , trabajábamos .
Tú preparabas los siguientes cursos de matemáticas y química , amén de consultar libros científicos y literarios , que siempre fuiste una buena lectora . Yo daba forma a una asignatura que había diseñado para los nuevos planes de estudio , "Literatura española y sus relaciones con la literatura universal" , compleja y difícil ciertamente , pero muy atractiva , como quedó demostrado con el tiempo .
Pergeñé una inicial lista de libros imprescindibles , comenzando por Virgilio ( de ahí el título de esta tarde ) .
Y es de notar las horas que dedicaste a leer algunos de estos libros no fáciles , postura que acrecentaba mi admiración y respeto por tí , te lo he dicho muchas veces como sabes .
Pero lo más compensador , quizá , fue la pléyade de amigos que yo recobré, nuevos para tí , de manera especial Teresa Altelarrea y Fidel Sandoval , matrimonio pedagógico también como nosotros .
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