viernes, 27 de mayo de 2016

OTORRINOLARINGOLOGO , visita rendida y aprovechada


  Los que peinamos canas, que antes se decía, y andamos ya rondando la edad provecta, que también se decía in illo tempore,de vez en cuando, aunque también pudiera decirse de cuando en vez, vamos adquiriendo la costumbre saludable (nunca mejor dicho) de visitar al médico, mejor en plural, por mor de las revisiones periódicas que el organismo y sus partes constitutivas necesitan, sin que esto diga nada en desdoro de la persona ni pudiere ser motivo de ocultación por una dignidad mal entendida y peor cultivada. Antes al contrario, cuando sales de la consulta de cualquier especialista sientes como una renovación global de lo psicobiológico, como de haber recibido una inyección de optimismo polivalente que despaja el camino y lo impulsa para con alegría en nueva etapa. Es como si hubieras leído un texto previsible que aguardaba para su lectura.
  Pues bien, ayer visité al otorrino por una semiurgencia de voz a unas horas de clase. Debo decir que el mío habitual durante muchos años se llama Carlos Sprekelsen, Catedrático de la Facultad de Medicina, gran amigo y compañero en algunas actividades literarias, por aquello de la corriente de ósmosis humana, tan atractiva y compensadora. En esta ocasión no quise molestarlo, porque el tiempo urgía y la dolencia no era preocupante.



  El caso es que, con rapidez, me asistió por primera vez el nuevo galeno, profesional eficiente y preparado, dado a la conversación y conocedor de muchas cosas que, hace años, se aprendían en bachillerato y hoy brillan por su ausencia en las diversas facultades y escuelas Técnica, metidas de hoz y de coz en al barbarismo de la especialidad prematura y mutante, denunciado por Ortega y Gasset hace muchísimos años. La visita se prolongó por la charla, quizá con pequeño trastorno para los pacientes que aguardaban.
  Ante sus preguntas, le indique que vengo padeciendo una hernia de hiato desde casi joven. A colación, todos los detalles del caso, incluído el de dormir recostado, por el flujo gástrico. Recordé que el  médico descubridor, con cierta ironía, dio en decirme que en casos tales recomendaba dos ladrillos del ocho para elevar la cabecera de la cama. A mí, por razones obvias, me los sustituyó por dos tomos del Quijote, que vine usando hasta que aparecieron las camas articuladas elevables. Rió a gusto y tanta gracia le hizo, que decidió utilizar la significativa anécdota en consulta y reuniones de amigos y compañeros, dada la oportunidad, añadida, de celebrar este año el centenario de Cervantes.
  Coda o envoie final , para navegantes y otros preocupados por la educación universitaria en este país de todos nuestros gozos y pecados. De regreso al despacho, en el pequeño campus de La Merced, bajo las palmeras en estos días de exámenes, pregunté a varios alumnos, en grupo, el significado de la palabra otorrinolaringología. Caras de asombro, ojos en exceso dilatados, bocas abiertas por el asombro...¿Cómo ha dicho usted? Y puesto que estamos en el centenario, terminemos cervantinos: " Miré al soslayo, fuíme y no hubo nada". 

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