lunes, 23 de mayo de 2016

Almodóvar y la palma de oro

   Cannes es una ciudad muy atractiva, completamente obnubilada por su festival de cine, lo cual no es bueno ni malo, sino todo lo contrario, que diría el castizo. Es el gran festival, mitad escaparate cinematográfico, mitad centro de negocios, porque es bueno recordar la dimensión industrial que el cine comporta. Quizá fuera bueno volver al arte por el arte, pero mientras el negocio permanezca, no hay que hacerse demasiadas ilusiones. Para mil personas, un Rembrandt siempre será una culminación del arte pictórico. Pero para millones de esas personas, que nunca se detendrán a mirarlo con morosidad y apego, será famoso y digno de tener en consideración por el precio que vaya alcanzando en el mercado. Entre la creación y la inversión, esta sociedad estúpida que nos ha tocado vivir,elegirá lo segundo, sin duda.
  Con el cine acontece igual. Son muchos los intereses económicos que juegan en su torno, por lo que la dimensión de arte queda en muy segundo lugar. Y no se olvide que lo literario también importa, pues que el guión no es unicamente una serie de indicaciones escritas para orientar al director.
  Ayer se fallaron los premios del festival. Y dicen los medios de comunicación: Almodóvar volvió de vacío. Y ya van cinco años.


 
   Es lógico y natural, porque el director manchego fue siempre una mediocridad.  Ponderado por interesados e incultos, muchos de ellos con cargos políticos decisorios, vino a resultar que la picaresca, el ingenio, la improvisación y el desparpajo crearon un ambiente favorable a su cine, que no pasa de ser un entretenimiento coyuntural sin más.  El director pasó de la movida madrileña (escándalo juvenil esperado a la salida de la dictadura) sin transición al cine como el arte menos necesitado preparación, estudio y técnica bien desarrollada y asimilada antes de proyectar la obra.  No le dió tiempo a estudiar y prepararse, escuchó demasiadas voces aduladoras, aceptó y se metió en aventuras de cine pensando, quizá,que lo ingenioso y desenvuelto bastaban para convertirse en estrella. Exactamente igual que sucede con la literatura.  Muchos piensan que con un lápiz y varios folios en blanco se escribe un buen libro en prosa o en verso. Otros muchos consideran que con una cámara tomavistas y cierto grado de escándalo en las imágenes, basta para organizar una buena película. Malo es que existan mentores interesados un poco alejados de la ética profesional.  Pero igualmente malo es que existan catecúmenos dispuestos a considerarse artistas sólo porque otros lo dicen y porque ellos prefieren el rasguño epatante al trabajo bien hecho. La parafernalia está, pero importa el meollo interno y esencial, que no suele responder a improvisaciones divertidas.
  Hoy le ha tocado al cine. Mañana le corresponderá el turno a la literatura. Cuestión de tiempo y barajar. Que las virtudes son difíciles de adquirir. Y los vicios, muy fáciles de practicar.

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