EL VUELO Y LOS ESCRITORES
El vuelo era para nosotros , los que habitábamos dentro de la universidad , así fuéramos profesores o estudiantes avantajados que preferían colaborar en sus ratos libres antes que dedicarse al dolce far niente .
Estaba yo , como promotor impenitente para que nuestro trabajo no se limitara a las aulas , sino que desde ellas se pudiera proyectar al entorno en círculos concéntricos de creciente radio según los tiempos y las circunstancias lo fueren propiciando .
Y estaba el equipo , sin el cual poco se podría llevar a cabo en las tranquilas aguas universitarias . Un pequeño pero excelente grupo de profesores universitarios . Un más amplio pero igual excelente grupo de profesores de enseñanza media , institutos y colegios sin discriminar , la mayor parte de los cuales había sido alumnos míos durante su carrera . Y estaban el inquieto , más numeroso y cambiante cada año de los estudiantes , todos inteligentes , educados , trabajadores , cuyas especialidades y gustos personales iban a ser gloriosamente explotadas con orden y concierto , sabedores todos de que aquello era un equipo y no un conjunto voluntarioso " a ver lo que salía repentizando " .
Capítulo personal completo , bien preparado y dispuesto a emprender el viaje a Troya , sin pensar todavía en el remoto regreso a Ítaca , pues que primero habia que cruzar el mar y las montañas , valga el símil . Los valores intelectuales y de praxis laboral a punto .
Pero claro , nos falta casi todo lo necesario para la travesía salvo una ubicación estupenda : mi despacho bien ventilado y de paredes vacías , que se fueron poblando con el tiempo , como iréis viendo los fieles lectores de esta biografía intelectual y profesional de imprevisible finalización .
Cuando empezamos mi despacho era espacioso y con ciertos lujos añadidos . Una notable mesa de trabajo de viejo roble , así como un gran armario de tres puertas de la misma madera con vidrieras rematadas en plomo , más dos beatos sillones incómodos : muebles heredados del Decano , quien había mandado comprar unos más "modernos" de liviana madera casi aglomerado . Los tiempos nuevos comenzaban a ser así de torpes .
También heredé un tresillo muy cómodo y que para nada entonaba con el roble , no me importó . Item más , pequeña mesa indefinida para la máquina eléctrica de escribir (japosesa clon de otra americana) , así como dos pequeños sillones para las visitas más ligeras , pues el tresillo lo reservaba para las más dignas y duraderas . Una puerta de dos hojas (blanco matao) con cristales esmerilados , y enfrente una ventana con marco de hierro negro . Las paredes in albis , salvo un mapa que me regaló el compañero de geografía . Final , una sorprendente almoneda , que resultaba muy acogedora gracias al calor humano que entraba y salía del habitáculo .
Enfrente , pasillo ancho , la puerta del Seminario de Literatura Hispanoamericana , para trabajos internos y , sobre todo , para que los estudiantes pudieran realizar cnsultas y estudios más específicos .
Amplia sala con una larga mesa y ocho sillas relativamente cómodas . Una pequeña mesa personal para el ayudante encargado del Seminario , y varios armarios de madera que acogían unos mil quinientos libros en permanente consulta y préstamo . Durante la segunda etapa del equipo de trabajo , la colabora dora Gertrudis (ella prefería que la llamáramos Gesi) dió en ordenarlo , clasificarlo y rotularlo todo "para que los chicos se muevan con más soltura por aquí , profesor" . Era su cometido y yo no entraba para nada en sus disposiciones , siempre correctas y amables .
Una pequeña biblioteca y sala de trabajo y estudio con alto grado de especialización , que daba unos resultados excelentes e iba creando grupos de estudiantes transmutados en amigos al calor del estudio . Y allí realizábamos las reuniones más numerosas , incluso tumultuarias . Estábamos bien dotados personal y materialmente .
Pero unos años después llegó un decano desnortado y "moderno" para renovar actualizando los espacios de la Facultad . Los amplios despachos los convirtió en celdillas de colmena ; mandó llevar todos los libros especializados a la biblioteca general , sin orden ni concierto , en fín ...
Por nuestra parte , despareció el Seminario como lugar de trabajo y reunión , mi despacho se redujo a la mitad (aunque conservé los muebles primitivos de roble) ; las consultas las hacía como sardinas en lata ; el calor humano fué minimizado notablemente , incluso por los angostos pasillo era difícil cruzarse sin roce material , imposible detenerse para una breve conversación .
En fín , los cambios para mejorar y adaptarse a los nuevos tiempos , decían los que dieron en considerar una Facultad de Letras como una oficina donde acudir para "echar" las horas obligadas sin mayor estancia o afincamiento .
Algunos profesores recalcitrantes y a la vieja usanza , solíamos comentar el adagio de la popular sabiduría que reza así : " Otro nendrá que bueno me hará " . Aunque dudo que aquel decano fuera capaz de captar la fina ironía .
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