EL CURIOSO ASUNTO DE LAS OPOSICIONES
El mundo intelectual-docente discurría por caminos tranquilos y progresivos . Profesor y alumnos avanzábamos en edad , sabiduría y gobierno , como reza la doctrina bíblica . Conocíamos bien el trabajo , las aspiraciones y los deseos , de modo que la paz universitaria nos envolvía para bien , tranquilamente .
En paralelo , yo iba completando el personal mundo de las oposiciones , porque la trayectoria en la universidad tenía sus ribetes de incertidumbre , dados los tiempos que vivíamos con sus acentuadas carencias .
De modo que fui pensando en realizar las correspondientes a los siguientes niveles de la Enseñanza Media , para evitar sorpresas posibles en el futuro . Había que afianzar el status y mejorarlo en lo posible con vistas al futuro .
Recuerdo que , mediada la Licenciatura , había realizado con éxito las de Magisterio Primario . Elegí un colegio de Cieza , ciudad cerca a Murcia . Mi padre me preparó toda la documentación y ni siquiera tuve que desplazarme para tomar posesión de la plaza , pues un su am igo era el director del colegio y f acilitó las cosas . Pedí la excedencia el mismo día y todo quedó archivado y un tanto en el olvido , por razones obvias .
Ahora se trataba del Instituto con sus dos niveles , Profesor Adjunto y Catedrático . Nueva recomendación paterna , que comenzara por Adjunto , más fácil e idéntica seguridad en el trabajo .
Así lo hice después de un ajetreado e intenso primer curso dando clase en la universidad Esto me coincidió con el segundo plazo de prácticas militares ya como Alférez de Complemento . Elegí Granada porque me encantaba la ciudad , de modo que pasé el mes de julio en tareas de cuartel , cuya mejor faceta consistió en enseñar a leer y escribir a numerosos reclutas .
A la sazón todas nuestras oposiciones se realizaban en Madrid ante tribunal único . Las convocaron el mes de agosto , por lo que mi generoso coronel me otorgó el consiguiente permiso , con la promesa de recuperar el tiempo perdido cuando la oposición terminara .
Consecuencia , el ferragosto m adrileño como marco , calor intolerable , pero con la obligación de asistir a los ejercicios con traje y corbata .
Tres pruebas , una escrita y dos orales ante unos jueces implacables , dos Catedráticos y un Adjunto , que debían discernir y adjudicar las veinticinco plazas convocadas .
Primera anécdota desagradable . Presidía el tribunal un catedràtico de Sevilla ; el otro catedrático era mujer , una vasca decidida , firme y muy amable ; y un adjunto catalán del que callo el nombre por caridad ajena .
En un ejercicio escrito había que elegir uno entres temas insaculados al azar , para prepararlo en media hora antes de exponerlo al tribunal . Elegí la novela en el siglo XX , donde aparecía el adjunto como discreto novelista . Adrede prescindí de su n ombre , precisamente porque formaba parte del tribunal me pareció una deferencia para el persona , evitando de paso posibles conflictos de intereses no deseados . Error supino por mi parte , pues que el citado profesor-novelista se ofendió mucho y propuso mi suspenso ante sus dos compañeros de tribunal .
Pero ahí estaba la catedrática Corcuera , vasca de pro . Se negó en redondo a la propuesta considerando los buenos ejercicios precedentes . El citado profesor- novelista se neg´a darme su voto , pequeña y disculpabe miseria que conocí justo la noche de la cena celebrativa . Con longanimidad le dí las gracias como l resto del sufrido tribunal . El hecho de que obtuviera uno de los mejores números de la promoción no añade nada reseñable a la historia .
Al año siguiente realicé la oposición a Cátedras de Instituto de Enseñanza Media . Pero ya os lo contaré mañana , para no cansar demasiado vuestra atención lectora .
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