martes, 21 de junio de 2016

RESIDENCIA LICENCIADO CASCALES, JUNTO AL PUENTE VIEJO

  La creamos por aquellos años difíciles y hermosos, entre unos pocos amigos en relación con la Falange universitaria y las chicas de la Sección Femenina (yo, republicano de toda la vida, pro tradición familiar y para siempre, tales fidelidades imprimen caracter), que algunas había preparadas y cultas, incluso sensibles y afectuosas. Tres compañeros de entonces, Francisco Lara, Antonio Bódalo y Pedro Farias, entre otros muchos implicados. A la política hay que añadir la Virgen de los Buenos Libros, que habíamos encontrado unos buenos estudiantes, no sólo preocupados por aprobar el curso, sino que trabajábamos en otros campos: la construcción, la JEC, la Juventud Antoniana, los curas obreros, muchas cosas importantes porque, entonces sí, los jóvenes andábamos ocupados ( y mentidos y engañados, como después dimos en comprobar) en cambiar, no inutilmente, el mundo. nos utilizaron, pero no fueron capaces de inocularnos frustración, por eso mi generación hizo lo que hizo para levantar este postrado país ahora tan viento en popa.
  Creamos la Residencia de Estudiantes "Licenciado Cascales". me nombraron director, seleccionamos ocho estudiantes de calidad y empezamos a funcionar. Yo expliqué el Testamento de José Antonio por toda la provincia.  Y los emolumentos devengados los utilizamos para "vestir" la Residencia: muebles, ropa, cubertería, etc. Todo muy solidario, con mucho entusiasmo.
  Estaba ubicada entre el puente viejo y la plaza Camacho, tercera planta, espaciosa, con orientación sobre el río. Cómoda. Las chicas se ocuparon de lo femenino y los chicos de todo lo demás incluidas las pinturas murales de Serafín Alonso. Vivíamos bien, trabajando a destajo y comportándonos a medio camino entre los colegiales de los mayores y los estudiantes de pensión, más o menos como en "la casa de la Troya".
  Así pasaron dos agradables y fecundos años. Capítulo importante en mis Memorias. tiempos duros, pero productivos, cambiantes par mejor y con todas las esperanzan puestas para los tiempos de cambio que se avecinaban. Estoy hablando de mediados de los años sesenta, no se olvide.
  Pero aquello no terminó bien para mi, pues que un buen día los jefes y responsables del vertical sindicato de estudiantes (SEU) me convocaron para ir el 20 de noviembre a la Cárcel Modelo de Alicante por las razones que todo el mundo conoce. Y hasta ahí habíamos llegado. Una cosa es que yo explicara las obras completas de José Antonio para poner en marcha una residencia estudiantil. Y otra muy distinta que me embarcaran en actitudes y aventuras políticas a punto de morir por razones obvias. No hice caso, me negué en redondo. Y entonces, "hic Troia fuit". El gobernador civil me llamo a capítulo, en su despacho. Bronca educada, pero firme. El, ejerciendo su autoridad indiscutible. Yo, razonándole cara al futuro. Imposible acuerdo, yo necesitaba castigo, comenzando por la expulsión de la Residencia.
  En ello estábamos cuando apareció su sobrina en el despacho ( él no tenía hijos), que me saludó contenta porque mi esposa, entonces novia, le daba clase particular, primeros cursos de bachiller, y más de una vez habíamos paseado junto al río.
  Aquello cambió el asunto. Apareció la parte humana del gobernador y me propuso abandonar la Residencia sin aspavientos, y no se hable más de este asunto. La profesora, que no se enteró entonces del incidente, continuó dando clase a la niña.  Y aquí paz y después gloria.


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