miércoles, 22 de junio de 2016

MENTOR Y TELEMACO

   Como sempre, casi todo cuetión de libros. Casi todo lo interesante y humano quiero decir, lo que viene a significar un dos por ciento de las personas en los países civilizados, y el nuestro no lo es.
  Libros. Primero habrá que leer  "La Odisea", para conocer quienes fueron Mentor y Telémaco, maestro y discípulo, igual que lo fueron en la realidad histórica Aristóteles y Alejandro, aquel poderoso del mundo a quien el griego de la ataraxía vino en decirle: "Sólo quiero que te aprtes, porque me están quitando el sol que me calienta". Los dos primeros han quedado en troquel indeleble para la historia: el maestro, que enseña, y el discípulo, que aprende. El autor de "La Iliada" recogío una tradición milenaria de conocimiento y creó los paradigmas. Desde entonces, todo el devenir de occidente gira en torno a sus ejes. Si acaso, se han incorporado matices que modulan el cuadro. Igual que en la filosofía: Sócrates habló elmodelo y Platón y Aristóteles pusieron en letra escrita, valga la redundancia, todos los problemas y soluciones, desde la física hasta la metafíca, a las puertas de la religión. Todos los filósofos que han venido, y vendrán, después unicamente han incorporado variaciones sobre elmismo tema, adaptadas a las circunstancias tempo-espaciales, sí, pero sin incementar la sustancia esencial.
  Maestros e escolares, dictaminó el rey Sabio ya en la Edad Media. Los maestros, él por ejemplo, enseñaban porque sabían; los escolares aprendían, porque aún no sabían. Y la cadena continuando con eslabones que perfecionaban las manifestaiones circunstanciales, nunca la esencia.
  Ayer incorporé a mi facebook un equeño post enfadado, y con razón. Veréis. Me he pasado la vida enseñando, desde los niños a los viejos, porque esa es mi vocación elegida y preparada. Pero cuando este país arribó a la democracia (es un decir), comencé a notar un tufillo de malentendimiento, ignorancia y falsa misericordia en la educación, que se redujo drasticamente a la enseñanza de una cuantas reglas incnexas y frágiles. Aquí ruego a los más cultos entre los que alcanzan aleerme que recuerden la perorata de fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, a propósito de la sustancia en filosofía sublimada en teología, volverán a reis de nuevo.
   Pues bien, aquí se viene trabajando (es un decir) ya varias décadas con la ignorancia proporcional de los profesores, la vagancia programada de los alumnos (no hay que traumatizarlos) y el soberano poderío analfabeto (atrevido) de los padres, que prefieren hjos de cera manipulable a ciudadanos críticos capaces de mandar al averno a esta panda variopinta de mafiosos que sólo buscan votos. Y así nos luce el pelo (eso sí, undoso y a navaja) de la dehesa que habitamos todavía.
Adagio antiguo: "La letra con sangre entra". Al correr del tiempo, alguien tan caritativo como ignorante y vago modificó: "La lettra entra con sangre del maestro" (un visionario él, sí). La letra entra con sangre del maestro y del alumno, no hay otro camino, ésta es mi sentencia, que muy pocos entenden y la mayoría rechaza. Pero no hay que engañarse: paraos cultos, recordemos a Góngora y su culteralismo: "Jardines cerrados para muchos, abiertos para pocos". Claro que meterse en el jardía de las metáforas produce dolor de cabeza. mejor que inventen otros.
  Y aquí viene mi propia historia para cerrar esta tarde.
   Cuando terminé la carrera de Filología Románica, con Premio Extraordinario de Licenciatura y Doctorado, habé largamente con mis cuatro grandes maestros, a los que tanto debo: Victorino Polo López, Maestro de Enseñanza Primaria que pudo ser Catedrático de Universidad con otras ircunstancias familiares y de país, Angel Valbuena, Mariano Baquero y M. Muñoz Cortés, Catedráticos de universidad. No lo hece para pedirles fácilconsejo (los conocía de años) ni una fórmula para aplicar al problema. Lo hice para escucharlos, porque sabían  (!Ah, la sabiduría, palabra que ignora el 90 % de los profesore y la totalidad de padres y alumnos, salvo las excepciones de rigor que impiden la muerte de la historia), sabían  mucho más y mejor que yo.
   Y me retiré un verano entero a reflexionar. (lo que no impidió conocer chicas nuevas y asistir a guateques más o menos confesables, corramos un tupido velo). Y lo hice porque andaba en la encricijada: ser escritor o profesor. 
   Yo escribía bien, artículos, ensayos, narrativa, poesía. Era escritor bueno, pero no genial. Podría ganrme bien la vida, pero en literatura (arte al fin) eso no era suficiente.



  Como proesor, la cosa era distin. Abuelo y padre, excelentes docentes. Yo m esabía con dotes y experiencia notables. Podria llegar a ser extraordinario profesor, como así fui critalizando con los años. Maestro de Primaria, Catedrático de Bachiller, Catedrático de Universidad. Sin modestia ni presunción, un muy buen Catedrático. La balanza, pues, estaba clara y definida.
  Como referencia de lo que afirmo, voy al día de mi jubilación. Entre los discursos, uno: la famosa Laudatio académica y personal. Se encargóde hacer el profesor Diéz de Revenga, alumno mío y a la sazón Director del Departamento de Literatura. Magnífica pieza y escritura. Podéis consultarla en internet, donde la colgó el autor, seguro que os gustará.
  La decisión se me hacía cada vez más clara a lo largo del verano, a medias entre la vacación y las diversiones.
Así que, una noche, bailaba con una joven y guapa austriaca en celebración de fiestas patronales y se me ocurrió, como guinda de la tarta, plantearle una pregunta existencia: "A tí,  ¿cómo te gusto más, como escritor o como profesor de universidad". Se acercó un oco más, levantó la cara y agitando su melena, sentenció
sonriendo: "A mí me gustas de todas las maneras".
   Y la Tierra continuó girando, sin graves alteraciones registradas, en torno y alrededor de sus ejes diamantinos.


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