miércoles, 8 de junio de 2016

CANTICOS GREGORIANOS

   Suelo ir a Misa por la mañana, con más frecuencia ahora que ando jubilado y puedo repartir mejor mi crecido tiempo. He descubierto el templo recoleto de las Claras, apenas visitado antes. El sacerdote me gusta porque explica bien las cosas y, dentro de lo que cabe, resulta bastante adecuado a los tiempos, no me aburre, se mueve en un terreno intermedio entre el santo cura de Ars y un cardenal renacentista. Va bien.
  El personal asistente responde al esquema tradicional. Muchas mujeres, pocos hombres y todos un poco maniáticos de la fe, quizá un tanto mecanicistas en sus comportamientos, sobre todo buscando consuelo y ánimos para la tarea diaria y los problemas que la vida suele comportar. Un sacristán habituado que cumple con su oficio como si fuera otre, me gusta porque es hispano, lo hace bien.
  Pero hay un personaje que me encanta. Se llama Ascensión, un poco más joven que yo, buena presencia, presumida dentro de los cánones eclesiásticos, modosa, buena ayudante de lectores y otras ocupaciones. Pero sobre todo, encargada de la música, que selecciona muy decuadamente. Desde el principio me impresionó su voz: firme, clara, de buena dicción, bien educada y con fina entonación. 




   Las canciones que canta y propicia son antiguas, de las que comenzaban a cantarse en mi niñez. Me lo prometió y esta mañana me ha traído la copia de algunas que aún me emociona escuchar y cantar.  Destaco una,  "Cerca de Ti, Señor, quiero vivir". Vuelvo a mis quince años. Iglesia de los Franciscanos, Hellín, donde trabajábamos en la Juventud Antoniana con el padre Carrillo, culto, políglota y amigo antrañable. La hemos cantado. Y al regresar al despacho, he pasado un buen rato sin h acer nada, sólo escuchando gregoriano que, desde siempre, me atrae, me embarga y emociona. De manera especial cuando empecé a escuchar a los monjes de la Abadía de Solesmes, y no digamos las tardes, misa de ocho en Santo Domingo de Silos. Toda una vida.

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