jueves, 9 de junio de 2016

LETRAS Y DERECHO, CASA Y CLAUSTRO COMPARTIDOS

  Segunda casa para los estudios. Un antiguo colegio religioso reconvertido para estudios superiores. Claustro pequeño, cuadrado, un pozo en el centro del patio y hierba, que no cesped, con pocos pequeños árboles diseminados, amén de algnos rosales de rosas rojas y amarillas: más de una corté por mor de las circuntancias emociones, juventud al fondo, compañeras demasiado guapas.
  En la planta baja, los habituales pasillos, la bran bibloteca y el salón de actos, con alto presbiterio y púlpito de antiguos usos, ahora objeto de adorno, salvo para el teatros profesor de laín, que desde su altura peroraba traduciendo a Cicerón. Butacas abatibles de madera y coro al fondo, suficiente para los invitados distinguidos.
  En la primera planta, las aulas. Dos espaiosas (unos 120 alumnos) para los cursos comunes. El resto, de diversas medidas, desde capaces para ocho alumnos, hasta poder ubicar los treinta o cuarenta de los cursos habituales en letras, algunos más en derecho.  El despacho del Rector y las oficinas de lo que hoy llamaríamos gerencia, con el oficialmayor al frente. Algunas aulas pequeas servían, con discreción y silencio, ara determindas efusiones (insisto en la juventud, en que algunas copñ pañeras debían repasar asignaturas cara a los exámenes y que los pocos chicos de entonces, buenos estudiantes, también eran generosos a la hora de compartir tiempo y explicaciones).




  Planta siguiente resrvada para los seminarios, pocos y muy abarcadores. El nuestro, Filología Románica, estaba lleno de armarios de madera abarrotados de libros; una larga mesa en el centro con sillas de formica, duras, pequeñas ventanas y una estfa de serrín con gran lata de meocotones para el agua hirviendo. Al poco de llagar, allí estudiábamos si acaso cinco estudiantes por tarde. Había cuatro profesores jóvenes preparando las oposiciones de cátedra de instituto: Mari Blan, Sabino, Manolo, Juan y Salvador. Se turnaban para la vigilancia y atención del seminario.
  Planta siguiente, vacía, pues era el habitáculo del colegio mayor, ya trasladado a su nuevo edificio. También estaba la vivienda del Rector. Y un pequeño palomar de origen desconocido.
  Todo lo compartíamos. Como detalle de vida. Nuestras chicas, muy numerosas, miraban a los de derecho con visión de futuro. Los de letras les éramos apenas interesantes, salvo alguna muy rara excepción de estudiante fuera de serie intelectual.
  

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