" La falta de amor a la propia lengua es brutal y casi soberana. Falta de amor que supone una reducción intelectual y psicológica evidente. No es primero el pensamiento y despues la lengua, sino al revés. Y a juzgar por el universitario medio y el escritor medio entre los jóvenes, pareciera como si se potenciara un cierto jibarismo de lengua, de pensamiento y de sentimentalidad. Incluido un amplio sector de profesores desnortados y escasamente profesionales que contribuyen al juego sin conciencia de hacerlo.
Renuncio a la prospectiva fácil literariamente hablando, éste no es el panglosiano mejor de los mundos posibles, a juzgar por cuanto nos rodea y abruma. No es de recibo pensar que todo está mal y a punto de perdición. Pero aún lo es menos suponer que la falta de precisión y planificación, los master comprimidos y apresurados, los cursos por correspondencia, el escribir poco y mal, las recompensas y "glorias" fáciles, la servidumbre lastimosa de lingüistas y escritores al poder (tambien muchos profesores metidos a políticos de baja estofa, desertores de la tiza y cansados de la clase), a cualquier poder, de manera especial político y económico, el fragmentarismo cómodo, el pensamiento no ya blando, sino diluído...En definitiva, la mediocridad acelerada con elogio. Para pensar que todo eso pudiera elevar la esperanza ".
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