Cuando adolescente , leía con pasión los libros de Dickens , que muchos años después tendría que explicar en las aulas con idéntica pasión proselitista . Un buen día tropecé con uno de sus más carismáticos personajes que , a plena libertad y grito , dió en decir : " Pues sí , caballero , yo soy un ciudadano del mundo " . Uno de mis más queridos marchamos , desde que me reconozco persona en este valle delágrimas , claro , pero también en esta residencia , hermosa y deseable , para quienes hemos pretendido no limitar el espacio a un valle , sino a la grandeza milagrosa de todas las montañas y todos los mares como fuentes de todas las alegrías , de las felicidades todas , sólos o en compensadora y necesaria compañía .
Mientras preparaba mi ansiado ingreso en la universidad , imaginaba que allí todo sería distinto de lo que venía observando , y viviendo más o menos de cerca , en los diferentes entornos que me habían tocado vivir . Pues pensaba : " Si un universitario no se siente , y es , ciudadano del mundo ¿ quién lo habrá de ser y sentir ? " .
Una vez en las aulas , y mientras que fuí alumno , fui experimentando un regusto híbrido , aunque bastante salobre dadas las circunstancias políticas que aún sufríamos .
Y cuando muy joven ascendí a profesor , mis imaginaciones se derrumbaron casi por completo , pues constaté que la universidad , intramuros , era un pequeño microcosmos que apenas difería de los de la calle .
Inocente de mí , fui comprobando que las pequeñas miserias humanas habían hecho hueco en las aulas , como si tal cosa . Profesores que sabían poco , algunos ni siquiera la asignatura que explicaban , ratones de biblioteca , explicadores de apuntes amarillentos , preparadores del tema que debían exponer al día siguiente , charlatanes envolvedores de su ignorancia con hueca palabrería de feria , y otras lindezas que me niego a seguir enumerando .
Pero todos con un denominador común : el medro pírrico , en ocasiones con métodos bastante alejados de la ética . Y una coda : las puertas bien cerradas hacia dentro .
Pues bien , en la medida de mis posibilidades , me propuse que el conocimiento (no los datos de agobiante y tonta información) , el rigor , el trabajo nunca terminado , la incorporación de los alumnos a los debates socráticos , la generosidad y el magisterio prevalecieran por sobre todo lo demás .
Mis primeros años fueron duros , chocando a menudo con tirios y troyanos. No me importó , pues mi caracter fuerte y mis convicciones me conducían a la propuesta del medieval Berceo : " Tolguemos la corteza , al meollo entremos " . Me aferré a la definición de Alfonso X el de la sabiduría : " Ayntamiento de maestros e escolares para aprender los saberes " . Y así hasta la jubilación , qué le vamos a hacer .
Una anécdota reveladora . Desde mis primeros años de docencia "obligué" a mis alumnos a leer . La protesta fué unánime . Un buen día , el delegado del último curso de licenciatura (sacerdote y buen amigo) , se acercó a mi despacho para decirme : " Que dicen mis compañeros que leer cinco libros al trimestre es demasiada carga " . Estaban a punto de ser licenciados en Lengua y Literatura . Mi respuesta la podéis imaginar facilmente .