martes, 31 de marzo de 2015

Violín estridente, Stradivarius promesa

   La velada resultó emocionante. También divertida, pues la edad de los participantes oscilaba en torno a los diez años, aparte los dos o tres solistas de más avanzados estudios.
  El caso es una benemérita y encomiable asociación musical y de baile llamada Euterpe, ubicada en pequeño pueblo cercano a Murcia, Santomera, que realiza una muy meritoria labor pedagógica donde la música y la danza ocupan lugar central. Profesores estupendos y vocacionales, entusiasmados con su tarea, que despiertan ideas y emociones en sus alumnos, así como incentivan con su ejempplo actitudes y hábitos valiosos en la vida de estos alevines en formación.
   Celebraban el concierto previo a las vacaciones de Semana Santa. Y allí apareció el grupo con sus violines bajo el brazo y el arco bien asido en la mano derecha. Vestidos para la ocasión, un poco nerviosos (familiares y deudos los acompañaban expectantes), con ese brillo especial en los ojos que proporciona el arte superador de la monótona vida diaria.
   Primero, el ritual. Saludos adecuados, arcos en vertical, inclinaciones respetuosas, sonrisas en abundancia, mimetismo entusiasmado de la profesora, (nota sobresaliente para ella), de la que no apartaban los ojos ni para respirar : respeto, disciplina, fervor y emoción a raudales.
   Todos en el estrado. Primera intervención de los más pequeños, apenas abarcadores del instrumento, con añadidos esponjosos para la buena fijación hombro-barbilla. Unas canciones populares, algunos acordes un poco más elevados, intento de agrupación para que aquello fuese una orquesta de cuerda. Y lo fué. El campo está sembrado. Unas pequeñas hierbas disonantes irán desapareciendo con los meses. Resultó bien el conjunto, los niños animados, los padres llorosos y la profesora entre maternal y satisfecha.
    Y en esto, aparecieron los mayores, sentados hasta entonces y a la escucha silenciosa. Un cuarteto bien empastado, nada estridente, sin altisonancias ni bajadas delatoras. Buenas intervenciones de estas cuatro muchachas, pues debo indicar que las niñas son más que los pocos niños. Vítores y amplios aplausos premiaron su trabajo y ejecución promisoria.
   Claro que mi particular interés centrado estaba en dos violinistas que pueden llegar lejos, si las circunstancias lo permiten y propician, pues ya interpretan muy bien: Lydia y María, las dos amigas que todo lo hacen juntas con casi gemelos resultados. Caminan hacia los diez años, tienen sensibilidad, dominan la técnica y el violín también lo es de Ingres para ellas. Interpretaron a Bach, a Schumann y a Bocherini, con excelente resultado. Fueron muy aplaudidas y se sintieron importantes, como debe ser.
   Una tarde placentera, pues el arte de la música, como el de la lectura, mejor que se inicie en la niñez, con todas las virtudes que de ello se derivan. Mi agradecimiento expreso y satisfecho. Albricias para todos.

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