miércoles, 24 de febrero de 2016

Harper Lee, Umberto Eco, controversia

   Quizá no se produce solo por la literatura, sus testimonios y sus calidades estética, lo que sería más que suficiente, pues tal que sea el hontanar de donde mana el agua, así será degustada por quienes se acerquen a beberla. ¿Cuántos métodos, historicistas o no, lingüísticos o no, estetizantes o no (quizá estéticos sería demasiado decir) existen por el ancho mundo para su elección por los lectores más o menos preparados, mejor o peor informados, cuyos gustas abarcan una panoplia extensa y variada. Sería cuestión de establecer un baremo válido para todos, tras un exhaustivo análisis de categorías y valencias. De modo que, al leer un libro, pusiéramos aplicar la sencilla fórmula del Rouseaux el crítico: "Esto es un cardo, esto es una rora". Y supiéramos todos discernir lo suficiente común coma para elegir bien y siempre decir: "Esto es una rosa. Y por eso mismo he leido el libro, aspirando el perfume que nunca tendrá el cardo".
  Pero es lo cierto que la inmensa mayoría elige el cardo, porque su psicosoma no da para más, no importan las circunstancias de la vida, las personales carencias de nacimiento, la educación pervertida, escasa o quizá inexistente. Y por sabido se calla, que la ignorancia es atrevida y emite juicios desnortados con aplomo digno de mejor causa, de manera especial cuando esa ignorancia (o desajuste intelecto-sensible) viene revestida de abultada erudición no bien asimilada.
  El caso es que han muerto estos dos escritores, norteamericana ella, europeo él. Muy leídos ambos en determinados momentos dela historia personal y colectiva. Y los dos más conocidos de sus libros respectivos, llevados al cine con éxito notable y acierto en la elección de actores y puesta en escena del texto, en los dos casos convertidos en buenos guiones.

  Las relaciones de la literatura con las demás artes las estudió muy bien Francesco Flora y dejó abierto un buen camino para la buena lectura y comentario, aunque muchos han exagerado pretendiendo un lenguaje común que no existe. La pintura, el cine, la escultura...tienen sus propios lenguajes intransferibles. Cuando se relacionas debe ser para incrementar el de cada una, nunca para sustituirlos o aplastar directamente el de alguna.
Las dos películas son estupendas: buen guión, buena "mise", buenos actores, incluídos los secundarios o característicos. Es difícil imaginar un abogado mejor que Gregory Peck, un fraile mejor que Sean Connery. Arquetípicos en tanto que cine. Y si el cine conduce a la lectura, miel sobre hojuelas. Y si el cine satisface después de haber leído, mejor que mejor.

  Llegados aquí, será preciso eliminar dos ataúdes: el de la ramplonería ignara y el de la erudición rijosa. Y entonces, el presunto muerto literario continuará paseando terne a la espera de nuevos lectores receptivos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario