Así lo fueron y así las ha recordado siempre a través de los años , sin jamás volver la vista atrás con ira , todo lo contrario , sin olvidar la historia en tanto que maestra de la vida , pero considerando a la vez que el destino del hombre aquí en la tierra es un continuo impulso al futuro bien cimentado en el presente .
Campos de soledad , cierto , pues que la tarea del estudio formativo algo tiene de conventual . A tal propósito , una pequeña anécdota durante los dos primeros cursos , que tiene que ver con los franciscanos y su convento adyacente a la universidad .
Crearon pronto un grupo de compañeros coincidentes en ideas y propósitos, que devinieron amigos . Uno de ellos , joven franciscano inquieto , ofreció su salón y camarilla para continuar reunidos ya que él no tenía permiso para asistir a seminarios ad hoc . En consecuencia , el convento fue una extensión de las aulas : allí se reunían dos chicos , dos chicas y el franciscano , que habitualmente les ofrecía frugales meriendas . El griego , el latín , la historia ... El estudiante ofrecía sus muy completos apuntes , enrevesados de grafía , que otro pasaba en limpio a máquina . Buenas jornadas , excelentes conversaciones abiertas con mucho humor ; en definitiva , feliz aplicación del horaciano mezclar lo dulce con lo útil , y del escolástico ora et labora ... con bastante diversión juvenil , que lo cortés no quita lo valiente .
Al termnar los dos cursos comunes , el franciscano (Angel de nombre) marchó a Salamanca por exigencias de la Orden . Y aquí vino la tragedia , pues cayó desde una elevada claraboya en la propia universidad , con fatal resultado . Algo se rompió en el corazón de sus cuatro amigos , con los que tanto quería .
Pero la vida no se detiene . Continuaron los tres cursos de especialidad , lengua y literatura mediantes . Buenos y pocos profesores , muchas horas de aula , más horas de seminario , trabajo estajanovista , lecturas infinitas , preparación inmediata y lejana ...
Pero también diversión , hay que pensar en un joven de veinte años , inquieto y muy vitalista , que aprovechaba cualquier oportunidad de "lo dulce" horaciano . Pero ¿ qué se podía hacer en una pequeña ciudad , bastante levítica y agrícola , en tiempos tan enfajados como aquellos ominosos años , mucho más rechazables por la cerrazón social que por la tremenda dictadura ?
Dos puntos de referencia . En primer lugar , el Club Universitario , sito en la todavía terráquea Avenida de Alfonso X , junto a la Casa de la Cultura y no lejos de la unica y pequeña cafetería edificada sobre la acera , cabe la salida lateral del Monasterio de las Claras , a cuyo fondo se vislumbraba la espaciosa Rotonda , solitaria y sin agua en sus caños herrumbrosos , a la vista sólo de la cárcel provincial , las viviendas de los aviadores y la estación de ferrocarril de vía estrecha , la entrañable estación de Caravaca , cuyos railes poco iluminados y escasamente viajados por renqueantes trenes contemplaron comprensivos más de un paseo "de agradable soledad en compañía" , con las chicas de Jesúa María , las esplendorosas alumnas del curso preuniversitario , todavía con uniforme , y algunas universitarias de los primeros cursos , todas con la obligación de recogerse antes de las nueve . Aquí tupido velo de amable sonrisa , si que con el recuerdo bíblico de "no sólo de pan vive el hombre" .
El otro punto lo constituían los añorados guateques . El reducido grupo de amigos del joven no era partidario de las tímidas boites o salas de fiesta que , con cuentagotas
comenzaron a surgir por la ciudad . Preferían las casas particulares , casi siempre de amigas que tenía pickup y algunos discos , la mayoría para baile saltarín , unos pocos reservados para mayor intimidad y cercanía , los famosos slows , vulgo dicto . Aquí otro tupido velo silencioso . Se rendía tributo al famoso cuento del Decamerón , cuyo protagonista montaraz preguntó a su familiar acompañante qué eran aquellos seres gritadores que descendían por la calzada con atuendos volantes y que , al eschchar la disuasoria respuesta de "son ocas" , el entusiasta joven gritó con emoción : " Yo quiero una oca" . Y así se sucedían las fiestas finisemanales , entre ocas de ambos sexos perfectamente identificados , pues que , para información de los actuales luchadores po feministas , hay que decir que por aquellas calendas la igualdad hombre-mujer era un hecho natural y contrastado , que el amor siempre propició el "aequo" latino .
Regreso al carril de lo serio productivo . Mediado segundo curso , el padre dijo al joven : "Debes hacer las oposiciones de Magisterio Primario y obtener una escuela en propiedad . Quizá no lo necesites nunca , pero es bueno tener algo seguro , por si acaso . Ya tengo los libros y otros materiales . Te la pepararé este verano en dos meses , porque quince días de vacaciones te bastan ¿ verdad ? . Empezaremos el quince de julio " .
Entonces los conspicuos padres eran así , les gustaba dialogar con sus hijos , porque interpretaban bien a Sócrates y Platón .