UN VERANO ENTREPINARES , EN SORIA , DURUELO
Me llama un amigo soriano y recordamos . Mi padre y su escuelita rural , mi madre y sus alumnas de bordados , nuestra niñez montaraz y libre , mi marcha para comenzar el bachillerato , el primer amor de tirabuzones rubios , la despedida problemática ... y mi nombramiento como Hijo Adoptivo del pueblo . Me niego a la añoranza y cedo un poco a la nostalgia .
Salí del pueblo siendo un chico montaraz , cetrino y musculoso por el hacha , la montaña , la pelota vasca , las majadas , la caza de lobos y javalíes acompañando a los pastores , y algunas cosas más , propias de la vida campestre .
Regresé quince años después , como el Conde de Montecristo , con la piel blanca , las manos finas , el cerebro en plenitud , las emociones crecidas , y siendo ya Catedrático de Instituto y Doctor en Filología Románica . Lo que debio impresionar bastante , porque los mayores del lugar comenzaron a hablarme de usted , así como algunos compañeros de escuela , ahora especialistas en matarrasas y entresacas de pinos .
Me puse a su completa disposición , colaborando en todo lo que les parecía bien . Recuperé mis amigos , mis montañas...aunque no el primer amor , que había perdido los tirabuzones y se había convertido en feliz madre de familia .
Desde entonces , y como no podía ser menos , volvía todos los veranos . Entre otras cosas , para olvidar libros , aulas , exámenes ... Y para que mis hijos fueran viviendo estimulantes aventuras cmpensadoras de la ciudad , el asfalto y el autobús del colegio .
Pero ahora recuerdo un verano muy particular , aquel en que me nombraron Hijo Adoptivo , que siempre he considerado como uno de los más importantes títulos que me han sido concedidos .
Acepté la propuesta , bien es verdad , por mis padres y su impronta en el pueblo du rante cinco fecundos y felices años . Y así lo hice constar en el discurso de recepción .
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