domingo, 6 de agosto de 2017

VIDA DE UN PROFESOR ( 4 )

LA  VIDA  EN  PLENITUD

   Pensar,  sentir,, ser solidario con el mundo,  de manera especial con los menesterosos de la tierra.  Impulso y convicción bien arraigados en la familia, desde los primeros recuerdos de infancia.  Idea de un gran maestro: preparar a sus alumnos para que pudieran ser libres y aprendieran a elegir por ellos mismos,  decidiendo su vida y milagros sin que los demás influyeran decisivos.

   Grandes ideas, grandes proyectos,  grandes ambiciones que los adolescentes reciben junto a la revolución hormonal que los embarga.  Todo un panorama que abre abanicos múltiples y caminos muy distintos para su realización.
   El caso de este joven es paradigmático.  Esmerada educación recibida,  abierto a todo por naturaleza, vivencias de años duros y carencias múltiples, la forja de su caracter y pretensiones estaba en trance de asimilación proyectiva. Muchas veces le preguntaban: " Tú,  hasta donde quieres llegar ? ".  Respuesta apodíctica: " Hasta donde me dejen ".  Así empezaba y así continuó durante décadas,  convencido de que algo se podía intentar  " para cambiar,  no inutilmente,  el mundo ".
   Primero,  la ruptura espectacular de vida.  Pasó de una existencia montaraz y libre a otra,  no menos libre,  pero mucho más ordenada y ciudadana. Una población de 30.000 habitantes, con las clases sociales perfectamente delimitadas:  unos pocos poderosos (los señoritos,  vulgo dicto), una clase media bastante burguesa y relativamente acomodada,  y una  "clase baja",  obreros incultos que trabajaban de sol a sol. La riqueza de la zona era la agricultura y,  sobre todo,  los montes de esparto natural que, sin el menor esfuerzo de los dueños, les proporcionaban pingües beneficios,  así como el sustento anual a los trabajadores (en ocasiones la familia entera en el tajo) ,  laborando fuerte durante unos meses de canícula esforzada,  casi estajanovista.   Baste decir que el Ayuntamiento era dueño de grandes montes,  cuyos beneficios permitían,  incluso,  que no hubiera ningún impuesto o arbitrio a los vecinos ni a las empresas.  El joven pronto tuvo una idea clara de la situación y se adaptó con facilidad.
   Pues que lo principal era el estudio, de manera que la enseñanza de los libros unida a la experiencia diaria,  le afianzaron más en sus ideas evangélicas de igualdad de todos ante todo,  por lo que había que luchar.
   Existían dos colegios en la ciudad.  El femenino,  la Compañía de María, versión femenina de los Jesuítas.  El otro, mixto,  al que asistía el muchacho.  Chicos y chicas juntos desde los diez a los dieciocho años, culminado el bachillerato.  Ambos ubicados en la calle de Eras ,  cerca del convento de los Franciscanos y no lejos del Jardín de arriba.  Buen ambiente.  Y al poco tiempo crearon el Instituto Laboral,  de orientación agropecuaria y dependencia del Ministerio de Trabajo.
   El Colegio lo dirigía el párroco de Nuestra Señora del Rosario, aunque los tintes religiosos no resultaban demasiado evidentes.  Todos los profesores eran seglares,  incluído el de Religión.
  De aquellos años el joven estudiante recuerda, con devoción, bastantes de ellos, que lo marcaron en alguna medida,  siempre positiva y muy favorable para su integridad y formación camino,  al cabo,  de la universidad como meta deseable y necesaria.  Tiempos difíciles,  si que preñados de grandes esperanzas,  como en el famoso libro de Dickens.  Mañana os hablaré de tan beneméritos maestros,  nobleza obliga.

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