Agradable tarde de jueves, ya pasadas las tormentas, la nieve, el frio que me estimula y, por contraste, asusta un poco a estos mediterráneos poco acostumbrados a la meseta. Buena tarde.
La semana anterior tratamos el soneto " A Violante ", de Lope de Vega,que aúna teoría y praxis admirablemente, sin abandonar la poesía que crea. Ingenio y genio a la vez. Les prometí casi lo contrario, el soneto " Al ciprés de Silos ", de Gerardo Diego, todo metáfora desplegada sin fin, concatenadas las partes como anillos de una cadena sin solución de continuidad y sin fin, pues que el poema queda abierto pese a la rotundidad del ultimo verso. Os lo transcribo tal que recordatorio:
ENHIESTO SURTIDOR DE SOMBRA Y SUEÑO,
QUE ACONGOJAS EL CIELO CON TU LANZA,
CHORRO QUE A LAS ESTRELLAS CASI ALCANZA, DEVANADO SÍ MISMO EN LOCO EMPEÑO.
MÁSTIL DE SOLEDAD, PRODIGIO ISLEÑO,
FLECHA DE FE, SAETA DE ESPERANZA,
HOY LLEGO A TI, RIBERAS DEL ARLANZA,
PEREGRINA AL AZAR MI ALMA SIN DUEÑO.
CUANDO TE VI, SEÑERO, DULCE, FIRME,
QUÉ ANSIEDADES SENTI DE DILUIRME
Y ASCENDER COMO TÚ, VUELTO EN CRISTALES.
COMO TÚ, NEGRA TORRE DE ARDUOS FILOS,
EJEMPLO DE DELIRIOS VERTICALES,
MUDO CIPRÉS EN EL FERVOR DE SILOS.
Como prohemio, dedicamos unos minutos a debatir la importancia central del adjetivo en poesía, justo lo contrario de la prosa. Pero el adjetivo es un arma de afilado filo doble. Necesario su uso, pero con tiento y medida, puesque tan erróneo es el exceso cuanto la presencia pírrica.
Ofreci tres ejemplos:
1.- "Hombres (mortales), base para la organización filosófica, los silogismos de las Escuelas medievales. Discusión.
2.- "Rosa...( fresca, pura, lozana, olorosa). Discusión, hasta llegar a Espronceda ,que escribió "Fresca, lozana, pura y olorosa", claro ejemplo de oficio soterrado y elevación armoniosa y gradual de la adjetivación.
3.- Para el símil antes de afrontar la metáfora: "Los poetas son torres de Dios". Expliación lógica y racional. Pero un gran poeta reorganiza y escribe: " ! Torres de Dios, poetas ! ". Y entonces todo cambia con revelaciones sorprendentes.
Volviendo a Silos. Breves notas argumentales, de la escasa historia que se cuenta, para afrontar la cascada de lo mucho que se canta, a partir de un árbol colocado en el claustro de un monasterio, presuntamente orientado a lo religioso. Y así es, pero trasciende más a lo humano de tejas abajo, a los sentimientos de vida, ósmosis para compartir y mezclar, invitación a los otros (lectores) para que ayuden a crear...Tantas cosas.
Analizamos el primer verso para abrir camino que cada cual debe recorrer y culminar. Un sustantivo central, troncal. Y un adjetivo casi en trance de epíteto, incluida su anteposición. Y otros dos adjetivos de virtualidades múltiples para el matiz y la proyección, "sombra" y "sueño", muy cercanos en la semántica y casi antagónicos en la realidad de cada día, de cada vida.
Y pues andamos en lo religioso, aparecieron dos de las tres virtudes teologales, según la doctrina: FE y ESPERANZA. Pero no alcanzábamos a reconocer la tercera y más importante, muy puesta en protagonismo por San Agustín. Leímos, releímos y apareció al fin, no como una palabra-signo que representa, sino como clima envolvente que surge de una pequeña idea y va creciendo en oleadas sinoidales, hasta llegar al corazón del que partió, invadiéndolo todo. El amor en toda su extensión y asombro, sustentando la fé y la esperanza. La "charitas" del obispo de Hipona. Y también su invocación emocionada: "Domine, fecisti me ad Te. Et inquietum est cor meum donec...".
Todo encerrado en las palabras del soneto. Y cerrado apodíctico en el endecasílabo último: "Mudo ciprés en el fervor de Silos".
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