UN DEPARTAMENTO AVANT LA LETTRE
Las pequeñas aulas , los pasillos interminables , el viejo claustro compartido con Derecho , el asilvestrado jardín interfacultades , el seminario de filología románica , el cuadrado huerto del pozo , la vecina iglesia de los franciscanos , la biblioteca general , todo un mundo acogedor y recoleto , propicio para el estudio , los coloquios y la expensión de ideas y proyectos para un futuro en agraz que se anunciaba .
Y sobre todo los silenciosos alumnos , cuyo número crecía bastante amenazador , por la escasez de medios y de espacio debido a los tiempos aún bastante ominosos . Pero no importaba demasiado , pues que la fuerza de la voluntad suplía lo restrictivo del ámbito y la magra economía . Le preocupaba su silencio y su inercia poco reactiva . Y ahí fundamentó una de sus iniciales tareas .
Confeccionó una lista de cien libros imprescindibles , de oblida lectura y comentario personal ad libitum y les planteó la cuestion palpitante : leer o no leer , esa era la cuestión . en los muchachos , primero saltó la sorpresa , después la preocupación , y un cierto remor a los resultados posibles . ¿ Qué podían aportar ellos con su lectura desordenada y febril a los sabios consejos de los maestros ? ¿ Qué guías debían seguir para una lectura minimamenta aceptable ?
Los tranquilizó . Ahí tenían las ediciones críticas , con su prólogo y su aparato conjetural de notas a pié de página . Y eso estaba muy bien y debían tenerlo en cuenta , pero a la hora de leer debían prescndir de todo ello , dejar la mente quam tabulam rasam y emprender la aventura de entender y asimilar a su libre albedrío , que ya llegaría el momento de la puesta en común con el profesor al frente . Ciertamente , un pequeño salto en el vacío , aunque necesario para el despertar pertinente para que , al final , el vuelo no excediera el ala . Como los polluelos de las águilas , la madre orienta los iniciales titubeos , pero sos los pequeños aprendices quienesss deben desplegar las alas y afrontar con decisión la aventura , al principio vacilante y tímida , resuelta y libre al final .
Los cien libros eran el mínimo exigido al final de la carrera . Pero todo dependía de los deseos y potencias de cada uno . Y si su voracidad lectora les pedía más , no habría problema , el profesor les ampliaría el nímero de libros en la medida y petición de cada cual , pues que los estudios universitarios se organizan , en buena medida , según las apetencias y buen hacer de los propios alumnos .
Luego vinieron las clases prácticas , a manera de obligada extensión y cumplimiento , los comentarios de texto , tan temidos al principio , tan compensadores al final . Pequeños grupos de alumnos y unprofesor , con todo abierto sin limitaciones previsibles , participación de todos con una norma elemental : los alumnos hablando mucho y el profesor poco , para encauzar y enmendar desvíos lógicos y naturales antes de llegar a las conclusiones finales y establecarlas utiles y necesarias .
En suma , lo que siempre se ha definido como diálogo socrático , dentro del cual cada miembro aporta su necesario grano de arena para constituir la playa que todos en común habrán de gozar .
Y por estas fechas sucedió algo insólito . Vino un cambio de planes , equivocado y negativo como casi todo cambio que se realiza en la enseñanza desde los despachos de gobernantes ineptos , sin consultar a los verdaderos protagonistas de la educación . Se crearon los mal llamados Departamentos , burda imitacion de las universidades norteamericanas . Nosotros no teníamos Cátedra de Literatura Hispanoamericana , pero nos adjudicaron el corresondiente Departamento de lo mismo , completamente vacío , como un marco sin cuadro . Y fuí su director tres años , hasta que por fín llegó la Catedra .
Hice las oposiciones , las aprobé y todo quedó un poco mejor encajado , con vistas a un futuro que se avizoba prometedor , como así fué , como así descubriréis si me continuáis leyendo . Os prometo que lo mejor estaba por llegar , ciertamente .
Y aún así , mi sueño joven era terminar en una escuelita rural , rodeado de pequeños revoltosos que casi todo lo tenían por aprender , que hay pocos cosas mejores que un viejo maestro paseando por el campo , rodeados de los queridos catecúmenos , aprendiendo palabras y descubriendo los mil secretos maravillosos que la Naturaleza ofrece a los ojos , al corazón y al insaciable deseo de saber que caracteriza y define al ser humano .